Biografías: "Rimbaud", de Edmund White

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Rimbaud el simbolista. Rimbaud el decadente. Rimbaud el surrealista. Rimbaud el cabalista,  el mago y el santo. Rimbaud el fascista. Rimbaud el patriota francés. Rimbaud el communard. Rimbaud el bolchevique y el honesto burgués. Rimbaud el notorio crápula. Rimbaud , la voz de las Ardenas. Rimbaud el traficante abisinio. Rimbaud el pervertido. Muchos hombres parecían albergarse en un mismo cuerpo, el de un joven con pinta de ángel caído discípulo de Baudelaire que puso patas arriba los ambientes literarios parisinos y que se convirtió en l´enfant terrible de las letras francesas. El escritor Edmund White, quizá por encuadrar todos estos conceptos y a la vez ninguno, decidió llamar a esta biografía  simplemente “Rimbaud” y la convirtió en un retrato íntimo y cuidado sobre el niño-hombre que se escondía bajo la máscara del más buscado e imitado de los poetas malditos. 



Tras el inocente aspecto de un niño imberbe y angelical se esconde uno de los personajes más oscuros de la literatura. Arthur Rimbaud representa el caso perfecto del poeta maldito cuya breve pero intensa carrera literaria ha hecho correr ríos de tinta, tesis doctorales, dedicatorias veladas y a plena luz y un sinfín de referencias de todo tipo. Su dedicación plena a la escritura, a la poesía, duró apenas cuatro años pero fueron con casi toda probabilidad los cuatro años más productivos de la historia aunque no por cantidad sino por lo que sus versos supusieron.   

A Rimbaud se le considera, además de todo lo dicho en el párrafo inicial,  como el padre de la poesía francesa moderna, quebrantador de estructuras y de formas encorsetadas y enemigo de academicistas y románticos. La representación del auténtico espíritu de la poesía libre, de la rima más sentimental que estilística. En ello tuvo mucho que ver su propia vida,  exprimida abruptamente y sin filtros en cuestión de meses gracias a las borracheras y los escándalos.  Esta prisa tanto en lo que vivió como en lo que escribió hizo que con apenas veinte años y aparentemente cansado de todo Rimbaud abandonara la escritura definitivamente y, no sólo eso, sino que también renegara para siempre de su pasado entre versos y poetas. El principal causante de esta especie de destierro fue el propio Rimbaud. De carácter difícil, de modales bruscos y abiertamente manipulador, el joven poeta pronto se granjeó la enemistad de sus colegas de profesión, los mismos que le habían recibido con los brazos abiertos permitiéndole codearse con lo más granado de la intelectualidad francesa. 

Si algo queda claro tras la lectura de “Rimbaud” de Edmund White es que el poeta más maldito de la historia fue precoz en todos los aspectos y también un visionario en muchos de ellos. Fue pionero, por ejemplo, en hablar de la sinestesia o, lo que es lo mismo, en la experimentación de sensaciones en una modalidad particular a partir de estímulos de otra modalidad distinta.  Vladimir Nabokov, el padre “Lolita”, es uno de los artistas que mejor describió su sinestesia al manifestar que padecía “audition colorée”, algo que Rimbaud también aseguraba experimentar. Todo unido al consumo de alcohol y de hachís y a la influencia que en él tuvo el “iluminismo”  ( “embriagadora mezcla de pseudociencia como el mesmerismo y la frenología, o el arte de leer la personalidad según la forma del cráneo” ) nos encontramos con un hombre que hizo del desorden sistemático de los sentidos su método creativo. Y si a esto le añadimos el abandono total de jerarquías vitales y la renuncia a las normas sociales nos encontramos con el icono que inspiró de forma tan contundente a los escritores de la generación beat, que le admiraron e idolatraron casi un siglo después de su muerte. 

“Relationships have all been bad/ Mine've been like Verlaine's and Rimbaud” 


“Todas las relaciones han sido malas, las mías han sido como la de Verlaine y Rimbaud”. Esto reza en la canción "You're Gonna Make Me Lonesome When You Go", de Bob Dylan, en una estrofa que describe gráfica y escuetamente la relación entre Arthur Rimbaud y Paul Verlaine. Y es que escribir una biografía de Arthur Rimbaud centrándose en su faceta literaria, que es aquella por la que pasó a la posteridad, implica  hablar obligatoriamente de Paul Verlaine. No podemos entender ni al personaje ni la figura literaria de Rimbaud sin hablar de Verlaine y Edmund White lo deja claro en esta biografía. Fue Verlaine quién abrió las puertas a Rimbaud a París, quién lo acogió en su casa, quién le presentó en los círculos literarios,  quién le mantuvo económicamente, quién lo amó sin cortapisas, y quién, con el paso de los años, se convirtió en su mejor defensor y avalista para que su obra fuera publicada a pesar de tener a críticos, escritores y editores en su contra. 

