Escritores: Fyodor y Anna



Querida Anna:

Ya es otra vez de noche y al cerrar los ojos no puedo evitar que las sombras se ciernan sobre mi. Oigo sus disparos rozando mi cabello, rociando de pólvora un sudor que cada vez es más frío hasta convertirse en agua helada impregnando los surcos de mi frente. Recuerdo que aquellos días había escarcha para cenar. También recuerdo el olor de aquella noche siberiana y el dolor agudo en mis manos y en mis pies. Se que tú me entenderás como nadie si te digo que mis manos están entumecidas, me duele sólo pensar en moverlas. Confesaste que a ti también te había pasado lo mismo en alguna ocasión. Tú me comprenderás porque tú eres la que agitas como nadie los dedos, la prestidigitadora que pone música celestial a la máquina de crear novelas. El traqueteo de tus dedos, tus golpes contra el papel, me parecen sinfonías entre las paredes. Pero ahora, la música de los disparos, que también son secos y rítmicos,  se me antoja mucho menos celestial.

Escritores: Maldito Baudelaire




Maldito el Baudelaire de los retratos, es de la mirada perdida y penetrante que reta al objetivo y que me mira desafiante, siempre al otro lado del espejo. Malditos ojos. Maldito simbolismo y maldito mundo indescifrable. Bendita Mariette quién crió al poeta y al que el maldito dedicó unos versos de Las flores del mal, y bendita la maldición de Sarah, la prostituta judía bizca y enferma para la que Baudelaire también tuvo palabras: Una noche en que estaba con una horrible Judía, como un cadáver tendido junto a otro, pensaba, al lado de aquel cuerpo vendido, en esta triste belleza de la cual mi deseo se priva.’ Tan maldita como el poeta fue Jeanne, la Venus negra, dama exótica y voluptuosa que inspiró una y otra vez a Baudelaire durante su larga e intensa relación.

Miscelánea/ historia: Las 168 páginas que cambiarían el mundo



Era un día excesivamente calurosa y el Conde bebía sentado en un populoso asiento de cuero marrón. Se limpiaba la frente con un pañuelo de seda mientras por su mente desfilaban palabras como unión, federalismo, europeísmo, unión de estados, democracia, justicia social, patriotismo. No podemos perder más tiempo, pensaba. Debemos unir nuestras fuerzas cuanto antes. Bebió otra taza de té helado, una de sus bebidas favoritas por la (supuesta) influencia de la mitad de sus cromosomas, japoneses. El folio todavía estaba en blanco. Apuró la taza. Se limpió los labios y miró al crucifijo que presidía su despacho.