[un muerto, una huída, un baúl

La chica saboreaba sin saberlo carne de las yemas de sus propios dedos. No se había dado cuenta de que las uñas antes moradas y limadas habían desaparecido. Mejor dicho, no se percataba de que durante esta media hora de inocente interrogatorio había estado comiendo uña con esmalte barato. El policía, de voz ronca y aliento barítimo, no paraba de dar vueltas alrededor del baúl donde estaba el cadáver. A priori, sus atributos poco femeninos y la relación profesional que les unía le libraban de ser sospechosa de la desaparición de Guy, y la policía la interrogaba, según le habían dicho, para corroborar las sospechas de que el arquitecto había sido victima de un lío de faldas o de un negocio turbio. Sin embargo, Annie estaba nerviosa ante de la posibilidad de que su vecino mirón, el de la silla de ruedas, hubiera visto algo y llamado a la policía. Mientras el inspector hacia conjeturas sobre los últimos pasos de Guy, Annie pensaba en “Scottie”, su amante favorito, en lo fácil que había sido clavarle un punzón de hielo en el pecho y en lo difícil que había sido hacerlo contorsionista para meterlo dentro del baúl sobre el que ahora se sentaba el inspector de policía. Mientras pasaban los minutos, Annie decidió que, ya que su jefe había decidido hacer una de sus escapaditas de duración indefinida , pasaría por la oficina para coger algo de efectivo de la caja fuerte. Después, arrancar el coche, cargar el depósito y buscar un hostal de carretera donde pasar la noche. En la montaña. O cerca de un lago. Daba lo mismo. Lo importante era perderse. Quien sabe, quizá en un lugar así, apartada completamente del mundo, escuchando únicamente el ruido de los pájaros, podría encontrar la paz.

Hoy 29 de Abril se cumplen 30 años de la muerte de Alfred Hitchcock, genio del suspense, del cine y de las formas de narrar.

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