Poesía: Elogio a la ceguera

 

¿Estamos ciegos? ¿tendemos a la ceguera por naturaleza? ¿nos dejamos cegar sin oponer resistencia? ¿cuál es nuestra parte de responsabilidad en una sociedad ciega y cegadora? Todas estas preguntas lanzadas al aire son recogidas en las páginas de "Elogio a la Ceguera", un sugerente título con el que el poeta Adel Pereira parece recuperar la intención con la que Saramago escribió su famoso “Ensayo sobre la ceguera”: “denunciar una sociedad podrida y desencajada”. “Elogio a la ceguera” (Ediciones Paralelo, 2015) supone, además, un importante ejercicio de composición visual que, lejos de dejarnos ciegos, lo que pretende es abrirnos los ojos.

Las Cartas de amor de Enrique VIII a Ana Bolena

 

A comienzos de enero de 1528 el rey Enrique VIII de Inglaterra escribió una carta dirigida al castillo de Hever, en el Ducado de Kent. En ella el monarca expresaba su "intención inalterable" de casarse de nuevo prometiendo "rezar una vez al día" para lograr ese objetivo a cualquier precio. La destinataria de esta carta no era otra que Ana Bolena, dama de la reina Catalina perteneciente por rama materna a la familia Howard (una más influyentes de la nobleza inglesa) y de la que el Enrique se había encaprichado locamente. El máximo mérito de Ana hasta entonces no era ni su posición social ni haber recibido una esmerada educación en Francia y los Países Bajos sino su firme negativa a concederle favores sexuales al monarca. Eso para un hombre como Enrique suponía todo un reto y una obsesión casi enfermiza y dio origen a unos devaneos epistolares, quizá un tanto imprudentes, en los que vemos a un hombre insistente y concienzudo que, en contra de lo que muchos creen por el rudo aspecto de sus últimos años, albergó durante toda su vida intereses filosóficos e intelectuales elevados. Las cartas de amor de Enrique VIII a Ana Bolena recogen parte de esta correspondencia y son un regalo para los amantes de la historia y de la literatura. Y lo cierto es que es una suerte que editoriales como Confluencias Editorial apuesten por este tipo de publicaciones.

Biografías: Autorretrato de Mozart

 
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Inmaduro. Caprichoso. Orgulloso. Fiel. Idealista. Incorruptible. Presumido. A Mozart se le han adjudicado muchos adjetivos como músico aunque bastante menos como persona y éstos con los que empieza este artículo son algunos de ellos. Mozart gozó de un gran prestigio en su niñez, especialmente en su gran tourneé” por las cortes de media Europa, pero también sufrió el desafecto, el desamor, la desconfianza, la soledad y la ruina económica, y eso le marcó profundamente. El libro Autorretrato de Mozart” de P. A Balcells (El Acantilado, 2000) recorre, a través del análisis de su correspondencia pública y privada, la vida de uno de los músicos más importantes y relevantes de todos los tiempos. Se trata de una biografía inusualmente no cronológica que nos desvela aspectos muy concretos de su personalidad como la relación amor-odio con su padre, sus vínculos con la masonería, su visión del amor o su pasión por una música que, constantemente y sin pausa, fluia de su cabeza.

Opinión: La perpetua soledad de los escritores

 
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Imagen: Hombre Con la Cabeza Sobre La Mesa, de Franz Kafka.  Diario (7 de diciembre de 1916)

“Franz Kafka’s porn brought out of the closet”. “La métamorphose pornographique de Kafka”.“Kafka Pornograph?. Así es como los medios reaccionaron hace un tiempo ante la noticia de que Franz Kafka almacenaba en una valija y bajo llave algunos ejemplares de revistas algo "picantes" y subidas de tono. “Pornografía kafkiana” han llamado algunos a esta una colección conocida desde hace tiempo y que se conservaba en Biblioteca Británica y la Biblioteca Bodleian de Oxford. Humanizar a Kafka, convertirlo en uno más, no gusta a todos. Es como si de los grandes escritores se esperaran gestas trágicas, que tuvieran que ser siempre escritores malditos, tipos depresivos con traumas infantiles, adultos con relaciones sentimentales y afectivas complejas y enfermizas, hombres y mujeres muertos prematuramente, torturados por sí mismos o por otros, marginados sociales y así un largo etcétera de adjetivos que convierten a los escritores, precisamente, en personajes kafkianos. Porque sí, nos gustan las biografías de escritores dramáticas a la par que oscuras y con secretos bizarros. Quizá esto sea sólo un recurso de los normales para explicar una genialidad que nos es tan ajena que parece ser concebida únicamente al amparo de las adicciones, los abusos y el terror. Aún así hay algo más que todos los escritore tienen en común: la soledad.