Azul. Blue y blau. Blou, bloa, bleu. Mavi. Plava boja. Sinimen, kék y blå. Albastru. Modra. Blár. Blu. Quince idiomas para quince formas diferentes de decir azul. Pero sólo una para leerlo. Releyendo Azul #15, de Nacho López Murria.
Me gusta el prefijo (re). Me gusta porque tiene múltiples significados. Porque podemos usarlo para repetir, para reprobar, para retroceder y para redescubrir. De todos los significados me quedo sin duda con “volver a”, especialmente cuando hablamos de revolución y es la evolución la que vuelve a repetirse y a llevarnos de un punto a otro y luego al que le es totalmente opuesto. Y esa evolución revolucionada (o revolución evolucionada, según se mire) es la que nos hace ir creciendo. (Palabra compuesta favorita:
No es que haya releído Azul #15 muchas veces, la verdad. Físicamente he leído el libro una vez. Pero desde que mis ojos se pusieron sobre sus primeros diálogos tuve la sensación de estar releyendo. ¿El motivo? Había visto la obra representada en una sala de teatro de Valencia en febrero de este mismo año. Pero no era sólo por eso. Tenía la sensación de releer porque esas ideas, esos sentimientos, quizá la base de algunas de esas experiencias, llevaban tiempo dando vueltas por mi cabeza y por fin había encontrado a alguien que le ponía palabras.
Si algo me llamó la atención de la obra y por lo tanto del libro es la cantidad de recuerdos comunes que tiene para gente como yo, para gente de mi generación. Todos tuvimos un verano inolvidable en los noventa. Bicis con manguitos. Fiestas en piscinas. Casettes. Verbenas de verano. Hormonas descontroladas, pasiones y declaraciones de amor forzosas y extrañas. También somos muchos los que tenemos un amigo, un compañero, un vecino o un familiar que se quedó atrapado para siempre en ese círculo mojado de nuevas sensaciones que llamamos adolescencia, donde siempre parece estar lloviendo. Por eso, recordar con una obra de teatro aquellos días me pareció una gran idea. Revivir sensaciones de aquel verano hayan pasado quince o veinte años da igual siempre que nos sirva para comparar quiénes éramos entonces y quiénes somos ahora y comprobar que, en el fondo más primigenio, seguimos siendo los mismos. Redefinirnos una vez más.
De Azul #15 me gusta, evidentemente, su significado. Pero me gusta todavía más la forma de contarlo, por eso, leerlo ha sido una experiencia de lo más gratificante. Lo más sorprendente es que prácticamente recordaba casi todo el texto mientras lo releía, lo que para una persona desmemoriada como yo es todo un logro. Es lo que pasa cuando las cosas te calan hondo.
Me encanta las tostadas de toda la vida, que saben a mermelada de fresa. Me gustan los bañadores azules. Las pequeñas libretas en las que escribes versos libres y que lees con cierta gratitud después de tantos años, cuando vuelven a aparecer en tu vida. Y me encantan estos versos de Nacho López Murria que más de una vez podrían haber salido de mi garganta:
Te dejo mi norte,
mi barco en la niebla
Te dejo mi norte,
mi barco en tierra.
Te dejo todas mis palabras,
por si alguna vez
me quedo sin viento.
Me quedo todas tus palabras,
para cuando me quede sola.
Te recuerdo de lejos,
Con tus píes fríos...
Unidos a los míos.
Te beso de cerca,
con los permisos caducados.
Y mis noches...
...Tus noches...
Frenen los tiempos,
y las catástrofes
viajen sin maletas.
Te dejo mi norte,
para cuando aquí
sea fin, y fin
sea mi memoria.
Azul #15, de Nacho López Murria
Editorial Alupa.
1ª Edición: septiembre de 2012.
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