"La corona maldita”: locura y lujuria en la corte de Felipe V

 

A pesar de lo atractivo de las biografías de Felipe V e Isabel de Farnesio “La corona maldita” me ha parecido un libro bastante simple y que no saca partido a la riqueza personal y “literaria” de la que podrían alimentarse ambos personajes. Aún así su lectura nos permite adentrarnos en algunos de los secretos de este matrimonio real, como todos los de su clase de conveniencia y como pocos los que se hacen por obligación bien avenido, especialmente en la alcoba. 




Que Felipe, segundo nieto del rey Luis XIV de Francia, no quería ser rey de España,  estaba cantado. La corte española era acomplejada, oscura y taimada, y estaba llena de supersticiones, así que poco o nada tenía que ver con  la libertina Versalles que su abuelo y su tío-abuelo Felipe habían gestado y que ya emana color y vida cuando le vio nacer. Pero no le quedó otra opción: como hijo segundogénito del por entonces Delfín de Francia sus aspiraciones al trono francés eran prácticamente nulas. También  improbables lo eran al trono español pero una serie de infortunios y un contexto internacional dirigido por el Sol de su abuelo  lo sentaron en el trono  que Carlos II, Hechizado y tío suyo, había dejado desierto. Y así,  quien no estaba llamado a tener un papel importante en la historia de convirtió en el fundador de una nueva casa real en España pasando a la historia como un longevo monarca que reinó en nuestro país durante 45 años y tres días. Nada que ver con su padre, cuyos días de reinado fueron, en total, cero: tal y como se le había predicho al rey Luis XIV cuando nació fue “hijo de rey y padre de rey, pero nunca rey” (No será el primer Borbón al que le pase eso, ¿Os suena la historia?).


Carlos II, el Hechizado. Su muerte sin descendencia dejó la "corona maldita" que ocupó Felipe V


Por supuesto Felipe no lo tuvo fácil: llegó precedido de una guerra y bajo el mandato absoluto de imponer el absolutismo a la francesa en Madrid. Aún así, al final  de sus días fue un monarca respetado, o al menos no odiado con igual saña en todos los territorios españoles. Pero eso es otra historia. Lo que nos interesa de su llegada a España es que Felipe coronado ya como Felipe V no manejaba hijos ni costuras y que todas sus ambiciones se resumían desde joven en una: tener un heredero y traspasarle cuanto antes la corona maldita.

Melancólico, depresivo, esquizofrénico y con TOC


 
Felipe V se casó dos veces. La primera con su prima hermana María Luisa Gabriela de Saboya, nieta de Felipe de Orleans (el hermano de su abuelo Luis) y que a la vez era su cuñada. En fin, dos hermanas para dos hermanos, algo típico en las bodas reales. La suerte de las jóvenes Saboya fue similar, pues ambas murieron siendo jóvenes y habiendo cumplido bien con su deber de dar herederos legítimos a sus esposos (Luis XV de Francia y el brevísimo Luis I de España respectivamente). 

Felipe V, su primera esposa y su hijo

El matrimonio de Felipe V y Mª Luisa Gabriela fue tranquilo.  Se conocían de toda la vida, se habían criado juntos y la experiencia marital resultó especialmente enriquecedora en la alcoba. Además estaban juntos en un país desconocido y extraño y se convirtieron  en apoyos más que necesarios.  Tuvieron cuatro hijos: Luis I, Felipe, Felipe Pedro y Fernando VI, y la felicidad conyugal adormeció la enfermedad mental del rey, hombre obsesivo desde niño como muchos otros miembros emparentados con la Casa de Orleans. Aún así sus excentricidades pasaban desapercibidas porque los intereses en la Corte eran otros: era necesario dar estabilidad y legitimidad al rey francés cuanto antes.  Lo único que sí llamaba la atención, aunque se hacían oídos sordos entorno a ello, era la obsesión por el sexo del rey. De hecho se llegó a rumorear en los mentideros de Madrid que la reina murió a causa de un sobre agotamiento (sexual, concretamente) tras dar a luz al que sería su cuarto hijo.

Hoy en día diríamos que Felipe V era un hombre esquizofrénico, obsesivo y depresivo, así que la melancolía de la que hablaban aquellos obtusos galenos de la época habría sido sobrepasada convirtiéndose en un estado continuo de demencia cuando el rey quedó viudo. 

