[ Saint-Exupéry de los altos vuelos



Si Antoine Saint-Exupéry hubiera vivido hoy en día, habría decidido saltar él mismo desde la estratosfera. Un gran salto con un pesado traje de 1,58 kilos por pulgada, una visera especial contra el sensor, decenas de sensores de velocidad, una manguera de oxígeno y un espejo para chequear su paracaídas. En total, una caída de 39.000 metros filmada desde su propia perspectiva y retransmitida a todo el mundo. Saint-Exupéry lo hubiera hecho. Era un amante del aire. Un pionero de la aviación. Lo hubiera hecho con su inseparable gorro de aviador atado bajo la barbilla. Aunque estudió arquitectura en la Facultad de Bellas Artes, Saint-Exupéry siempre tuvo debilidad por volar. Por eso, primero como trabajador del correo postal francés para vuelos internacionales y después como piloto comercial, el autor de El Principito nunca dejó de surcar los aires.

Se estrelló en numerosas ocasiones. Varias de ellas mientras hacía la ruta Touluse-Dakar. Pero su caída más sonada y también la que más le afectó a nivel personal fue la ocurrida el 30 de septiembre de 1935 en el desierto del Sahara. En aquella ocasión, Saint-Exupéry competía en una carrera que cubría la ruta París- Saigón (actual Vietnam). Él y su mecánico, el aviador André Prévot (abajo, imagen de ambos), sobrevivieron milagrosamente a la colisión, pero se quedaron rápidamente sin agua. Sus suministros les duraron sólo dos días en los que se enfrentaron al calor del desierto, a la deshidratación y a las continuas alucinaciones producidas por aquel estado de shock. Al borde de la muerte, fueron rescatados por un beduino. Tras esta experiencia, Saint-Exupéry escribió Tierra de Hombres”, un libro biográfico publicado en febrero de 1939. Pero este impacto también abrió la que sería su obra cumbre: El Principito.



El cuento de los “símbolos ocultos”

Presentado como un cuento infantil, El Principito es un trabajo sobre la naturaleza humana y que recoge, en forma de metáfora, algunos de los episodios más importantes de la vida de su autor y del contexto social e histórico que le tocó vivir.

Las interpretaciones sobre El Principito van más allá del tiempo y han trascendido a varias generaciones. Algunas incluso abarcan un campo más “cosmogónico” y que, personalmente, me resulta fascinante: en el año 2001 El investigador japonés Yoshitsugu Kunugiyama sugirió que la ilustración de la portada original de “El Principito” fue elaborada por el autor con una configuración astronómica deliberada. En la imagen, Saint-Exupéry trazó en un triángulo isósceles a los planetas Saturno y Júpiter, y la estrella Aldebarán. Esa formación estelar ocurrió a inicios de los años 1940 y se repitió en el año 2000. Kunugiyama cree que Saint-Exupéry dibujó esa disposición de forma intencionada para conmemorar el centenario del nacimiento de su gran obra, ya que el piloto francés era un experto en navegación y en matemáticas. Sorprendente, ¿no? Pero algo deber de cierto si comprobamos que Saint-Exupéry era un amante de la astronomía y cómo la historia le ha “comensado en este sentido: Un asteroide descubierto en 1975 fue nombrado 2578 Saint-Exupéry, en honor al escritor y la Fundación B612 (cuyo nombre es una referencia al libro) se encarga de rastrear asteroides que puedan significar una amenaza a la Tierra.


Estrella Aldebarán de Taurus (redondeada con un círculo)

Pero por supuesto, hay más. Por ejemplo, sabemos que Saint-Exupéry era un enamorado de África, por eso, eligió dos especies autóctonas del continente para que habitaran o que existieran de alguna forma en el planeta de El Principito: el zorro y los baobabs. Del primero, decir que el compañero de viaje del protagonista del cuento está inspirado en un fénec (o zorro del desierto), un animal al que el autor pudo conocer mientras trabajaba como piloto postal en vuelos por el norte de África. A los baobabs, curiosos árboles que parecen estar plantados al revés y que forman parte de la cultura popular y las leyendas africanas (árboles de la vida que albergan espíritus en su interior), les dio un significado que iba mucho más allá de su origen: estos árboles, que en el libro destrozan planetas con su grandes raíces, simbolizan al nazismo y sus intentos por dominar al mundo.


Fenec o zorro del desierto

El otro punto simbólico de la obra es la rosa, el bien más preciado de El Principito. En este caso, Saint-Exupéry quiere hacer referencia a su esposa, la escritora y artista salvadoreña Consuelo Suncin, considerada su musa y con la que mantuvo una tormentosa relación marcada por las separaciones y las infidelidades. El planeta donde se encuentra la Rosa está rodeado por tres volcanes; este lugar representa a El Salvador, país natal de Consuelo, conocido como “la tierra de los volcanes”. Así mismo, el autor revela sus dudas sobre la naturaleza del matrimonio y la fidelidad en el pasaje en que descubre un campo de rosas en su visita a la Tierra.


La desaparición de Saint-Exupéry


Durante décadas, la muerte de Saint-Exupéry ha sido uno de los grandes misterios del mundo literario, similar a otras como la Edgar Allan Poe o Arthur Conan Doyle. El escritor galo desapareció el 31 de julio de 1944 durante una misión de reconocimiento. Nunca se supo su paradero, pero varios días después, un cuerpo con un traje de la Fuerza Aérea de Francia fue hallado al sur de Marsella y seidentificó con el de Exupéry. En septiembre de 1998, un pescador francés halló un brazalete de plata con los nombre de Saint-Exupéry y su esposa Consuelo, y en mayo de 2000 un buzo encontró restos de un P-38 Lightning (el avión que usó el escritor el día que desapareció) esparcidos por la costa de Marsella. Tres años después los restos del avión fueron recuperados y tras un análisis, autenticados como la nave de Saint-Exupéry. Sobre el cuerpo hallado en 1944, se mantiene la teoría de que pudo haber sido arrastrado por el mar hasta el punto donde se encontró.



Murió el autor, pero evidentemente no su obra. A día de hoy, El Principito está considerada como una de los libros más vendidos de la historia junto con Dos Ciudades, de Charles Dickens. 

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