Hace ya la friolera de doce años que leí por primera vez “A modest proposal”, un ensayo satírico del escritor Jonathan Swift. El padre de Gulliver escribió este breve texto en 1727, justo un año después de contarnos las andanzas del capitán gigante y los liliputienses. Ambos trabajos, tanto la proposición indecente como la aventura por Liliput, son fuertes crítica a la sociedad de su época. Justo un siglo después de la publicación de esta obra Thomas de Quincey hizo lo mismo, con la misma intención irónica, pero yendo un paso más allá, con un estilo literario perfecto y un humor negro delirante e impecable. Aunque a Quincey le sabía a rayos que establecieran relaciones su obra y la de Swift, a quien se refería como “el deán irlandés", las comparaciones entre ambas son inevitables, aunque en esto de lo macabro cada uno tiene sus opiniones y preferencias.
En su modesta proposición Jonathan Swift expone y argumenta una idea para resolver uno de los problemas que acechan a su querida Irlanda: la superpoblación. En su país hay un exceso de nacimientos procedente de las clases más bajas de la sociedad. Dicho en otras palabras, los campesinos inquilinos, osea, los que no tienen propiedades, tienen muchos hijos, quien dice muchos, dice demasiados, y no los pueden mantener debido a las malas condiciones de trabajo y a la inflexibilidad de los dueños de las tierras de cultivo. La solución a tal situación no es la búsqueda de métodos anticonceptivos, el control de la natalidad, ni siquiera la abstención sexual o, por fuerte que parezca, la mejora de las condiciones de vida de los campesinos. No, la respuesta básicamente es el canibalismo. El canibalismo entendido como una práctica noble, como una salida. Lo que Swift propone es establecer la moda de comer a los niños pequeños cuando todavía están tiernecitos, como si de lechales se tratara. De esta forma los campesinos pueden vender a sus hijos, ganan dinero en lugar de perderlo y también pueden prosperar en la vida, llegando los más inteligentes a tener sus propios criaderos de niños, abriendo el espectro de negocio y ayudando, además, a que la economía del país fluya. !Eureka!
Pese a toda la ironía, el sarcasmo, el trasfondo crítico y todo lo demás lo cierto es que “A modest proposal”, la que primera vez que se lee, puede costar un poco de digerir. Aunque poniéndolo en el contexto y viendo el objetivo Swift se trata de un ejercicio literario sobresaliente, lo cierto es que en su época su publicación escandalizó a más de un@ y no nos extraña.
(Aquí abro un paréntesis amplio y creo que necesario). Sobre un tema similar que parece alejado de cualquier tipo de conciencia humana daré una referencia cinéfila mucho más reciente en el tiempo (año 2010) y que atrapa algunas de las ideas de Swift. La película se llama “Nunca me abandones” (Never Let Me Go ) y está basada en una novela distópica y del mismo nombre del japonés Kazuo Ishiguro. En esta historia existen las granjas similares a las que propone Swift pero no se trata de criaderos de niños pequeños para ser devorados sino de auténticos depósitos de órganos. Es decir, hay una serie de colegios, internados al más estilo british de uniforme y buenas maneras ubicados en el condado de Essex , donde niños huérfanos son educados. Su máxima es estar sanos, llevar buena alimentación, hacer deporte y mantenerse fuertes. Pero el motivo de estas estricta educación no es la formación británica tradicional y que se nos muestra en las películas. Cuando esos niños se conviertan en adultos serán en sí mismos granjas de órganos. Su único sentido de vida es proporcionar órganos sanos a otros. La humanidad, en estos chicos y chicas,no existe, es algo meramente anecdótico por su pertenencia al género humano. Además de la trama, la BSO firmada por Rachel Portman y lo actores de “Nunca me abandones” también son sobresalientes. La película es, desde mi punto de vista, recomendable, aunque leer el texto de Swift y ver como “puede derivar” en la historia de Ishiguro es espeluznante.
Espeluznante y escalofriante son dos de los adjetivos que se llevó la siguiente obra que quiero reseñar y que desde el título hasta la última palabra merece ambos adjetivos. El texto: “Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes”, de Thomas de Quincey. Esta es, según los críticos, una de las mayores muestras de humor negro de la literatura hasta la fecha y un título a tener en cuenta. En el prólogo de la edición que he leído el profesor Manuel Talens asegura que nadie ha podido superar esta sátira que la sociedad victoriana (o al menos, gran parte de ella) consideró en su día e incluso unos cuantos años después como una obra de muy mal gusto sin saber leerla entre líneas. De nada sirvió que en el Post Scriptum (la tercera parte del libro) el propio Quincey se detractara de lo escrito y publicado uno años antes, una falsa conferencia en la que asegura la existencia de una sociedad secreta que tenía la misión de valorar los asesinatos desde un punto de vista únicamente estético.
Personalmente me parece imposible no comparar “A modest proposal” con “Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes” por mucho que a Quincey le repateara. El motivo de esta especie de animadversión que sentía Thomas de Quincey hacia Swift y su texto era que según el primero el segundo hablaba de una cosa mucho más horrible que el asesinato, que es el canibalismo, y que a pesar de ello, las críticas hacia su persona y su obra habían sido mucho más fuertes y severas. Tengo que decir, al respecto, que en mi caso no es que una me haya gustado más que otra. La diferencia está en que mientras en la obra de Thomas de Quincey desde el principio sabes que se trata de una obra irónica, de un falso ensayo, en la de Swift no ocurre así. El tono es distinto y las acotaciones también lo son.
Por lo demás, “Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes” es una buena reseña de las distintas fases que debió vivir Thomas de Quincey a lo largo de su vida. Está dividido en tres partes separadas, prácticamente independientes las unas de las otras. Están escritas en distintos periodos y tienen estilos diferentes. También la intención de los textos parece cambiar: mientras el primero es una clara ironía, una metáfora, en el segundo y sobre todo en el tercero el autor parece querer retractarse por aquellos que hayan podido sentirse ofendidos por la primera parte del libro, dando explicaciones.
Recomiendo la lectura de ambos texto y el visionado de la película. No a tod@s gustarán, pero merecen la pena. ¿Qué diría Hannibal Lecter al respecto de todo esto? Algo parecido a lo que en su día dijo Dalí: que el canibalismo es una de las manifestaciones más evidentes de la ternura. Puede que el de Figueres hablara de las moscas, pero aún así, ¿qué? ¿cómo os quedáis?
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