Isabel de Farnesio: una bomba sexual en la corte de Madrid


 
En la misión de buscarle una nueva esposa al rey Felipe se dictaron las cualidades que la dama en cuestión debía tener: joven, de buen porte aunque no especialmente bella, sumisa e incluso algo obtusa y con amplias caderas y pechos para satisfacer al rey en la cama. Ese decían sería su único cometido pues incluso la fertilidad parecía no ser un problema ya que Felipe tenía tres hijos varones y sanos.

Y en un principio,  Isabel de Farnesio cumplía perfectamente con este perfil. Pero contra todo pronóstico la nueva reina se desveló como una mujer inteligente, viva y muy ambiciosa, y pronto se impuso en todos los aspectos de la vida del monarca. Aquí es donde empieza “La corona maldita”, con una italiana recién llegada comiendo parmesano que empieza a mover los hilos de una corte y de un reino. 

Felipe V y su segunda esposa, Isabel de Farnesio

Al parecer Felipe era un excelente amante por lo que la sintonía en la cama con su 2ª mujer se hizo evidente rápido. Disfrutaban de prácticas “poco decorosas” para la moral de la época y jamás ninguno de los dos tuvo amantes o líos fuera de la alcoba real. Fieles y apasionados, así podríamos definirlos y así nos los describen en este libro.  Pero la nueva reina pronto descubrió también que la salud mental de su marido era cada vez más débil y que afectaba a su estabilidad, a su humor, a su carácter e incluso a su higiene personal. Y algo peor: descubrió que el máximo anhelo de su esposo era abdicar en su hijo Luis.

Por supuesto Isabel estaba en contra de esta posibilidad que no sólo la apartaba de un poder que controlaba desde la sombra sino que privaba a sus propios hijos de reinar algún día. Aún así no pudo evitar que su marido renunciara a sus derechos en favor de su hijo mayor cuando éste cumplió 14 años y que se retiraran a vivir al campo.

La maldición del rey Felipe


La salud del rey Felipe mejoró considerablemente. Libre de cargas y obligaciones institucionales su día a día se limitaba a disfrutar de paseos, a entrevistarse con emisarios de tierras lejanas, a comer, a follar y a mirar relojes, algo que le obsesionaba. Sin embargo algo de maldita debía tener la corona de España para que todos quienes bajo ella se ponían cayeran enfermos: la joven esposa del joven rey Luis, Luisa Isabel, no sólo estaba tan desequilibrada como su suegro sino que además era maleducada, vulgar y obscena (incluso se masturbaba en público) y alcohólica precoz. Su esposo, por su parte, también bebía lo suyo y se pasaba las noches de burdel en burdel. 

Luis I y su mujer, Luisa Isabel

Por eso, aunque la muerte del rey Luis I cayó como un jarrón de agua fría en la corte y en el pueblo, y aunque cuando falleció los rumores de un envenenamiento apuntaban directamente a su madrastra añadiendo intriga a la corte, muchos respiraron aliviados de despedir con la tumba del joven rey a su excéntrica viuda. Esto supuso que Felipe volviera a tomar el poder. Y eso lo cambió todo para peor.

El segundo reinado de Felipe V comenzó en 1714. Su locura a partir de entonces fue continua, al igual que sus depresiones. Durante años llegó a creer que la corona maldita, aquella que había recibido del loco Carlos II, había traspasado su piel hasta llegarle a la sangre y que se había convertido en un muerto, en un vampiro. En este libro incluso se sugiere que fue visto por su esposa y su camarilla bebiendo sangre. En los últimos años de su vida Felipe V se refugió en la buena mesa, aumentando de peso de forma dramática. Murió el 9 de julio de 1746 en Madrid prácticamente inmovilizado por una apoplejía que lo tuvo en cama varios meses. 

Leer o no leer “La corona maldita”



“La corona maldita” me ha parecido un libro un poco simple y demasiado centrado en los temas de cama sin superar el pseudoerotismo. Y al fin y al cabo,  Felipe V no fue el único monarca, Borbón o no, al que le gustaba mucho el sexo (Felipe IV tuvo más de 40 hijos, Isabel II muchos bastardos,  la mayoría estando viuda, y qué decir de la colección de pornografía de Alfonso XIII), así que eso no es novedoso. Mostrarnos ese erotismo en una pareja y en una reina es algo más novedoso, aunque sigo pensando que las biografías de Felipe V y de Isabel de Farnesio podrían haberse encarrilado, aunque fuera en lo privado, de otra forma más reflexiva y menos banal. No obstante algo bueno sí tiene este libro: me ha descubierto nuevos personajes interesantes, entre ellos Luisa Isabel de Orleans, la reina Loca, de esas que a mi me gustan tanto. 


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