Libros de verano: Orlando

El próximo mes de septiembre llega a las librerías, de la mano de Editorial Dos Bigotes“A Virginia le gustaba Vita”, una novela  de Pilar Bellver que se adentra en la historia de amor entre la escritora Virginia Woolf y la poetisa y decoradora inglesa Vita Sackville-West. Para ir calentando motores hago en este artículo una reseña de "Orlando", una de las novelas más curiosas de Woolf y que, según el hijo de Sackville-West, es "la más larga y encantadora carta de amor en la literatura". Porque sí, Vita fue la inspiración de Virginia para escribir esta biografía apócrifa de un noble inglés que sobrevive a 16 reyes durante cuatro siglos y que, cual Tiresias moderno, experimenta un cambio de sexo en sus propias carnes. En este sentido no puedo sino comparar, siempre con las distancias oportunas,  “Orlando” con obras como “Las Metamorfosis” de Ovidio o “Middlesex” de Eugenides por esa capacidad de sentirse entre dos géneros que define en parte la propia biografía de Virginia Woolf. Por lo demás este libro es para los críticos el más accesible de la autora y por eso también uno de los más leídos y populares a pesar de ser una rareza a nivel narrativo.


Virginia Woolf siempre quiso escapar de su destino. Una de sus obsesiones fue cultivar géneros literarios como el ensayo y la crítica además de la narrativa. No podía ser una escritora de ficción más. Las novelas no eran suficientes para ella. No podía disfrazarse de Jane Austen encorsetada en trajes victorianos. Tampoco quería. Así que debía, una vez más, desmarcarse, salirse del camino. Además Virginia era una grandísima lectora por lo que la crítica literaria siempre estuvo entre sus planes. 

Fue en una Europa que se desangraba y en la que "Somme" era sinónimo de fosa de tierra tragando tiernos cadáveres  cuando Virginia Woolf escribió su primer ensayo literario. “El lector común” fue publicado en el Times Literary Supplement el 30 de noviembre de 1916. Hace casi un siglo. El nombre no es casual porque Virginia Woolf no se olvidó nunca del lector. Quizá por eso en su “Orlando” se dirija a él directamente sin tapujos, con toda la artillería por delante. De hecho al abrir "Orlando" el lector sabe en todo momento dónde está y entiende de antemano que entre las páginas que tiene delante se diluyen los límites de lo público, lo privado, lo político, la ficción, la historia o la biografía. Precisamente no tener unos esquemas estancos para encuadrar y definir este libro es uno de sus mayores atractivos. 

¿A quién amaba Virginia Woolf? 


Al lector de “Orlando” no debe importarle que se omita lo que en cualquier otro género y obra sería información fundamental. ¿Qué hace a este ser especial para vivir más de cuatrocientos años? ¿Bajo que procesos y con qué explicación se produce su cambio de sexo? ¿Cómo es posible que sus criados le reconozcan, a lo largo de cientos de años, en sus papeles de hombre y mujer indistintamente? ¿Lo suyo es una maldición o una bendición? ¿De quién procede? ¿Cuál es su evolución vital? ¿Por qué se frena en los 30 años? ¿Quizá es porque esa era la edad de Vita cuando Victoria y ella se conocieron y eso supuso un parón de tiempo en la biografía de Woolf?

Ninguna de estas preguntas tiene respuesta porque en “Orlando”. En esta historia la lógica queda totalmente al margen. Lo importante, repetimos, es el lector, siempre el lector, como se siente y que interpreta, y por eso Virginia Woolf le entrega el control en todos estos aspectos.

“Esnob como soy, rastreo sus pasiones quinientos años atrás y se convierten en algo romántico, como un viejo vino amarillo”


Puede que esta sentencia de Vita Sackeville-West sea el origen de “Orlando”, las palabras que abrieron los ojos de Virginia Woolf. Pocos días después escribió en su diario:  “Uno de estos días, sin embargo, esbozaré aquí, como un gran retrato histórico, los bocetos de todos mis amigos (…). Vita debe ser Orlando, un joven noble (…). Y será veraz, pero fantástico”. Resulta que estas palabras son la definición perfecta, Orlando en estado puro. 


Virginia y Rita

Sin embargo existen otras teorías que apuntan a que “Orlando”, más que una carta de amor como sostiene el hijo de Rita, fuera una muestra de celos, la historia de una seducción, una traición y una venganza. Si no, ¿por qué crear a Orlando como un hombre, enviarlo lejos a un lugar con una cultura completamente diferente, castrarlo tras una revelación cargada de arrepentimiento y luego usar al personaje para jugar con el género literario y la identidad sexual? Esta ambigüedad hace que, por momentos, “Orlando” parezca al mismo tiempo una carta de amor y un reproche . Amor y celos, realidad y ficción, amor y odio, masculino y femenino, biografía y novela, placer y venganza. Tanta dualidades como la propia Virginia...

