Biografías: Autorretrato de Mozart

 
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Inmaduro. Caprichoso. Orgulloso. Fiel. Idealista. Incorruptible. Presumido. A Mozart se le han adjudicado muchos adjetivos como músico aunque bastante menos como persona y éstos con los que empieza este artículo son algunos de ellos. Mozart gozó de un gran prestigio en su niñez, especialmente en su gran tourneé” por las cortes de media Europa, pero también sufrió el desafecto, el desamor, la desconfianza, la soledad y la ruina económica, y eso le marcó profundamente. El libro Autorretrato de Mozart” de P. A Balcells (El Acantilado, 2000) recorre, a través del análisis de su correspondencia pública y privada, la vida de uno de los músicos más importantes y relevantes de todos los tiempos. Se trata de una biografía inusualmente no cronológica que nos desvela aspectos muy concretos de su personalidad como la relación amor-odio con su padre, sus vínculos con la masonería, su visión del amor o su pasión por una música que, constantemente y sin pausa, fluia de su cabeza.

 

Se estima que en sus 35 años de vida Mozart compuso más de 600 obras: la primera con cinco años; la última en su lecho de muerte. Ésta la dejó inconclusa pero tuvo un final feliz gracias a su esposa, Konstanze, quién encargó a Franz Xaver Süssmayr la tarea de finalizar su famoso Réquiem. Según las crónicas Süssmayr, el último discípulo de Mozart, era un notable clarinetistas y un buen compositor. Sin embargo, la finalización del Réquiem es su mayor logro y prácticamente el único conocido. Puede que las noches que pasó junto al lecho moribundo del de Salzsburgo y la exigencia que se autoimpuso para tomar todas y cada una de las notas y apreciaciones que Mozart le susurraba le convirtiera en un altavoz temporal que se apagó cuando lo hizo la voz de su maestro. Puede, porque esto es sólo una teoría. Anécdotas al margen lo que no tiene discusión es que Mozart fue un compositor prolífico y que firmó cientos o puede que miles de partituras. Su genialidad era tal que las ponía sobre el papel por obligación, ya que era capaz de componer y mejorar cada fragmento en su cabeza y reescribirlo decenas de veces de memoria y con variaciones mínimas. Por eso es muy posible que compusiera más de mil obras y que de muchas de ellas no tengamos ni una mínima referencia. 


Sólo hay algo en lo que Mozart fuera tan meticuloso y productivo como en sus obras, y esos son sus cartas. El genio de Salzsburgo mantuvo una interesante correspondencia con su padre, su esposa y su hermana (por ese orden de importancia) y de ella se conservan gran cantidad de documentos gracias a los cuáles se han conocido muchas partes de su biografía. Pero, ¿por qué se conservan tantas cartas de Mozart? El principal motivo es el empeño de su padre, Leopold Mozart, quien sabía del talento de su prodigioso hijo y quien desde que éste fue pequeño instó a su entorno a guardar toda su correspondencia como posible salvaconducto de cara al futuro. Leopold era un músico al servicio del príncipe arzobispo de Salzburgo, ciudad en la que llegó a ocupar el cargo de segundo maestro de capilla, y también fue un reputado profesor de música, pero dejó todo lo anterior para centrarse en la educación de su talentoso hijo, al que manipuló emocionalmente durante gran parte de su vida por haberle obligado a “dejar su carrera”. Incluso cuentan que , siendo Wolfang niño, tocó de memoria una pieza de violín que acababa de escuchar y que en ese mismo instante Leopold guardó su instrumento para siempre.

El distanciamiento entre Leopold y Wolfang se produjo cuando el segundo ya era adulto y comenzó a tomar sus propias decisiones y acabó con una relación íntima y de confianza máxima que duró la infancia y adolescencia de Mozart. La cartas entre ambos en ciertos periodos son un vaivén de emociones y reproches difíciles de capear. Padre e hijo compartían muchas cosas, entre ellas su gusto por vestir telas y zapatos caros, pero sobre la ambición, aunque la vivían de diferente forma: Leopold veía en su hijo una herramienta para alcanzar una posición social superior y privilegiada y tener más dinero y reconocimiento, y Wolfang, como cualquier otro niño grande, únicamente ambicionaba el reconocimiento porque necesitaba  muestras de cariño y atención constantes.

Las mujeres de la vida de Mozart 

La relación con su padre marcó la forma en que Mozart se relacionó con las mujeres que pasaron por su vida. Según las biografías, la madre del músico de Salzsburgo era una dama callada y silenciosa, juiciosa, cariñosa y sometida esposa que llamaba a su hijo Wolfi y que, como toda la familia Mozart, disfrutaba con las bromas escatológicas en su entorno más cercano (tirarse pedos, hacer de vientre o “lamer” culos aparecen como chanzas en la correspondencia de todos ellos). Tuvo siete hijos con Leopold de los cuáles únicamente sobrevivieron dos: Maria Anna ("Nannerl") y Wolfang. Para dicha de Leopold ambos heredaron su talento musical y ambos lo manifestaron desde muy pequeños. Ana María Walburga Pertl, la madre de Mozart, falleció en París en 1778 y su muerte se convirtió en un reproche que Leopold utilizó para chantajear a su hijo durante años. 

