Cosas de libros: Una novela rusa

 

“Una novela rusa” no es ni "Crimen y Castigo", ni "Guerra y Paz", ni los "Hermanos Karamázov". “Una novela rusa” no huele a Tolstoi, ni a Dostoievski, ni a Pushkin. Esta novela rusa habla de un lenguaje y un idioma, el ruso, y de una forma de buscarse a sí mismo a través de la historia. Recuperar nuestra herencia es algo a lo que algunos nos vemos obligados. Emmanuel Carrère, autor de esta novela rusa, sintió esa obligación en pleno momento de crisis existencial. Como si el resto de obras de Carrère no  surgieran de un momento crítico, como si el resto no estuvieran habitadas por fantasmas.  El caso es que aquí Emmanuel Carrère esconde menos que en otros de sus trabajos. Posiblemente esta es su obra más autobiográfica y su escritura una forma de salir del armario ante su familia, ante la sociedad y ante él mismo.



Si “Orlando” está considerada como la  gran carta de amor de Virginia Woolf, “Una novela rusa” es un grito de desamor desarmado y sucio, obsceno por lo sincero que resulta y ambigüo porque Carrère se describe a sí mismo como un ser egoísta  y egocéntrico, clasista, celoso y compulsivamente manipulador. Sí, parece ser y estar que enamorados (o mal enamorados) puede convertirnos en seres de esa calaña. 

Por otra parte, que lo de Carrère es metaficción es cierto. En sus obras la biografía y la literatura se mezclan sin que sepamos dónde está el límite de qué. En “Una novela rusa” los límites parecen estar menos difusos. Todo parece verdad, toda ficción queda relegada a un par de anécdotas que incluyen un cuento, una ficción propiamente dicha que debía salir del papel e influir en la realidad y que acabó desbaratándolo todo y  volviendo loco al escritor. Metaficción, otra vez. Es el uso de este recurso, precisamente, lo que nos pone alerta sobre la veracidad de estos personajes, de estos paisajes grises y de ese proyecto. Sobre la veracidad de una historia de amor y desamor demasiado cruel incluso para los personajes obsesionados consigo mismos.

Posiblemente la parte más melancólica de “Una novela rusa” es la que hace referencia a los antepasados de Carrère. El escritor asegura que hay una historia que atormenta a su familia, un secreto que aparece velado y del que nadie habla. La recuperación de esta historia es  el punto de arranque, la excusa para iniciar un viaje personal y literario. Sin embargo, en un gesto que parece de egoísmo perpetuo, el que debía ser protagonista acaba convertido en una excusa, en una anécdota. Y eso es lo que menos me ha gustado de este libro. Es curioso porque el siempre impecable Carrère engancha con su perfección estilística como un demonio. Y sigues leyendo “Una novela rusa” casi sin quererlo aunque al final acabes buscando más encontrando como resumen final desazón y  expectativas rotas. Y más preguntas. A lo mejor ese era el objetivo de esta novela, el dejarte tan jodido como Carrère lo estuvo durante su ruptura amorosa o durante su viaje buscando sus raíces cerca de Siberia. Por cierto: parece ser que no encontró lo que buscaba aunque sí otras cosas.

Quizá el objetivo de todo esto es crear la misma expectativa erótica que aquel relato del que Carrère esperaba un éxito rotundo y que acabó convirtiéndose en estrepitoso fracaso. Si todos supiéramos que los planes van a salir mal los cambiaríamos, ¿no? ¿ o seríamos capaces de sacrificarnos con la esperanza de cambiarlo todo? ¿nos someteríamos a ese juicio a sabiendas de que no tenemos defensa y de que vamos a ser literalmente vapuleados?

De “Una novela rusa” de Carrère me quedo con el estilo impecable, con la capacidad para instruirnos en el uso de adjetivos, la cultura general  y la mezcla de ficción y realidad. Nada que no hiciera otra novela de este autor. No me quedo con el argumento, ni con un viaje que personalmente ni me parece una excusa ni un objetivo final. Creo que lo peor de este libro son las expectativas creadas y la ausencia de una respuesta, de una explicación. Aún así, al tratarse de casi una biografía (casi todos los personajes son reales, de hecho) suponemos que “Una novela rusa” fue una buena expiación para su autor. 
 
Para los demás, leerla para juzgarla. 
 

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