El gran gigante perdió parte de su historia y se fue quedando ciego con el paso de los años. La historia ardió entre las llamas. Empezó a quemarse poco después de que Pu Yi fuera recluido entre los muros de la Ciudad Prohibida. Después, la invasión y la Revolución Comunista, primero, y la Revolución Cultural, después, hicieron el resto. La historia real, esa de la que sólo son testigo las fotografías, se quedó entre paredes de madera, en baúles y en buhardillas comidas por el polvo, igual que le había ocurrido a su último Emperador, un hombre tímido y timorato atrapado durante toda su vida en el gran bucle que era su propia historia.
Muchos dicen que Pu Yi fue una marioneta durante toda su vida. Primero de su tía-abuela, la emperatriz viuda Cixi, que le designó su heredero cuando apenas tenía tres años. Lo nombró heredero por cuestiones totalmente estratégicas. Todos, incluso el padre de Pu Yi, le habían traicionado de una u otra forma. Dicen que era una mujer de carácter fuerte a la que la cultura occidental no ha sabido reconocer como auténtica dirigente del Imperio Chino durante varias décadas. La Emperatriz murió horas después de designar a Pu Yi emperador y fue enterrada con una bola de jade en la boca, como era tradición, para evitar que su cuerpo de descompusiera.
Después, la Ciudad Prohibida fue tomada por los asesores del Emperador, que saquearon la fortuna de un niño que vivía encerrado en un gran palacio creyéndose el auténtico "rey del mundo". Eunucos, cocineros, profesores. Todos participaron, de una u otra forma, en el saqueo de la gran ciudad.
Siendo un adolescente, quien tomó el control de su vida fue su primera esposa, la última emperatriz consorte de la dinastía Qing, Wan Rong, quién muchos años después y sin haberle dado un heredero, cambió a su esposo "por un poco de opio" consumida por una adicción que la llevaría a la tumba.
Entre tanto, Pu Yi fue víctima de los japoneses, que le designaron Emperador del país títere Manchukuo, y para finalizar, el régimen comunista lo usó como un ejemplo de reeducación comunista. Acabó sus días como jardinero.
En realidad la biografía de Pu Yi está salpicada de saltos en el tiempo, de visiones a ambos lados de la Ciudad Prohibida. Dentro de las murallas, hay un régimen imperial feudal que agota sus días. Fuera, las cosas ya han cambiado, y la miseria de los campesinos sometidos a la esclavitud ha sido cambiada por una revolución social de gran magnitud que dará paso a la República Popular de China. Estamos en la primera década del siglo XX y el emperador (sólo dentro de los límites de su palacio) es engañado a ambos lados. En realidad, él es, simplemente el último eslabón de una cadena, de una dinastía con más de trescientos años de historia que morirá con él.
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