Era un día excesivamente calurosa y el Conde bebía
sentado en un populoso asiento de cuero marrón. Se limpiaba la
frente con un pañuelo de seda mientras por su mente desfilaban
palabras como unión, federalismo, europeísmo, unión de estados,
democracia, justicia social, patriotismo. No podemos perder más
tiempo, pensaba.
Debemos unir nuestras fuerzas cuanto antes. Bebió
otra taza de té helado, una de sus bebidas favoritas por la
(supuesta) influencia de la mitad de sus cromosomas, japoneses. El
folio todavía estaba en blanco. Apuró la taza. Se limpió los
labios y miró al crucifijo que presidía su despacho.
“ Europa-
comezó a escribir- ha pasado de ser objeto a sujeto de la
política mundial. [...] Se encuentra entre la Escila de la dictadura
militar Soviética, que quiere matarla. y el Carabidis de la
dictadura financiera Americana, que quiere comprarla. Hay una sola
salida, Paneuropa, pero una Paneuropa que es en realidad una pequeña
Europa, porque excluye a Rusia e Inglaterra.”
Paró su pluma. Revisó la taza vacía y pidió más té
helado a su sirvienta. El Conde aún no había cumplido los treinta
años y sin embargo el espíritu cosmopolita que le acompañaría
durante el resto de su vida ya se había instalado en sus venas.
Nacido en Tokio en 1894, de ascendencia austriaca, flamenca y
cretense, y después fue checo, vivió en EEUU y finalmente fue
naturalizado francés. Sus ideas, un tanto apocalípticas eran
herencia de las ruinas que la I Guerra Mundial había dejado
dispersadas por todo el continente. Europa es débil, ya no es una
potencia. Sus pueblos están enfrentados.
Eijiro (así era su nombre en japonés), se imaginaba a
sí mismo dibujando un nuevo mapa del mundo, construyendo una nueva
Europa utilizando como espejo vivo los estados unidos de América. En
el horizonte, vislumbraba una liga con los espacios habituales. Se
vislumbra una liga mundial con los acostumbrados espacios:
Panamérica, Paneuropa, Commonwealth, Rusia y Lejano Oriente.
Todavía estaba lejos su futura huída de la Alemania
nazi en 1938 y su periplo por las universidades norteamericanas en
los años cuarenta. El conde se expresaba con claridad, buscando una
reacción rápida de los lectores. No había tiempo que perder.
Continuó escribiendo.
“ Europa como
concepto político no existe. Esta parte del mundo engloba a pueblos
y Estados que están instalados en el caos, en un barril de pólvora
de conflictos internacionales, y en un campo abonado deconflictos
futuros. Ésta es la Cuestión Europea: el odio mutuo de los europeos
que envenena la atmósfera “
Y siguió haciéndolo
durante las tres semanas siguientes.
Las ciento sesenta y ocho páginas destinadas a cambiar
el curso de la historia se escribieron apresuradamente entre las
paredes del despacho del conde. Era la primavera de 1923 y al otro
lado del océano, en los felices Estados Unidos, un tal Jay Gatsby
empezaba a merodear por la cabeza de Scott Fitzgerald. Mientras el
escritor norteamericano daba vida al nuevo rey del West Egg, en
Kansas city Walt Disney publicaba la serir de cortos “Las Comedias
de Alicia” inspiradas en la famosa obra de Lewis Carroll y que
servirían como preludio de la gran carrera del magnate de los
dibujos animados. En ese mismo momento, la Europa vencedora
vapuleaba a una Alemania perdedora inconsciente de que aquellos años
eran simplemente un periodo intermedio entre las dos Grandes Guerras
que destrozarían el Viejo Continente. Y en España, ante el clamor
y el descontento popular, Alfonso XIII se rizaba el bigote
observando su colección de fotografías pornográficas como
antecámara a la dictablanda, que llegaría poco antes de finalizar
el verano.
El manifiesto Pan-Europeo no contó con todo el apoyo necesario. Los pacifistas se mantenían escépticos, anunciando su fidelidad a Ginebra y fue atacado por los nacionalistas y revisionistas indignados por la aceptación en sus líneas de las fronteras de Versalles. Los proteccionistas, se sentían inseguros ante las posibles reformas arancelarias. Únicamente la derecha apoyó de buen grado este proyecto, sobre todo por el confesado y manifiesto catolicismo del Conde, lo que les proporcionó la idea de la una Europa Cristiana unida y libre. Pero ese no era el objetivo.
“La Cuestión
Europea será resuelta sólo mediante la unión de los pueblos de
Europa. El mayor obstáculo a la realización de los Estados Unidos
de Europa son los mil años de rivalidad entre las naciones más
populosas de Europa: Alemania y Francia”
Con su manifiesto, con su libro, el conde buscaba algo
más que una institución supraestatal, artificial y ajena al devenir
histórico. Quería algo real, más allá de los partidos políticos,
las ideologías, las religiones y las fronteras geográficas. Pero...
¿Cuál es el origen de Europa? ¿Quiénes son los ciudadanos de
Europa? ¿Qué es la identidad europea?
El conde murió en 1974, viendo un Movimiento Europeo
que difería mucho de lo que el había imaginado. Murió mirando un
crucifijo y pensando en su Panaeuropa, en Heinrich, en Mitsu, en
Hans4,
en su familia, en su utopía, sin saber que, sesenta años después
de su muerte, una tercera Guerra Mundial capitaneada por los
continentes, convertiría en real su añorada Paneuropa.
4- Richard
Coudenhove-Kalergi es el autor del manifiesto Pan-Europa (Viena,
1923) y está considerado por muchos como uno de los padres de la
Unión Europa. En el capítulo, nos referimos a él como el Conde.
Fue el segundo hijo del diplomático y conde austrohúngaro
Heinrich Coudenhove y de Mitsu Aoyama, de origen japonés.
No hay comentarios:
Publicar un comentario