Libros de verano: Los cuatro jinetes del Apocalipsis

 
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Blanco, rojo, negro y bayo. La Victoria, la Guerra, el Hambre y la Muerte. Cuatro caballeros  campan a sus anchas sobre una Europa que se desangra por varios costados. Estamos en 1916 y la Gran Guerra es un concepto en pleno proceso de invención, algo que todavía no existe aunque se huele en un ambiente pestilento. Nunca la maquinaria bélica había sido tan perfecta, nunca tan depurada,  nunca diseñada con tanta previsión para hacer daño al enemigo. Nunca nadie había pensado en algo llamado "máquina picadora de Verdún" y que esa picadora desmembrara cuerpos humanos. El Estado, el sistema, parecen quedar a un lado. El objetivo son los civiles, desgastar a los hombres en el frente y a las mujeres en la retaguardia. En este contexto  el maestro Blasco Ibáñez nos regala una de su obras maestras, “Los cuatro jinetes del Apocalipsis”, ambientada justo en el inicio de esa guerra que parecía no tener fin y en la que el fin del mundo se apareció en aquella primera batalla del Marne y después en cada Somme y en cada trinchera. Esta novela tiene mucho de Vicente Blasco Ibáñez, de su espíritu y de su pensamiento enténtico, y es uno de esos libros que merece una revisión especial en este verano en el que se ha cumplido un siglo de su publicación.



El nombre de Vicente Blasco Ibáñez está ligado a Valencia y a su mar, a sus cañas y a su barro, a su arroz y su tartana. Pero también está ligado al exilio y al desamor, a Argentina, a donde se marchó a hacer fortuna, y  a París, capital de la bohemia a la cuál volvió para reencontrarse con su antigua amante. Fue en este barco de regreso del Nuevo al Viejo Continente en la primavera 1914 cuando Blasco Ibáñez escuchó como parte de la tripulación y viajeros alemanes, burgueses, aristócratas y militares en su mayoría, brindaban por un enfrentamiento inminente que ellos creían justo y del que estaban convencidos saldrían intactos.

Aquellas conversaciones transoceánicas y su justificación de la masacre marcaron tanto a Blasco que decidió comenzar su novela justo en ese punto, en un barco en medio del Atlántico en el que los ecos de la guerra son cada vez más fuertes. Allí aparece el protagonista, un joven de ascendencia francesa que ansía reencontrarse con su amada en París. Ha vuelto a su Argentina natal para recoger algunas rentas y así poder casarse con ella.  Pero en lugar de eso en Francia se encuentra un ambiente crispado y en un país que, presumiendo de antibelicista  y en esa lucha de opuestos que llamamos vida, une a sus compatriotas de todos los pensamientos e ideas para marchar al frente contra el enemigo común. Todo lo demás ha quedado atrás, como si los cafés, los tangos y las reuniones sociales se hubieran congelado en el tiempo en pro de una revancha, una vendetta por la guerra de 1870, ese enfrentamiento entre alemanes y franceses por las provincias de Alsacia y Lorena que capaz de desenterrar con cada sístole viejos recuerdos y rencores.

Fotograma de una de las adaptaciones literarias de "Los cuatro jinetes del Apocalipsis" con Rodolfo Valentino en el papel de Julio Desnoyers

 

Huidas y regresos: nadie estamos libres de ellos


Vicente Blasco Ibáñez hizo un viaje similar al de su protagonista.  De político desenamorado en y de España se marchó a Argentina, donde intentó sacar adelante una Hacienda que resultó ser un gran boquete de dinero y de amigos. De la ruina de la pampa volvió al amor en París, donde se reencontró con la antigua amante causante de su primera huida. Y así, con estas experiencias y vivencias,  con esas escuchas y esa mirada que lo captaba todo,  nació Julio Desnoyers, quien es principio y final de “Los cuatro jinetes del Apocalipsis”de Blasco Ibáñez.

Para entender la historia de los “Los cuatro jinetes del Apocalipsis” de Vicente Blasco Ibáñez tenemos que empezar hablando de “el Centauro”, don Julio Madariaga, español que se marcha a hacer Argentina a hacer fortuna. Años después, un joven francés que huye de la Comuna de París y de la Guerra franco prusiana también llega a Argentina. Se llama Marcelo Desnoyers. Comienza a trabajar en la hacienda del viejo y se casa con una de sus hijas. Poco después otro joven, esta vez un alemán que ha tenido que huir del ejército, también llega a la vida de los Madariaga y se casa con su hija menor. Los años pasan y la Hacienda Madariaga se convierte en el hogar de dos nuevas familias, los Desnoyers-Madariaga y los Hartrott-Madariaga. El abuelo siempre preferirá a los primeros y mantendrá en sus ostracismo a los segundos: los alemanes no son de fiar. La relaciones entre los cuñados, sin embargo, siempre son cordiales.

