Miscelánea/ historia: Las 168 páginas que cambiarían el mundo



Era un día excesivamente calurosa y el Conde bebía sentado en un populoso asiento de cuero marrón. Se limpiaba la frente con un pañuelo de seda mientras por su mente desfilaban palabras como unión, federalismo, europeísmo, unión de estados, democracia, justicia social, patriotismo. No podemos perder más tiempo, pensaba. Debemos unir nuestras fuerzas cuanto antes. Bebió otra taza de té helado, una de sus bebidas favoritas por la (supuesta) influencia de la mitad de sus cromosomas, japoneses. El folio todavía estaba en blanco. Apuró la taza. Se limpió los labios y miró al crucifijo que presidía su despacho.


Europa- comezó a escribir- ha pasado de ser objeto a sujeto de la política mundial. [...] Se encuentra entre la Escila de la dictadura militar Soviética, que quiere matarla. y el Carabidis de la dictadura financiera Americana, que quiere comprarla. Hay una sola salida, Paneuropa, pero una Paneuropa que es en realidad una pequeña Europa, porque excluye a Rusia e Inglaterra.”

Paró su pluma. Revisó la taza vacía y pidió más té helado a su sirvienta. El Conde aún no había cumplido los treinta años y sin embargo el espíritu cosmopolita que le acompañaría durante el resto de su vida ya se había instalado en sus venas. Nacido en Tokio en 1894, de ascendencia austriaca, flamenca y cretense, y después fue checo, vivió en EEUU y finalmente fue naturalizado francés. Sus ideas, un tanto apocalípticas eran herencia de las ruinas que la I Guerra Mundial había dejado dispersadas por todo el continente. Europa es débil, ya no es una potencia. Sus pueblos están enfrentados.

Eijiro (así era su nombre en japonés), se imaginaba a sí mismo dibujando un nuevo mapa del mundo, construyendo una nueva Europa utilizando como espejo vivo los estados unidos de América. En el horizonte, vislumbraba una liga con los espacios habituales. Se vislumbra una liga mundial con los acostumbrados espacios: Panamérica, Paneuropa, Commonwealth, Rusia y Lejano Oriente.

Todavía estaba lejos su futura huída de la Alemania nazi en 1938 y su periplo por las universidades norteamericanas en los años cuarenta. El conde se expresaba con claridad, buscando una reacción rápida de los lectores. No había tiempo que perder. Continuó escribiendo.

Europa como concepto político no existe. Esta parte del mundo engloba a pueblos y Estados que están instalados en el caos, en un barril de pólvora de conflictos internacionales, y en un campo abonado deconflictos futuros. Ésta es la Cuestión Europea: el odio mutuo de los europeos que envenena la atmósfera “

Y siguió haciéndolo durante las tres semanas siguientes.

Las ciento sesenta y ocho páginas destinadas a cambiar el curso de la historia se escribieron apresuradamente entre las paredes del despacho del conde. Era la primavera de 1923 y al otro lado del océano, en los felices Estados Unidos, un tal Jay Gatsby empezaba a merodear por la cabeza de Scott Fitzgerald. Mientras el escritor norteamericano daba vida al nuevo rey del West Egg, en Kansas city Walt Disney publicaba la serir de cortos “Las Comedias de Alicia” inspiradas en la famosa obra de Lewis Carroll y que servirían como preludio de la gran carrera del magnate de los dibujos animados. En ese mismo momento, la Europa vencedora vapuleaba a una Alemania perdedora inconsciente de que aquellos años eran simplemente un periodo intermedio entre las dos Grandes Guerras que destrozarían el Viejo Continente. Y en España, ante el clamor y el descontento popular, Alfonso XIII se rizaba el bigote observando su colección de fotografías pornográficas como antecámara a la dictablanda, que llegaría poco antes de finalizar el verano.

El manifiesto Pan-Europeo no contó con todo el apoyo necesario. Los pacifistas se mantenían escépticos, anunciando su fidelidad a Ginebra y fue atacado por los nacionalistas y revisionistas indignados por la aceptación en sus líneas de las fronteras de Versalles. Los proteccionistas, se sentían inseguros ante las posibles reformas arancelarias. Únicamente la derecha apoyó de buen grado este proyecto, sobre todo por el confesado y manifiesto catolicismo del Conde, lo que les proporcionó la idea de la una Europa Cristiana unida y libre. Pero ese no era el objetivo.

La Cuestión Europea será resuelta sólo mediante la unión de los pueblos de Europa. El mayor obstáculo a la realización de los Estados Unidos de Europa son los mil años de rivalidad entre las naciones más populosas de Europa: Alemania y Francia”

Con su manifiesto, con su libro, el conde buscaba algo más que una institución supraestatal, artificial y ajena al devenir histórico. Quería algo real, más allá de los partidos políticos, las ideologías, las religiones y las fronteras geográficas. Pero... ¿Cuál es el origen de Europa? ¿Quiénes son los ciudadanos de Europa? ¿Qué es la identidad europea?

El conde murió en 1974, viendo un Movimiento Europeo que difería mucho de lo que el había imaginado. Murió mirando un crucifijo y pensando en su Panaeuropa, en Heinrich, en Mitsu, en Hans4, en su familia, en su utopía, sin saber que, sesenta años después de su muerte, una tercera Guerra Mundial capitaneada por los continentes, convertiría en real su añorada Paneuropa.

4- Richard Coudenhove-Kalergi es el autor del manifiesto Pan-Europa (Viena, 1923) y está considerado por muchos como uno de los padres de la Unión Europa. En el capítulo, nos referimos a él como el Conde. Fue el segundo hijo del diplomático y conde austrohúngaro Heinrich Coudenhove y de Mitsu Aoyama, de origen japonés.   

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