Biografías: Puyi, la tragedia del "hijo del cielo"


Pocos personajes históricos han despertado tanto interés en mi como Puyi, el que fuera último emperador de China. Reconozco que gran parte de ese interés viene motivado por la película de Bertolucci “El último Emperador”, estrenada en 1987. A pesar de que yo era muy pequeña recuerdo haberme quedado fascinada con esa historia del emperador niño devenido al final de su vida en tranquilo y apacible jardinero. La música, la ambientación, los trajes, la propia historia...es un todo,  una de esas pocas películas que no te cansas nunca de ver y a la que tras cada visionado sacas algo nuevo. Esta magia indescriptible tiene mucho que ver con la propia producción de la cinta, rodada casi íntegramente en la Ciudad Prohibida, en los escenarios reales donde el pequeño Puyi fue coronado y donde, hasta la edad adulta, permaneció recluido al margen de la revolución que más allá de las murallas cambiaba su imperio.


El mandado de Puyi fue breve. Apenas duró tres años (de 1908 a 1912) en los que fue adorado casi como un dios por más de 500 millones de personas. Según cuenta la autobiografía oficial de Puyi (YO FUI EL ÚLTIMO EMPERADOR DE CHINA. Del hijo del cielo a hombre nuevo), el que fuera niño emperador pasó prácticamente toda su vida prisionero por unos u otros intereses. Primero, separado de sus padres, fue reo en la Ciudad Prohibida, donde vivió como un emperador de cartón, falso, aspirando los humos del siglo XVIII mientras tras las murallas el mundo cambiaba como fruto de la revolución. Algunos años después, ya expulsado definitivamente de la Ciudad Prohibida, Puyi estuvo retenido de forma más o menos consentida por los japoneses, que crearon para él el estado ficticio de Manchukuo, únicamente reconocido como tal por Japón, Italia y Alemania y del que fue coronado emperador en 1937. Sólo un odio acérrimo hacia sus compatriotas que le echaban en cara su ascendencia manchú o unas ansias inexplicables por recuperar un status que en realidad nunca le había pertenecido podían explicar que Puyi se entregara con tal pasión a los intereses nipones. Finalmente, tras la derrota japonesa en la II Guerra Mundial, Puyi  fue hecho prisionero por los rusos, que lo deportaron a China en 1950. Allí se sometió a una “terapia de re-educación” en los valores del régimen comunista hasta que en 1959 fue puesto en libertad. En libertad real por primera vez en su vida. 

Puyi niño

Portada de la revista Time. 
En las fotografías, el emperador japonés Hiroito, Puyi, Stalin y Chiang Kai-shek


Por aquel entonces Puyi tenía ya 53 años y sólo había pasado los dos primeros siendo un hombre realmente libre. Paradójicamente,  había sido coronado emperador en tres ocasiones: la primera siendo niño, la segunda en un fracasado intento por volver a la monarquía china en 1912 y la tercera y última como mandatario títere del estado de Manchukuo. Tras su "liberación" como individuo, el que fuera último gran emperador de China trabajó primero como jardinero del Botánico de Pekín (hasta 1963) y después como restaurador y funcionario de los archivos de la Biblioteca Nacional de la capital China. Puyi murió en 1967 víctima de un cáncer. Algunas voces  aseguran que fue asesinado por la policía secreta china. Esta hipótesis nunca confirmada y poco probable tiene su supuesta base en la oposición de Puyi manifestó hacia la Revolución Cultural China encabezada por Mao, quien protagonizó una persecución contra todos aquellos que se oponían a su régimen.

Fotograma de la película de Bertolucci.  Puyi (con gafas oscuras) con su esposa, Min Xiao Ke, su concubina, Wen Xiu y su hermano menor, poco antes de abandonar para siempre la Ciudad Prohibida

Tras una vida azarosa que incluyó los lujos, la política, el opio y la cárcel (en la película se explica como casi con cuarenta años Puyi no sabía ni siquiera atarse los cordones de los zapatos), el que fuera último emperador de China realizó algunas revelaciones sobre su biografía un tanto curiosas. Una de ellas, el reconocimiento de que tan sólo su esposa, una mujer china y militante del Partido Comunista con quien pasó los últimos años de su vida, fue realmente su compañera y amante a pesar de que estuvo casado durante años y de que oficialmente llegó a tener cuatro esposas (una mujer, una concubina principal y dos secundarias). Según Puyi ni siquiera llegó a acostarse con ninguna de ellas y por eso carecía de hijos biológicos,  legítimos o bastardos. Esto explica que, aunque a finales de 1940 la emperatriz consorte dio a luz una niña, ésta fuera ejecutada mediante una inyección letal, pues de todo de todos era sabido que el bebé no podía ser hijo del emperador. Sobre este respecto algunos historiadores han hecho mención a que Puyi era estéril, aunque la versión más extendida es que pudiera ser homosexual, y que por eso no mostrara ningún tipo de interés por sus esposas o concubinas. Aquellos sucesos, que aparecen velados en la película de Bertolucci, serían la explicación de porqué la salud de Wan Rong, por aquel entonces emperatriz consorte de Manchukuo, quedó para siempre debilitada y sometida al opio, una adicción que acabó con su vida al igual que había acabado con la vida de la propia madre de Puyi y de muchos de los anteriores monarcas chinos. 

Como vemos, las esposas, los supuestos lujos, las ropas caras y las condecoraciones y galones  que adornaban el uniforme militar y el chaqué de las fiestas de Puyi eran todo atrezzo, una parte más del espectáculo que había sido prácticamente toda su vida.

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