Libros del verano: La chica del tren

 
Que no te engañe esta "bonita" foto: en "La chica del tren" encontrarás de todo menos una historia de amor

El verano también es para los bestseller. De hecho, estoy convencida de ello. Por eso una de mis libros de este verano ha sido “La chica del tren” de Paula Hawkins. El éxito editorial y de crítica de esta especie de thriller psicológico es un hecho indiscutible. Millones de ejemplares vendidos en todo el mundo, traducción a decenas de idiomas y ediciones en 44 países, y comparaciones que sitúan a su autora “entre Hitchcock y Patricia Highsmith”. Esto último parece exagerado. Lo es. Pero aún así “La chica del tren” es un libro que engancha por muchos motivos. El primero de ellos reside en su propia autora: en una entrevista concedida a “El Mundo” hace poco más de un año aseguraba que escribió la novela “que le hubiera gustado leer”. Y seguro que Paula Hawkins es una buena lectora.



Chica trinteañera. Chica treintañera que viaja a diario en el tren de las afueras al centro de Londres para ir al trabajo. Chica treintañera, que viaja en tren y que comparte piso. Chica treintañera, que viaja en tren, comparte piso y cuya vida se ha desmoronado a causa de un desengaño amoroso. Chica que, como buena abandonada, esta obsesionada con su antigua vida perfecta, con su antigua y perfecta casa que ve cada día desde el tren, con su ex que era el hombre perfecto y con la nueva esposa de su ex, que para colmo también es perfecta. Y además de todo esto, Rachel, que así se llama “La chica del tren”, es alcohólica. Alcohólica de manual. Mejor dicho alcohólica de película. Y ¡boom! tenemos un personaje cuasi perfecto, el mismo que nos dibujan muchos de los telefilms de bajo presupuesto que inundan las sobremesas los fines de semana.


Claves para un éxito editorial


Ese es el principal caldo de cultivo de la exitosa “La chica del tren”: es como una película de esas en las que hay asesinato, confusiones, historias cruzadas, un toque de paranoia, argumentos trillados y giros tan inesperados que precisamente por eso estás esperando que ocurran. Y aún así, funciona. Funciona porque tiene una estructura que aporta cierta complejidad a una trama y un vocabulario sencillo y previsible. Parece que necesitas concentración pero lo importante está simplemente bocetado. ¿Los personajes? Absolutamente superficiales, apenas dibujados. Por supuesto les falta profundidad, les faltan motivos, les falta el aporte psicológico y de personalidad. Pero nada de todo lo anterior importa. 

Tampoco son importantes los detalles. El objetivo de “La chica del tren”, lo que esperan de él los lectores, es muy simple: resolver un asesinato sin demasiadas explicaciones. No quieren al forense y da lo mismo que haya cabos sueltos. Lo importante es saber qué pasó, lo importante es que cada sorpresa sea más gorda. La sensación es similar a la de visionar la peli del domingo a las 15:30, esa que te permitió echarte una siesta y a la que aún así volviste a engancharte a sólo 20 minutos del final. Esto les pasa a muchos otros bestseller, por supuesto, y por supuesto siguen funcionando. Y he de decir una cosa al respecto: eso no tiene nada de malo.

Evidentemente lo que sí que se lee en los entrelineados de “La chica del tren” es que la escritora Paula Hawkins tiene tablas. Formada como periodista económica ha tenido la capacidad de dar forma a una novela efectiva, algo que no todos los escritores consiguen.  Asegura que la escribió  en tiempo récord, algo que no le impidió basarse y tomar evocadoras ideas de grandes como “La ventana indiscreta" de Hitchcook“Perdida” de Gillian Flynn o “Extraños en un tren” de Highsmith. También tiene ciertas evocaciones a Agatha Christie. El caso es que el tándem personajes frustrados-crimen le ha salido genial. Podremos decir que puede que  Hawkins no tenga el talento de otros, pero de escribir sabe y de convencer a la gente también. 


Una última justificación del éxito de “La chica del tren 


La impresionante campaña publicitaria que acompañó al libro en el año de su lanzamiento fue clave en el éxito de "La chica del tren". Como muchos otros bestseller sin marketing pierde fuelle, carece de flow. Pero el empujón más importante a esta novela no se lo dio un agencia publicitaria o un agente editorial sino otro escritor, Stephen King, quien tras leerla la recomendó en un tuit. En cierto sentido “La chica del tren” tiene mucho del rey de la novela de misterio. Después, celebrities de todo el mundo (casi todas mujeres, casi todas superadas la treintena) se hicieron eco de la trama. Puede que muchas de ellas pasaran por alto lo que, personalmente, es lo peor de este libro: es un poco arrítmico, con un principio muy lento y una resolución en apenas treinta páginas que, en lugar de favorecer y aumentar la tensión, lo que hace es diluir el interés aportando datos  irrelevantes y dejando al descubierto los huecos y errores argumentales y la vacuidad de sus personajes.

Muy próximamente “La chica del tren” será adaptada al cine y tengo la sensación de que guionistas y director habrán sido capaces de potenciar lo bueno de la trama cambiando aquello en lo que falla. El hecho de que no sea un libro 10 no implica que no pueda ser una película de gran calidad. De hecho es posible que se trate de una de esas ocasiones en las que la peli supera al libro y no al contrario

P.D: Si has leído "La chica del tren" y te ha gustado o si después de leer ésta entre otras muchas reseñas te ha picado el gusanillo para hacerlo lee antes “La verdad sobreel caso Harry Quebert” (te dejo aquí unas opiniones). Te gustará. Palabrita. 

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