Novela: Hay un rey loco en Dinamarca

 
Laurence Olivier en una escena de Hamlet en la versión de 1948

Hay un rey loco en Dinamarca. Y no es Hamlet, deberíamos precisar.  La segunda novela de Darío Fo nos lleva a  historia de finales del siglo XVIII marcada por la potente personalidad de algunos de los monarcas de la Casa Olderburgo, y personajes desconocidos para muchos y que bien merecen la revisión de los amantes de la biografías curiosas. Si su padre el rey Federico V destacó por su carácter licencioso el protagonista de esta novela (Cristián VII) lo hizo por los fuertes brotes esquizofrénicos que le apartaron del trono y de la realidad. 



Súbditos del rey de Dinamarca...¡larga vida al rey!


La biografía de Cristián VII de Dinamarca tiene todos los elementos para hacer de su vida una novela: locura, amor, alcohol, prostitutas, amantes, una madrastra que a su vez es reina viuda, un hermanastro extremadamente ambicioso, un matrimonio concertado, intrigas en la corte, conspiraciones, hijos bastardos y alguna que otra venganza. Sí,  este rey danés podría haber inspirado una tragedia shakesperiana si  no hubiera nacido 150 años después de la publicación de Hamlet. 

Aún así las referencias  a la obra de Shakespeare son obligatorias  porque comparten localización geográfica, porque al rey Cristián le gustaba mucho el teatro y porque tanto “Hamlet, príncipe de Dinamarca” como “Hay un rey loco en Dinamarca” (Siruela, 2016)  están escritas por dramaturgos y por lo tanto tienen mucho de teatro. El autor de la primera es William Shakespeare, así que sobran las palabras; el de la segunda, el Nobel de Literatura Darío Fo. También sobran las palabras. En este segundo caso, además, la pluma del dramaturgo convierte lo que a priori  parece una trama complicada en un viaje sencillo. 

Darío Fo es experto en dibujar escenarios y no enfatiza donde lo harían otros, no se centra en lo morboso o tremendista. La suya es una escritura “guía”, un camino a seguir protagonizado por la serenidad, el lenguaje sencillo y la claridad en la exposición de ideas que son un ejemplo más de las tablas del maestro Fo en esto de juntar palabras. 

Izquierda: retrato oficial de Cristián II expuesto en el Castillo de Rosenborg. Izquierda: retrato del mismo monarca realizado por Darío Fo

El sueño de un rey loco y un médico


Uno de los puntos que más poderosos de esta historia de Cristián VII es el papel de Johann Friedrich Struensse, médico alemán que fraguó una íntima amistad con el rey junto al que planificó cambios para un reino en decadencia y atrasado económica y socialmente. Struensse acabó convertido en Primer Ministro e intentó llevar a cabo algunas reformas progresistas en Dinamarca. También cayó rendido ante los encantos de la reina, Carolina Matilde de Gran Bretaña, hermana menor del rey de Inglaterra.

Aunque Darío Fo intenta ofrecer una historia de amor real entre Cristián y su esposa lo cierto es que aquel matrimonio se realizó, como tantos otros reales, por conveniencia. De hecho el monarca fue bastante disoluto y mantuvo relaciones sentimentales duraderas con prostitutas. La relación entre Struensse y la reina, por su parte, duró varios años y de ella nació una niña, Luisa Augusta, reconocida como hija del rey. Sin embargo las medidas liberales adoptadas por Struensse y su ascenso político se tradujeron en la enemistad del sector más absolutista de la Corte capitaneado por la reina viuda Juliana María y su hijo Federico quienes, aprovechando la debilidad mental del rey, no dudó en conspirar para convencerle de que su hombre de confianza estaba planeado asesinarle. 

En 1772 Struensse fue acusado oficialmente de ofensa a la monarquía por mantener una relación extramarital con la reina. Al reconocer ésta el adulterio su matrimonio fue anulado y Matilde deportada a Celle, cerca de Hannover, donde murió en 1775 a los 23 años. Struensse fue condenado a la pena capital. Al igual que ocurre en Hamlet al rey Cristián también le persiguió durante el resto de su vida un fantasma, el de su antiguo amigo condenado a morir descuartizado.

De la biografía al teatro y de la locura a la absoluta lucidez


La muerte de Struensse dio paso a una época de retroceso en Dinamarca y a un gobierno presidido por un rey en estado de demencia en la que la reina viuda y su hijo dirigían el destino de su país.

Entonces entra en escena el joven príncipe, el futuro Federico VI. Este personaje está construido de forma un tanto confusa: es un niño que habla, se comporta y procesa la información como un adulto así que asume el destierro de su madre y la compleja relación con su abuelastra incluso con cierta naturalidad. Incluso para los más fríos es poco creíble. Quizá la intención de Darío Fo corresponda a un intento de despejarnos aspectos de la personalidad de este monarca amante de la cultura, fundador de la Real Universidad Federacea (Universidad de Oslo), del Museo Thorvaldsen (el primer museo de Dinamarca) y defensor de la ciencia, especialmente de la astronomía. Políticamente su posición junto a Napoleón en la guerra contra Rusia llevó a su país a la bancarrota y perdió sus vastos dominios en Noruega. Debido a esta situación Federico renunció a las posiciones liberales de su regencia, instauró la censura y se convirtió en un monarca autoritario y reaccionario que volvió a sumergir a Dinamarca en una época gris. 

Quienes se acerquen a “Hay un rey loco en Dinamarca” no deben confundirse: estamos ante una novela y no ante una biografía aunque este libro se base en personajes y hechos reales. De hecho la ausencia de datos y nexos más concretos (algunos de los cuáles he ido destripando a lo largo de este artículo) forma parte del estilo que Fo ya nos demostró en su primera novela, “Lucrecia Borgia, la hija del papa”



Al final lo más importante de esta historia es cómo los personajes se convierten en humanos de a pie, hombres y mujeres que desnudos  y sin abalorios ni artificios que podrían ser de ésta o de cualquier época pasada. También es un ejemplo de cómo afrontar la locura. Tras leer “Instrumental” vuelves a recordar que la locura es un estado más del ser humano y que, como tal, cada uno la supera o convive con ella a su manera. Cristián II lo hizo, al igual que muchas otras personas, como mejor pudo. Este rey  al que todos llamaban y daban por loco era  totalmente consciente de su realidad así que aprovechó sus escasos momentos de lucidez para dejar un buen legado a lo suyos. Tomó medidas como la abolición de la pena de muerte y la explotación y puso en marcha un intento más que avanzado de libertad de expresión.

Quizá hoy en día esto nos parezca poco pero ya es más de lo que hacen o harán otros reyes y mandatarios que, presumiendo de cordura e inteligencia, se mantienen intactos ante  las injusticias que padecen los mismos ciudadanos que les otorgan su posición. A veces son mejor los locos que los desagradecidos.

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