Persépolis se ha convertido en mi primer gran descubrimiento literario de 2016 (aunque tengo que decir que no es el único). Había oído, había leído, que la autobiografía de Marjane Satrapi plasmada en cientos de viñetas era digna de mención porque suponía un trabajo clave como crítica feminista al régimen de Irán. Sin embargo, me he encontrado con mucho más, con una propuesta que rompe barreras narrativas y de géneros para contarnos una historia que podríamos ubicar en cualquiera de los puntos calientes del planeta. Persépolis es una historia sobre la pérdida de la identidad personal, sobre la búsqueda de referentes, sobre la guerra, sobre los fanatismos, sobre la violencia y sobre la huída en todos los aspectos en los que ésta está latente en el ser humano. En definitiva Persépolis es una historia recreada con dibujos un tanto infantiles pero que tiene poco de inocencia infantil. Creo que de todas ésta es la definición más acorde con esta novela gráfica: dibujos naif para una historia muy poco inocente.
Teherán, 1979. Marjane “Marji” Satrapi es una niña de diez años educada en una familia iraní acomodada de ideología progresista que, como toda su patria, en aquellos días es testigo directo a cambios políticos y sociales que propiciarán la caída del régimen del Sha y la llegada de la república islámica al país. Así comienza Persépolis, un conjunto cuatro novelas gráficas guionizadas e ilustradas por Marjane Satrapi.
Persépolis tuvo muy buenas críticas en Francia, país en el que se publicó por primera vez y que se ha convertido en la segunda patria de la autora. De ella se dice que su testimonio, valiente y fiel, es como un tesoro porque cuenta aspectos de la represión y de las restricciones de las libertades individuales en algunas zonas de Oriente Próximo, un tema que sin duda despierta las simpatías en Occidente en general y en Europa en particular. Pero el mayor mérito de Marjane Satrapi no es únicamente ser una superviviente de su propia historia (algo que a veces ya es demasiado) sino el hecho haber sido capaz de enfrentarse a episodios sórdidos de su biografía plasmándolos desde la perspectiva de una niña primero (por eso el valor de los dibujos que no sumergen en ese universo de corte tan infantil) y de una adolescente después sin caer en un dramatismo patético ni en el trauma. Es decir, por dura que parezca la historia, por aterradores que sean sus vivencias y experiencias a nuestros ojos, lo que vemos es una narración emotiva pero que nunca hacer mártir a la protagonista. Esto, unido a que lo vemos y leemos es una perspectiva femenina y también feminista, convierten a Persépolis en un referente de la novela gráfica contemporánea.
Una dosis de humor tras los velos y las bombas
Persépolis se publicó en cuatro entregas correspondientes a los periodos que marcaron la trayectoria “juvenil” de Marjane Satrapi. El primero transcurre en 1979 y tiene como telón de fondo la caída del régimen del Sha de Persia y la llegada de la república islámica. La segunda transcurre entre 1980 y 1984 y en él vemos el despertar de la adolescente Marji y la contradicción que implica tanto para ella como para su familia atenerse a las restricciones que afectan a la libertad de expresión en su país. La tercera abarca el periodo entre 1984 y 1989 y transcurre en Austria, lugar al que los padres de Marji la envían para protegerla de la guerra (el telón de fondo en su patria en esos años era la guerra prácticamente fraticida entre Irán e Iraq) y en el que, lejos de estar a salvo, la protagonista se encuentra con dos grandes escollos en el camino: el primero una sociedad para la que su situación es desconocida y genera desconfianza; y el segundo es ella misma y los problemas para adaptarse a su nuevo cuerpo y a su nueva forma de entender el mundo fuera de cualquier convencionalidad. Esto segundo es lo que le pasa a un porcentaje muy alto de adolescentes pero si le sumamos el drama la guerra y del exilio tenemos una bomba de relojería que bastante tiene con seguir funcionando. De alguna forma esta es la parte más dura de la historia porque nos encontramos con un personaje que es extraño e incluso “malo” en todos los sitios ya que en el extranjero es una ciudadana de un país que se percibe como poco desarrollado y totalmente radicalizado y en su país es una occidentalizada, una progresista. Precisamente sobre sentirse extraña en su propia patria es sobre lo que nos habla Satrapi en la cuarta y última entrega de Persépolis, que comienza con su regreso a Teherán y que narra su ingreso en la Facultad de Bellas Artes y su “batalla” personal por adaptarse a las condiciones del vida del régimen chiíta de los ayatolá tras haber vivido varios años en Europa.
La crítica avaló desde un principio Persépolis y el reconocimiento le ha llegado a por todos los lados, siendo laureada, reconocida y también llevada al cine en 2007 en una adaptación al cine muy fiel al cómic y que ganó el premio del público del Festival de Cannes. Uno de sus puntos fuertes es la clave de humor que se destila en todo el relato, algo que deja entrever que más que una obra de arte lo que Marjane Satrapi hizo al escribir y dibujar su historia fue una especie de terapia. En todo caso el hecho de que una ilustradora con una visión tan elocuente y personal nos hable de la historia del Irán reciente es uno de esos testimonios tan escasos como ricos, así que si buscas adquirir unas nociones rápidas sobre algunos de los conflictos que hoy en día copan primeras planas y minutos de nuestros telediarios y de qué factores y elementos internos y externos las desencadenaron, esta es una buena elección. No debemos olvidar que tal y como la autora resaltó al recibir un premio por este trabajo "Irán es un país cuyas fronteras están abiertas oficialmente, pero siguen cerradas oficiosamente".
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