El gran gigante perdió parte de su historia y se fue quedando ciego con el paso de los años. La historia ardió entre las llamas. Empezó a quemarse poco después de que Pu Yi fuera recluido entre los muros de la Ciudad Prohibida. Después, la invasión y la Revolución Comunista, primero, y la Revolución Cultural, después, hicieron el resto. La historia real, esa de la que sólo son testigo las fotografías, se quedó entre paredes de madera, en baúles y en buhardillas comidas por el polvo, igual que le había ocurrido a su último Emperador, un hombre tímido y timorato atrapado durante toda su vida en el gran bucle que era su propia historia.