Cuando el viejo Madariaga muere los Hartrott abandonan rápidamente la Hacienda: quieren vender todo y volver ricos y triunfantes a Alemania cargados del dinero heredado para unirse a la rancia aristocracia del Imperio Alemán. El matrimonio Desnoyers, por su parte, debido a su carácter fiel y amantes de la tierra que ha visto nacer a sus hijos, prefieren mantener el legado del patriarca. Aún así, tras un tiempo, también se convierten en retornados y se instalan en París, ciudad que esperan sea su retiro y merecido descanso.

Los encontronazos entre parientes suceden durante los primeros tiempos de la I Guerra Mundial. Con hijos jóvenes en el frente, ¿qué otra cosa se puede esperar?  Lo que falta saber es cómo y cuándo se encuentran y qué sucede como ellos. Pero para eso, será imprescindible leer la novela. Nada de spoilers en este blog


Francia vs. Alemania; los Desnoyers vs. los Hartrott


París y Berlín. Dos familias con un mismo tronco común y que representan polos opuestos en la vida y en la guerra. El pacifismo y el espíritu comprometido de los Desnoyers frente al orgullo desdemedido de los Hartrott. Estas dos casas son en el fondo dos países, dos pueblos con sus defectos y virtudes, y es así como Blasco Ibáñez representa los dos discursos del momento: los argumentos teóricos y científicos de los imperialistas que quieren conquistar por la fuerza frente a la defensa de la paz y la democracia de toda una sociedad (la francesa). 

La batalla del Marne fue la primera gran batalla de la I Guerra Mundial. Blasco Ibáñez describió con enorme precisión los escenarios donde transcurrieron estos enfrentamientos que inauguraron la "guera de trincheras"

 Pero a pesar de que Blasco Ibáñez se sitúa claramente en el segundo bando,  “Los cuatro jinetes del Apocalipsis” no es una novela antibelicista. Ante la agresión habrá que defenderse, lo que justificará la toma de armas por el bando francés y de los aliados como única forma de defender la paz y el orden.  Guerra y caos para defender la paz y el orden, paradojas de una contienda que embrutecerá a todos por igual y que a todos convertirá en asesinos y víctimas.

Una de las curiosidades de este libro es que supone un hecho excepcional en la historia de la literatura ya que en contadas ocasiones un escritor ha afrontado un suceso excepcional como éste sin apenas distancia temporal. Blasco Ibáñez escribió “Los cuatro jinetes del Apocalipsis” prácticamente mientras sucedían los hechos y aún así fue capaz de evitar la crónica periodística. Evidentemente la suya no es una posición imparcial: viviendo en París y poseído por un gran espíritu vitalista su postura siempre favorecerá al resistente y constante pueblo francés, que es el auténtico protagonista de la trama. Otra de las cosas destacables de esta novela es  la precisión con la que el escritor relata los escenarios  de la guerra, especialmente los de la batalla del Marne. Este libro es toda una premonición de lo que vendrá años después del Tratado de Versalles: una segunda Guerra Mundial también originada por Alemania (con argumentos similares a los de ésta)  que supondrá el origen común de otras guerras vividas en el siglo XX, muchas de ellas prolongadas hasta hoy en día.

Para finalizar cabe destacar que “Los cuatro jinetes del Apocalipsis” apenas tuvo aceptación en Europa. Teniendo en cuenta que se publicó en medio de la guerra (1916) también tiene su lógica. Aún así tuvo un enorme éxito en EEUU, siendo una de las novelas españolas más vendidas en Norteamérica.  

Dos veces “Los cuatro jinetes del Apocalipsis” ha sido adaptada al cine: una en 1921 protagonizada por Rodolfo Valentino y otra dirigida por Vincente Minnelli en 1962, pero ninguna de ellas es capaz de equipararse a la magia que se emana de las páginas de la novela. Más que recomendable, “Los cuatro jinetes del Apocalipsis” es uno de esos libros imprescindibles en cualquier biblioteca.

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