Paul Verlaine era uno de los poetas más prometedores de su época. Su personalidad era extremadamente compleja y al igual que  Rimbaud escondía muchos otros demonios en su interior.  En palabras de Edmund White, “Resultó que Verlaine era un alcohólico homicida. También era un poeta sensible, extremadamente dulce, con un tono característico y una notable musicalidad. (…) habían establecido en su destino una batalla campal; siempre sería susceptible a un impulso o al otro”. A estos dos Verlaines se podría añadir un tercero, el que nacía cuando moría el hedonista desmesurado y que daba vida al poeta, es decir, el Verlainte productor, aquel que sufría en sus contados momentos de sobriedad ataques de creatividad que ponían de manifiesto su genialidad. Esta última fue, sin duda, la faceta que más atrajo a Rimbaud y la que hizo que ambos hombres se embarcaran juntos en una tormentosa relación sentimental que escandalizó a los círculos intelectuales parisinos. Verlaine, de joven díscolo, alcohólico y absentista, pareció sentar la cabeza al casarse en 1869 pero poco tiempo después de su boda un joven Rimbaud de 17 años entró en su vida poniéndolo todo patas arriba. Junto a su joven amante Verlaine  volvió a entregarse a sus vicios más ocultos, a los que se veía abocado por influencia Rimbaud ya que éste  los consideraba indispensables para el éxito creativo de su maestro. No es que se deba culpar a Rimbaud de los excesos de Verlaine pero su idilio era más tóxico que romántico ya que el discípulo tenía un control atroz e insano sobre el mentor. De hecho Verlaine abandonó a su esposa y a su hijo para huir con el adolescente de París a Londres y de allí a otros muchos lugares hasta que la relación terminó cuando, en un ataque de ira, Verlaine disparó a Rimbaud y fue juzgado por intento de homicidio y condenado a la cárcel. 

Más allá de la parte afectiva  la relación entre Verlaine y Rimbaud no sólo condicionó la vida sino también la obra de los dos autores y los versos más laureados de ambos están fechados en la época en la que estuvieron juntos. Sin embargo esta especie de inspiración mutua se traducía en un desprecio que los poetas parnasianos, amigos y admiradores de Verlaine prodigaron al nuevo fenómeno literario que supuso Rimbaud, al principio agua fresca de la que todos quisieron beber pero pronto ponzoña no deseable debido a la insolencia y los malos modales del joven. 

Edmund White aborda en esta biografía de Rimbaud los aspectos más desconocidos de la vida del poeta maldito.  Lo más sorprendente es que en su figura reconocemos a un joven para el que  la poesía fue sólo un pasatiempo, un periodo de su vida  muy intenso y vivido con absoluta pasión pero que tenía fecha de inicio y fecha final, algo imposible de entender para aquellos que tiene el gusanillo de la literatura dentro. Arthur Rimbaud se nos presenta como alguien práctico, decidido e idealista, egocéntrico y tremendamente egoísta, insolente, antisocial y ensimismado, actitudes a las que sólo pareció poner fin cuando su vida llegaba a su ocaso y su cuerpo infestado de tumores ablandaba unos sentimientos que, a pesar de todo, no le hicieron retomar ni por un momento su pasado de joven promesa de la poesía francesa. Una personalidad, la de Rimbaud,  que poco tenía que ver con el ídolo miles de veces imitado y que nos hace plantearnos si su obra fue fruto de la suerte o si realmente fue capaz de concentrar el genio de toda la vida en cuatro años. Hay teorías que incluso dicen que las “Iluminaciones” fueron obra de Germain Nouveau, joven poeta que pareció sustituir a Verlaine en la cama y en la vida de Rimbaud durante un breve periodo de tiempo. Pero es que un poeta apodado como “el maldito” no puede descansar tranquilo en su tumba. Lo justo y lógico es que la polémica le acompañe hasta el fin de los tiempos. 

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