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A la izquierda, Leopold Mozart con sus dos hijos, Maria Anna "Nannerl" (también a la derecha) y Wolfang
El segundo referente femenino de la biografía de Mozart (por orden, no por importancia) es su hermana mayor, Maria Anna Mozart, conocida familiarmente como  Nannerl. A ella es a quién Leopold enseñaba a tocar el piano cuando Wolfi despertó su gran oído musical. El pequeño Mozart sentía por su hermana una devoción que a veces rozaba la idolatría y se intuye, por algunas de las cartas familiares, que además de intérprete Nannerl también tenía dotes para la composición. Sin embargo, debido a su condición femenina, la chica apenas pudo disfrutar de la primera gira con su padre y su hermano y,  después de que Wolfang despuntara en Europa y debido a que Maria Anna se encontraba próxima a la adolescencia, sus padres creyeron que era mejor relegarla al plano doméstico en la casa familiar de Salzsburgo. Nannerl se casó allí y tuvo varios hijos. El mayor de ellos recibió el nombre de su abuelo, Leopold, y a éste precisamente le fue confiada su educación desde que era un bebé, posiblemente porque el viejo Mozart se veía capaz de volver a educar otro genio para la música. Según algunas fuentes la relación entre Mozart y su hermana fue estrecha durante toda su vida aunque una vez falleció su madre se distanciaron debido al patriarca de la familia: mientras Wolfang se opuso durante mucho tiempo a los deseos de Leolpold Marianna mostraba una subordinación total hacia su progenitor. Aún así el afecto entre los hermanos Mozart fue muy real y cuando Nannerl leyó la primera biografía de Wolfang escrita por Niemetschek escribió: “La biografía de Herr Prof. Niemetschek ha reanimado completamente los sentimientos fraternales hacia mi tan ardientemente amado hermano que a menudo me disolvía en lágrimas, ya que es sólo ahora que conocí la triste condición en la que se encontraba mi hermano”.   

Otras dos mujeres protagonizan la vida de Mozart: Aloyse y Konstanze Weber, hermanas y depositarias en algún momento del amor del compositor austriaco. Mozart se enamoró locamente de la primera y concienzudamente de la segunda. Aloysia Weber supuso el despertar del amor en Mozart y por ella el del Salzsburgo tuvo uno de sus primeros grandes encontronazos con su padre ya que ella era cantante y Wolfang tenía intención de llevarla a Italia y presentarla allí “de su brazo” para convertirla en una reconocida soprano. Tras alguna tentativa, ella rechazó al músico y la relación se cortó (me puede lamer el culo/la zorra que no me quiere” escribió sobre ella Mozart). Algún tiempo después se reencontraron en París. Para entonces, ella ya había alcanzado un notable éxito gracias a su talento y a las influencias de su marido, el actor Joseph Lange. Hay que decir que Lange pintó varios retratos de Mozart y que posiblemente fue él quién introdujo al músico, siendo ya cuñados, en la masonería. Porque sí, tras el rechazo de Aloysa, Mozart se casó con la hermana menor de ésta, Konstanze.

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A la izquierda, Aloysia Weber. A la derecha, un retrato inacabado de Mozart firmado por Joseph Lange
En las cartas que Mozart escribió a su padre en las semanas anteriores a su boda el compositor hace hincapié en los aspectos más “prácticos” de la que iba a ser su esposa: una buena chica honrada y que sabía planchar y carente de atractivo por lo tanto no despertaría el interés de otros hombres. También argumentaba que él necesita una esposa y que las habladurías sobre ellos habían empezado – la madre de las Weber tenía una pensión y estaba alojado allí- y  el matrimonio era la mejor manera de salvarguardar el honor de ambos. Todo ello parecen excusas, posiblemente para justificar un noviazgo y una boda a la que Leopold Mozart se oponía porque todavía tenía en mente la vieja idea de su hijo de presentar a Aloysia Weber en Italia y hacer carrera allí con ella alejándose de Salzsburgo para siempre. En realidad Mozart quería salir de aquella ciudad de provincias porque se le quedaba pequeña mientras que Leopold que sus contactos eran garantía de éxito en su pequeña ciudad, así que este conflicto duró para siempre. 

