Demasiado cronista para ser escritor y demasiado literario para ser periodista Francisco Candel representa como pocos autores la fusión perfecta entre periodismo y literatura. “Han matado a un hombre, han roto un paisaje” no es ni de lejos la mejor ni más conocida (y reconocida) obra de Candel pero ha sido sin duda una sugerente lectura de verano capaz de “enganchar” al lector por su historia y por su estilo, poco habitual para haber sido una obra escrita en 1959. Por otra parte esta novela en la que se mezcla realidad y ficción es un buen ejemplo de la compleja y vasta obra de Franciso Candel y un fiel testimonio de una época, la de la posguerra española, marcada por la crudeza tanto en los paisajes como en los hombres, ambos todavía con las heridas abiertas por el enfrentamiento fratricida.
Cuando Francisco Candel escribió “Donde la ciudad cambia su nombre” en el año 1957 se metió a muchos en el bolsillo pero, sin quererlo, también se metió en un lío de narices. Aquella su segunda novela, nacida bajo las faldas de su exitoso debut (“Hay una juventud que aguarda”, 1956), una obra crítica e inspiradora para los jóvenes intelectuales del momento. Este segundo libro era una novela cruda y brillante que hablaba de inmigración y que contaba lo que sucedía en los barrios periféricos de las grandes ciudades sin ningún tipo de artificio. Se trataba de historias reales, tanto que llegaban a hacer daño. La temática de la novela permitía que un público amplio se sintiera identificado con ella. ¿El error? Candel contó las cosas tal cual, sin tapujos, sin filtros, llegando a citar hechos, calles y nombres reales. Muchos de sus vecinos se identificaron con sus personajes y, claro, en aquella España de la posguerra a muchos eso de encontrarse ante un retrato/espejo que les reflejaba fielmente les daba miedo, o vergüenza, o yo que sé. Porque claro, eso sí, Candel no contaba historias amables de princesas e intenciones nobles, sino el día a día de gente humilde y trabajadora. A raíz de publicar este libro Francisco “Paco” Candel se metió en un lío, sí, pero también cautivó a toda una generación de autores que, jóvenes como él, buscaban su propia voz en un mundo editorial hasta entonces tan estanco como estancado. Seguramente por esto todas las ediciones de “Han matado a un hombre, han roto un paisaje” (1959), contienen una importante advertencia a potenciales lectores: todos los nombres y hechos son inventados, pertenecen a la imaginación del autor, y si existe alguna coincidencia con la realidad es eso, pura y simple coincidencia, nada premeditado. El autor se aplicó bien eso de “más vale prevenir”, aunque luego, en el fondo, todo el mundo sepa lo que ocurre. Por eso, porque todo el mundo sabe lo que pasa cuando lees a Francisco Candel, es tan complicado diferenciar dentro de su obra lo que es novela y lo que son memorias, y “Han matado a un hombre, han roto un paisaje” no es una excepción en este sentido.
Fragmento de 'Bandera roja con estudio sobre Atenas'. Gervasio Pérez |
“Han matado a un hombre, han roto un paisaje” es una gran metáfora, una metáfora que sirvió al autor para disfrazar su propia biografía camuflada tras la vida de “El Grúa”, en parte un alter ego de Candel y en parte aquello que el autor probablemente nunca quiso ser. “El Grúa” representa todas las vertientes del hombre de aquel tiempo y de aquel lugar (un barriada prácticamente chabolista de la periferia de Barcelona en los años 30 y 40): es un hombre que nace, crece y evoluciona tal y como lo hace el paisaje, primero cubriéndose con chabolas y barracas y después con la invasión de la industria que mata el campo y las barracas y que da a luz una nueva generación de hombres siempre renegados. “El Grúa” es uno de ellos. Apenas levanta cabeza y el paisaje cambia de nuevo y se lleva todo por delante otra vez. Él vuelve a estar detrás, a la cola. Siempre pobre, siempre humilde, siempre sumiso. Por eso el título de la novela no es nada casual: el hombre está tan vinculado al paisaje que es una parte más de él perdiendo su substancia humana, convirtiéndose en algo infrahumano y siendo un elemento más del entorno sin ningún tipo de voluntad.
“Han matado a un hombre, han roto un paisaje” es una novela cruda, realista, dura y trágica pero es también una muestra de literatura valiente y sin complejos, muestra de un problema social que marcó a toda una generación. Sorprende sobre todo el lenguaje y el estilo, peculiar y poco “habitual” en los años cincuenta.
Muy recomendable tanto de leer como para hacer una breve reseña en este blog.
Primero de septiembre. Comienza un nuevo curso.
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