Otra teoría es que “Orlando” sea una sátira. Virginia Woolf era conocida en su círculo de amigos por sus interacciones inquisitivas y burlonas. En todo caso para quiénes las conocieron (a Virginia y a Vita, quiero decir) no había duda. Mary Campbell, amante de Vita, afirmó tras leer “Orlando”: "Odio la idea de que tú, que permaneces tan oculta, secreta y orgullosa, incluso para la gente a la que mejor conoces, seas presentada de repente tan al desnudo ante cualquiera que lo lea". Y no sólo era por las evidentes coincidencias a nivel biográfico (Vita Sackville-West era de origen noble, su familia había sido distinguida por la reina Isabel – igual que Orlando-, tuvo un agran mansión y propiedades en parajes similares a los descritos en el relato, pasó un tiempo en Oriente, mantuvo relaciones con hombres y con mujeres  -lo que puede leerse en el juego de género y el erotismo sexual – y se casó  con Sir Harold George Nicolson, con quien mantuvo un matrimonio abierto y que en “Orlando” aparece reflejado en  Shemlerdine, personaje de género cuestionable y con el que Orlando-mujer se casa debido a las presiones sociales). 

De forma más evidente Woolf utilizó fotos reales de Vita, caracterizada como hombre y como mujer, para ilustrar su libro. 



Interpretación, lectura y escritura en Orlando


El personaje de Orlando de Virginua Woolf  tiene un interés desmesurado por la lectura y por la escritura. Así lo demuestra “El roble”, un poema que el protagonista escribe, destroza y destripa durante siglos, o las relaciones que establece con escritores como Greene, muy crítico con él durante su juventud y con quien se reencuentra décadas después cuando aparecen los editores y el papel del escritor cambia al verse sometido, además de a lo puramente creativo, también a lo comercial. Green también lleva demasiados años vivom como si fuera la literatura lo que nos convierte en supervivientes del tiempo o de nuestra propia vida. (Esto tiene que ver mucho con la biografía de Virginia Woolf, ¿no os parece?)

Hay otras muchas referencias que convierten la biografía de Orlando en un apasionante viaje literario. Además de la inevitable al "Orlando Furioso" de Ludovico Ariosto la primera de ellas es a “Otelo” (imposible no hablar de Shakespeare y, ¿será eso una señal más de que nos encontramos ante una novela de celos?), también a Jonathan Swift, a “El amante de Lady Chatterley” de D.H Lawrence y a importantes personalidades de la época entre la que me gustaría descatar a la poeta Christina Rossetti (también se menciona a mis queridos wombats).

A pesar de su riqueza en multitud de aspectos la lectura y escritura de “Orlando” carece de sentido si eliminamos el cambio de sexo, la transformación de Orlando de hombre a mujer. Según la tradición clásica Tiresias, adivino de Tebas, separó dos serpientes mientras se estaban apareando y la diosa Hera, disgustada por ello, lo transformó en mujer. Pasó siete años como su sacerdotisa, se casó y dio a luz una hija. Al octavo año volvió a encontrarse con las mismas serpientes y las dejó tranquilas y, como premio a su comportamiento, le fue devuelta su forma masculina. Por haber vivido como hombre y mujer Zeus y Hera recurrieron a él para saber quién disfrutaba más durante el sexo, hombres o mujeres. Cuando Tiresias afirmó que el hombre experimenta una décima parte del placer que la mujer, Hera, indignada, lo castigó dejándolo ciego. A cambio Zeus le otorgó el don de la profecía y una larga vida. De esta forma Tiresias se convirtió en mediador entre  dioses y hombres, hombres y mujeres y vivos y muertos.
 
El “Orlando” de Virginia Woolf, sin embargo, no es un mediador. Está en el medio, directamente  aunque pudiera experimentar como hombre y como mujer el placer sexual y viviera en sus propias carnes la marginación en múltiples frentes de acción y de pensamiento por ser mujer. Puede que que ese sea percisamente el eje de "Orlando", la marginación intelectual, sexual y castradora que Virginia sufrió y vivió en sus propias carnes fruto de una época y una sociedad.

Puede que desde esta reseña de “Orlando” parezca un libro complicado pero no lo es. Al contrario es asequible, inteligente y muy sensible, capaz de desnudar los prejuicios de la condición humana. ¿Recomendable? Por supuesto.

Para acabar, una curiosidad: un día decidí ver una versión cinematográfica de “Orlando”. Está protagonizada por Tilda Swinton pero eso no es suficiente para salvarla. La película me pareció un poco pobre. Una historia tan rica como la de Orlando merece más efectismo, más fotografía, más recursos. Aún así siempre es mejor verla primero y opinar después. Y esto vale siempre tanto para libros como para películas. 


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