Reseñas: Lucrecia Borgia, la hija del Papa

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La Lucrecia Borgia descrita por Darío Fo en “Lucrecia Borgia, la hija del Papa” (Editorial Siruela, 2014) poco tiene que ver con la mujer fría y calculadora que la leyenda negra y los largos ríos de tinta se han empeñado en dibujar con los años. En este retrato no hay ni rastro del veneno que otrora fue protagonista en una biografía  marcada por la pasión en su esplendor. Porque sí, lo que parece estar fuera de toda duda es que Lucrecia Borgia fue una mujer valiente que, a pesar de no ser nunca dueña real de su destino (todos los hombres que la rodeaban quisieron hacerla su marioneta),  jamás se resistió a tener y mostrar una personalidad propia y un nivel de cultura, inteligencia y desinhibición  poco habitual en las mujeres de su época. La Lucrecia de Darío Fo destila teatralidad y autenticidad a partes iguales, una de esas paradojas fruto de la literatura que convierte su biografía en la de una mujer más propia de los albores del siglo XX que del siglo XV en el que le tocó vivir. 



Hija de uno de los Papas más controvertidos de la historia y hermana de uno de los hombres más poderosos y crueles de su tiempo Lucrecia Borgia despertó los recelos y las  pasiones de sus contemporáneos. Se casó tres veces, las tres como parte de la estrategia política de su padre, y tuvo multitud de amantes, entre ellos un poeta y uno de sus más ilustres cuñados. Hijos también tuvo varios, uno de ellos ilegítimo, concebido y parido a escondidas y apartado de su madre a los pocos meses de vida. 

Tras años de cultivar y padecer una dudosa fama que tan pronto la elevaba a lo más alto como la hacía descender a los pozos de la rumorología en el final de sus días Lucrecia Borgia se había ganado el respeto de la ciudad estado de Ferrara, de la que fue la mejor embajadora y defensora. Pero hasta llegar a ese momento de tranquilidad conyugal y familiar y de reconocimiento público vivió una vida extravagante y anómala cuyos hechos sólo pueden explicarse bajo el fragor intelectual, político y social de la Italia del Renacimiento

Víctima de su sangre y de su entorno, nada común hubo en la azarosa vida de la Lucrecia Borgia adolescente, e incluso su enigmática belleza, probable causa de aquellos delitos de los que algunos la acusaban, parecía extraída del mismísimo infierno de Dante

La desgracia de ser una Borgia 


La figura de Lucrecia Borgia está inexorablemente unida a la de su padre, Alejandro VI, autócrata sentado en la silla de San Pedro, y a la de su hermano César Borgia, el Valentino. La mala fama del primero es fruto sin duda tanto por sus modus vivendi y operandi como por la parte de la historia, que ya forma parte de la leyenda, escrita por sus enemigos, que, por otra parte, eran muchos. Es de imaginar, por lo tanto, que la prole de este pontífice sufriera el escarnio de los rumores y las verdades a medias aunque mucha de su fama se la ganaran a pulso.  Tal es el caso del célebre César Borgia, cuyo nombre se relaciona automáticamente con las malas artes, el escándalo, el asesinato, la perversión y la conspiración. No por nada Maquiavelo se inspiró en él para crear a su Príncipe... 

A pesar de eso Lucrecia quería mucho a su hermano, por quien sentía una conexión especial aunque ésta nunca fuera la relación incestuosa que entre ellos se ha sugerido y que implicaría incluso al padre de ambos. Por morbo que despierte el hecho de que Lucrecia se acostara con su hermano o su padre es muy poco probable. Cierto es, sin embargo, que Giovanni Sforza, el primer marido de Lucrecia, fue obligado a firmar un documento en el que se declaraba impotente con el fin de que el matrimonio entre él y la cuasi-virginal Borgia pudiera disolverse sin problema y así casarla  con otro hombre que se ajustara a las nuevas necesidades familiares. Y también es cierto que Alfonso de Aragón, el segundo esposo de Lucrecia, murió de forma violenta, asesinado directa o indirectamente por su cuñado César. Lo que nunca ha pasado de ser una leyenda, aunque algunas de las versiones televisivas relacionadas con esta saga así lo hayan mostrado, es que entre primer y segundo matrimonio a Lucrecia se le cosiera “el asunto” para hacerlo pasar por nuevo, en plan Leticia Sabater. Esto es lo que supone situarse en la difuminada línea entre realidad, leyenda y mito. 

En todo caso a Lucrecia Borgia lo de pertenecer a esa familia temida y odiada le acarreó pros y contras a partes iguales. Recibió educación  y cultura y desarrolló importantes dotes políticas que le permitieron convertirse en una gran estratega, pero a cambio su figura equiparada con la de las mujeres de cualquier lupanar y su virtud fue comprometida constantemente, incluso siglos después de su muerte. En esto puede que Lucrecia Borgia cometiera el mismo error que otras tantas antes que ella: ser una mujer destacada y destacable en un mundo masculino. De no ser así  y habiendo heredado como lo había hecho el talento y la seductora oratoria de su progenitor, con toda probabilidad Lucrecia Borgia hubiera sido ese princeps protector destinado a convertir el Vaticano en ese reino-feudo que Alejandro VI había planificado para su progenie.

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Teatralidad en el retrato de Lucrecia Borgia 


Siendo éste un libro firmado por Darío Fo no podíamos esperar otra cosa que no fuera dramaturgia en estado puro. Sin embargo "Lucrecia Borgia, la hija del Papa" es una novela, la primera y única de su autor, y es una fusión de investigación histórica con una perfecta ambientación, aderezada al gusto de Fo con diálogos dramáticos con fuerza pero sin ser forzados que ayudan a imprimir personalidad y buen gusto a los personajes. 

El otro pilar de “Lucrecia Borgia, la hija del Papa” es el contexto histórico en el que se desarrolla y al que Darío Fo alude con cierta frecuencia para hacernos entender el por qué de la historia y las motivaciones de los personajes para moverse en tan concreto y complejo escenario. Un último bastión de defensa de este libro y que es el gran logro del escritor italiano es ofrecernos una de las biografías  más desconcertantes y diferenciadas sobre Lucrecia Borgia alejada de roles predeterminados en la que nos muestra a una mujer metida en su cotidianidad, muy humana y muy humanística, quizá un tanto desprendida de espiritualidad y cercana a los problemas de sus contemporáneos, y dotada condiciones físicas e intelectuales brillantes. 

Leído este libro da la sensación de que Lucrecia Borgia fue una mujer que siempre se esforzó por  hacer lo correcto y no defraudar a los hombres que tantas expectativas ponían en ella y que,  a pesar de eso,  ha sido maltratada por su apellido situándose en un lugar equivocado de la historia.

"Lucrecia Borgia, la hija del Papa". Entrevista a Darío Fo en ABC.es

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