Reseñas: El silencio de las sirenas

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El silencio de las sirenas” es la historia de una obsesión, una obsesión que nace en el mar y que también termina en el fondo oceánico, concretamente entre criaturas abisales que tienen más sentido de vivir en lo profundo de nuestra mente que en cualquier otro lugar real. Así es el fondo de nuestro inconsciente: salado, turbio e impredecible cual pecio perdido en la historia del Pacífico. “El silencio de las sirenas” también es un debut literario arriesgado, el de Beatriz García Guirado, que nos sumerge en una historia inquietante y llena de referencias culturales en las que la metáfora tiene un papel protagonista. 





Bien  pensado no hay demasiados libros que hablen de las sirenas. La dualidad de estos seres (mitad mujeres mitad peces, medio  ninfas medio seres endiablados, pechos turgentes frente a fauces escandalosamente afiladas) las convierte en personajes muy atractivos pero que generan  recelo al ser,  por una parte,  doncellas del mar y, por otra, representantes de lo más oscuro y desconocido de los océanos. Su presencia  es una constante en todas las culturas, sobre todo aquellas que tienen relación con el mar (que son muchas), desde los híbridos mujer-ave de Mesopotamia y el Antiguo Egipto a la representación más común, la de hermosas mujeres con cola de pez que podemos ver, por ejemplo, en la mitología nórdica. El folclore se ha encargado de otorgar a las sirenas un carácter y unos atributos y en este sentido la contradicción también está presente: hay quien las presenta como  auténticas Prometeas dispuestas a salvar a los marinos de ser ahogados y quien les otorga un papel mucho más cruel, el de  bellas bestias dotadas de una sensual voz capaz de seducir a los hombres hasta enloquecerlos y llevarlos a la muerte estrellando sus barcos contra las rocas. Quedarse con una versión u otra es faltar a la verdad y todo contrario.  Como vemos las sirenas no son protagonistas fáciles de moldear a no ser que estemos hablando de un personaje de Disney. 

Por mi parte pensar en las sirenas es hacerlo en Ulises atado al mástil de su propio barco y soportando un temporal de esos en los que las olas se confunden con las nubes para no arrojarse al mar al oír su música. Según la tradición homérica, antes de someterse a tal atracción el legendario personaje había preparado a su tripulación y tapádoles los oídos con cera siguiendo las instrucciones de Circe, diosa y hechicera de la isla de Eea,  pero fue incapaz de seguir estas indicaciones consigo mismo para saber cómo demonios era el seductor canto de semejantes criaturas marinas. Así era el héroe. A su manera Oless Bvalbard, el protagonista de “El silencio de las sirenas” de Beatriz García Guirado (Editorial Salto de página, 2016) también es un Ulises que realiza un largo viaje atado al mástil de su barco. Lo único que su Ítaca, su tierra prometida, su partida y su llegada,  está en su propio cerebro, en su interior, así que el viaje de Oless tiene muchos menos kilómetros físicos a sus espaldas pero el mismo estrés mental que el del protagonista de La Odisea

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Las voces de las sirenas


Dice uno de los personajes de "El silencio de las sirenas" que los esquizofrénicos “tienen la cabeza de agua salada y eso les protege del canto de las sirenas”. También, asegura otro, que “la lucidez de los niños es maravillosa. La ciencia está equivocada, el fin de la vida no es senectud, sino la entrada a la madurez. Morimos en la adolescencia y lo que queda luego es similar al brillo de una estrella, una enana roja, un planeta en disolución. Por eso mis hombres no tienen más de doce años”.  Porque sí, en este libro los amantes de las sirenas, quienes las buscan  y  las “cazan”  con mayor  éxito son niños “adiestrados” por un oscuro personaje que parece también sacado del fondo del océano, un experto en sirenología que responde al nombre de capitán C (aka Morris Cooper).  ¿Te parece este dato curioso? Pues no te lo parecerán menos el resto de personajes e historias cruzadas que componen esta novela protagonizada por un sueco aficionado al buceo que arrastra un fuerte drama personal, un narcotraficante y su amante/amada japonesa, un marine americano, una madre que acaba de perder a su hijo, un biólogo con pérdidas de memoria y un crisol  de personajes que parecen abocados al fracaso,  convertidos en una gran ola apedreada “como si fuese una ramera a la que ningún dios exonera de su culpa” (Esta brillante frase no es mía. Aparece en el libro, concretamente al final de la página 102). 

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Todo esto que he contado no tiene nada de spoiler: la trama de “El silencio de las sirenas” no es sencilla y su estructura argumental no se compone de la clásica introducción-nudo-desenlace, así hacer un pequeño esbozo de este universo panthalassiano ni descubre nada ni embrolla más el misterio. Este es precisamente uno de los mayores atractivos del libro: se sale de lo convencional y tiene puntos en cierta forma estrambóticos que se “solapan” con una alta dosis de lirismo y metáforas no exentas de referentes culturales que enriquecen mucho la historia. 

El silencio de las sirenas” me parece una apuesta interesante porque, personalmente, opino que cualquier composición literaria que experimenta con géneros, estructuras y voces narrativas  tiene sentido. Precisamente la literatura es una de las artes donde más extravagancias podemos permitirnos en este mundo que con demasiada frecuencia nada en la misma dirección, así que creo que hay que aprovechar ( mejor dicho, leer) cada oportunidad que editores y escritores nos ofrecen. 




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