La boda de Wolfang y Konstanze supuso un nuevo despertar afectivo para el compositor. Lejos de su padre tanto físicamente como en el plano afectivo Mozart necesitaba a alguien a su lado y ella parecía la compañera perfecta. Y en parte debió serlo teniendo en cuenta los resultados de su unión: nueve años casados (desde 1782 hasta la muerte del compositor en 1791) y seis hijos en común. Sin embargo la relación entre ellos estaba descompensada porque el afecto de Mozart hacia su mujer rozaba la obsesión llegando a ser, en ocasiones, “insano”. De hecho la de los Mozart no era una relación ideal. En la correspondencia entre Wolfang y Konstanze Mozart el espinoso tema de la infidelidad es constante y se acentúa especialmente en los tres últimos años de su matrimonio. El motivo era la relación de Konstanze con Georg Nikolaus von Nissen (N.N. en las cartas), quien era una ferviente admirador de Mozart. Curiosamente, tras la muerte del compositor de Salzsburgo, N.N. se convirtió en el segundo esposo de Konstanze y también en biógrafo de Mozart. Otra curiosidad: sobre el tema de la infidelidad no sabemos lo que su esposa pensaba pues se conservan todas las cartas que Mozart escribió a su mujer pero lo ocurre lo mismo al revés, puede que porque se perdieran o porque el Mozart las destruyera al no salir bien parado de ellas. 
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Autorretrato de Mozart...y su esposa

Una obra como reflejo de una vida 

La biografía de Mozart está plagada de anécdotas que aúnan su vida y su obra. Buen ejemplo de ello es la composición de su ópera “Così fan tutte”, escrita en la segunda mitad de 1789 y estrenada en enero de 1790, justo cuando su relación con Konstanze pasaba un momento delicado. Quizá por eso convirtió lo que debía ser una comedia lúdica sobre la condición femenina en un laberíntico marasmo psicoafectivo” que, como describe P. A Balcells en su “Autorretrato de Mozart”,desarrolla tras la trivial apariencia de la ópera bufa una amarga y desengañada alegoría sobre la universal relatividad de los sentimientos”. 

 

Si algo tienen en común todas las obras de Mozart es que tratan de sentimientos universales y quizá esa es la parte más importante de su éxito. Por mis (escasos) conocimientos sobre música tampoco voy a entrar en un análisis de sus obras aunque es fácil establecer paralelismos entre vida y obra. Por ejemploDon Giovanni”, en la que la muerte está muy presente, coincide con la muerte de su padre, yLa flauta mágicasirve como composición y alegoría clave para hablar de algo que Mozart siempre relacionó con la masonería: la amistad y la fidelidad vinculada a ésta. De hecho, según muchos historiadores y críticos, hay una importante influencia masónica en esta ópera, una influencia, por otra parte, más relacionada con los principios de la Ilustración que con el ocultismo. Aún así sólo los motivos por los que fue escrita esta obra bien valen tenerse en cuenta: Wolfang Amadeus Mozart compuso La flauta mágica” al enterarse de que su amigo Emanuel Schikaneder, actor, director, cantante y también “hermano masón”, pasaba por dificultades económicas, y pensó que un trabajo conjunto podría darle beneficios. Suficiente muestra de lealtad a un amigo, ¿no?


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Emanuel Schikaneder y el dibujo del Papagano en el primer libreto de "La flauta mágica"
Un artículo que habla sobre Mozart no puede sino detenerse en su famoso Réquiem Mozart lo compuso mientras, literalmente, estaba muriéndose. Otra relación espejo entre su obra y su vida: su inminente muerte sirvió como contexto a Mozart para la composición de una de las misas de difuntos más famosa de la historia. Según las crónicas, un desconocido, un misterioso personaje vestido de negro, se presentó una noche del verano de 1791 en casa de los Mozart y pidió a Wolfang que escribiera un réquiem. Casi con toda seguridad fue el conde Franz von Walsegg, un excéntrico aristócrata aficionado a la música que acostumbraba a dar conciertos en su residencia y que sometía a sus invitados a un curioso juego: encargaba obras, las representaba y después les hacía adivinar si eran suyas o de otros. Hay quien dice que directamente se apropiaba de su autoría. En todo caso este encargo pudo ser un homenaje de Walsegg a su joven esposa, fallecida algunos meses antes. El estreno público del Réquiem completo tuvo lugar en Viena en 1793 y fue un gran éxito (también económico) amparado por la “fiebre Mozartiana” del momento. Las ganancias fueron el principal impulso para que Konstanze siguiera promocionado la obra y la figura de su difunto marido. 

Para acabar volvamos a la faceta más personal de Mozart y que se intuye de su correspondencia a modo de anécdota: Mozart fue toda su vida un hombre muy presumido y, al igual que su padre, estaba obsesionado con su imagen. Por otra parte tenía un fuerte complejo debido a su baja estatura así que pensaba que vestir bien y de forma elegante llamaba más la atención que el hecho de ser bajo. Esto compensaba su imagen de sí mismo y le permitía proyectar seguridad a los demás. No deja de ser curioso que Mozart, que siempre fue una especie de Peter Pan, estuviera acomplejado por lo que le hacía más especial: ser un hombre enfundado para siempre en el cuerpo de un niño prodigio. 



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