Curiosidades literarias: Las “Flores del Mal”: versos censurados

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Charles Baudelaire tenía 24 años cuando “La Revue des Deux Mondes” publicó, bajo el título de “Las flores del mal”, algunos de sus poemas. Doce años después vio la luz la edición íntegra y completa de los mismos,  y con ello llegó el principio o el principio del final, según se mire, del poeta, porque Baudelaire no se puede entender sin sus malditas flores. El 23 de junio de 1857  el poemario fue denunciado ante las autoridades por “inmoralidad”. El caso prosperó ypasó a manos del fiscal Ernest Pinard, quien ya había actuado contra la Madame Bovary de Flaubert por el mismo motivo. Se abrió un proceso judicial contra Baudelaire y sus editores. Este hecho supuso un fuerte disgusto para la madre de Charles, Caroline, y un escándalo para la alta sociedad de la época. También lo fue para algunos intelectuales del momento. Para el resto del mundo se abrió una puerta, una que ya no podría cerrarse nunca, la de la nueva poesía, la del simbolismo, la del surrealismo. Pero, ¿qué tenían aquellos versos?¿cuál era su poder? ¿por qué arruinaron la vida del poeta?



La primera edición de “Las flores del mal” fue secuestrada y su autor condenado a pagar 300 francos. Los editores tuvieron que suprimir de las ediciones posteriores seis de sus poemas que hablaban de la desnudez femenina y de las relaciones lésbicas. En realidad, Charles Baudelaire habla en sus versos de eso y de mucho más. La alusión a personajes de la mitología era obligatoria. Baudelaire no se definía como moderno, de hecho no entendía la modernidad, y se encontraba a medio camino entre el neoclasicismo, el romanticismo y un nuevo estilo todavía por definir. Así que coge elementos comunes y los transforma. 

La poesía de Baudelaire habla de la hechicera Circe que encantó a Ulises, de la Venus del amor, de la Cibeles de la fecundidad o de la Lady Macbeth shakesperiana. Pero todas ellas eran excusas, excusas para hablar de sus amantes, de las mujeres que le rodeaban y que le daban placer, conversación e inspiración. Jeanne Duval, Apollonie Sabatier y Marie Daubrun. Esos fueron los tres nombres femeninos de la vida de Charles Baudelaire. A ellos habría que añadir otro, Caroline, su madre, a la que trató como una amante en las formas y en fondo durante muchos años. Nadie como ella sintió la condena de su hijo por “daños a la moralidad pública”. El disgustó le duró hasta la prematura muerte de Charles, a los 46 años y víctima de los estragos de la sífilis.  Pero la excusa va más allá: en sus composiciones Baudelaire habla de las mujeres, de todas ellas, y de la condición femenina, y, al final, de lo femenino como germen del mundo en todos los sentidos. 

Versos censurados de Baudelaire

Los retratos de Baudelaire nos muestran a un hombre triste, envejecido prematuramente, ojeroso. Su mirada es muy a lo Mona Lisa, ni seria, ni sonriente, ni helada, ni ardiente: neutra y abierta a que cada uno lea en sus ojos. Y en la decadencia y espiritual que se lee en estos versos también se ve una luz de vida, porque a veces lo siniestro y lo decadente no tienen por qué ser negativo. Puede ser una elección como cualquier otra. 

Estos tres versos censurados de la primera edición de “Las flores del mal” de Baudelaire dicen todo y nada sobre el poeta. Tienen poco de siniestro, mucho de referencias culturales transversales, mucho de tradición y, lejos de escandalizar, hoy en día son sinónimo de pasión, sinceridad y visceralidad.

LESBOS

¿Quién entre los Dioses osará, Lesbos, ser tu juez 
y condenar tu frente pálida de extravíos, 
si sus balanzas de oro no han pesado el diluvio 
de lágrimas que al mar han vertido tus arroyos? 

¿Quién entre los dioses osará, Lesbos, ser tu juez?
¿Qué quieren de nosotros las leyes de lo justo y de lo injusto?  
¡Vírgenes de corazón sublime, honor del archipiélago,  
vuestra religión como otra cualquiera es augusta,  
y el amor se reirá del Infierno y del Cielo!

LAS JOYAS

Con los ojos en mí, cual tigre domado, 
con aire vago y soñador ensayaba posturas, 
y el candor unido a la lubricidad 
añadía un nuevo encanto a sus metamorfosis;

y sus brazos y sus piernas, y sus muslos y sus caderas, 
 como el aceite pulidos, ondulantes como un cisne, 
 pasaban ante mis ojos clarividentes y serenos; 
 y su vientre y sus senos, esos racimos de mi vid, 
 avanzaban, más zalameros que los Ángeles del mal.

MUJERES CONDENADAS DELFINA E HIPÓLITA

Tendida a sus pies, tranquila y llena de gozo, 
 Delfina la cobijaba con ardientes miradas, 
 como una bestia fuerte vigilando su presa, 
 luego de haberla, desde luego, marcado con sus dientes.

Siento fundirse sobre mí pesados terrores 
 y negros batallones de fantasmas esparcidos, 
 que quieren conducirme por caminos movedizos 
que un horizonte sangriento cierra por doquier.


Hay cientos de definiciones sobre “Las flores del mal”, cientos de palabras y adjetivos, repetidos, sinónimos o antónimos, según quién lea y quien escriba. De todas ellas, yo me quedo con esta: 

"Las flores del mal" son la alquimia de lo bello y lo siniestro, un prodigioso equilibrio entre los cielos y los infiernos dantescos. Baudelaire fue un Dante sin la redención del purgatorio".

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“La folie Baudelaire”, un ensayo del prestigioso crítico y editor Roberto Calasso, es mucho más que la inmersión en la biografía de Baudelaire, más que anotaciones, más que datos y análisis, más que opioniones y más que anécdotas para entender a uno de los poetas más grandes de todos los tiempos. En esta folie, como en todas las folies de la Francia del siglo XIX, hay depravación, voluptuosidad y excesos. Esa es parte de la esencia, parte de su atractivo.  Y por supuesto, hay un contexto y unos personajes externos que a pesar de no aparecer en el título son protagonistas de esta historia. Degás, Manet, Morisot, Delacroix, Mallarmé,...todos ellos fueron contamporáneos de Baudelaire y todos ellos, en mayor o menor medida, formaron parte de esa modernidad, de esa bohemia y de esa vanguardia fundamental para el desarrollo de todas las artes a partir de entonces. Una lectura de lo más recomendada. 

"La folie Baudelaire". Roberto Calasso. Editorial Anagrama, 2011. 

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