[los salones azules: Madame Stael

Un lujoso salón, con las paredes pintadas de azul donde se celebran reuniones. Un espacio tradicionalmente femenino, dedicado al uso y disfrute de las damas, donde podían hablar de sus labores y su vida familiar. La estampa suena familiar, la hemos visto en películas de la época victoriana o dibujando a algunas mujeres que vivieron poco antes que María Antonieta. Pero, ¿qué pasaría si esos salones, esos espacios, se vieran invadidos de forma intencionada por la filosofía, el arte o la literatura?¿qué pasaría si se transformaran, como por arte de magia, en sitios donde grandes eruditos y hombres poderosos conversan y debaten? ¿y si en esos espacios, cómo si el género se desdibujara, mujeres y hombres pudieran debatir en igualdad de condiciones sobre el mundo que les rodea? Fueron muchas las mujeres que hicieron de sus salones auténticos espacios para la cultura. Durante casi dos siglos, algunas grandes damas abrieron una parte de su alma para dar cobijo al intercambio de ideas, Y todo en una época en la que hablar de igualdad era imposible. 

Las salonières jugaron un papel fundamental especialmente los círculos intelectuales franceses que precedieron a la Revolución Francesa. De hecho, en algunos de estos salones se tomaron algunas de las decisiones más importantes del momento como la elección de ministros o directrices económicas para los responsables de finanzas. Los artistas, por otra parte, entraban en contacto con personas influyentes para dar a conocer su obras. Su papel llegó a ser tan importante que muchos intentaron silenciarlas a través de la ridiculización. El motivo es que les salonières tenían un gran poder, poseían voz y voto en un mundo hasta entonces masculino, y su papel como presciptoras en la economía, la política y el pensamiento en general estaba claro. El gran detractor de estas mujeres fue Molière quien les dedicó su obra Las preciosas ridículas, en las que ridiculizaba los modales de quienes alternaban en este salón. A pesar de eso, su papel a nivel lingüístico fue importante, ya que estas damas desempeñaron un importantísimo papel en la renovación del vocabulario francés.



Una de las salonières más famosas fue Madame de Stael, escritora autora de obras como Delphine (1802) yCorinne o Italia (1807), quien se convirtió en enemiga directa de Napoléon. Dicen que en una de las reuniones en uno de los "Salones azules" más importantes de París, Madame de Stael, que aspiraba a convertirse en inspiradora política de Napoleón, comenzó a hablar sobre política. Al parecer, Napoleón no consideraba apropiado que una mujer hablara de esos temas. La enemistad entre ambos se fue "forjando" con el tiempo, y con la llegada de Napoléon llegará a decir que sus obras eran "antipatrióticas". Además, el autócrata desconfiaba de las ideas liberales de Madame Stael. 

Durante años, Madame de Stael había sido amante del filósofo y político francés Benjamin Constant, así que cuando éste comenzó su particular lucha contra las tesis militaristas de Napoleón, se unió a él. Sin embargo, fracasó de nuevo y se exilió de París en 1803. Mientras Constant abordaba y "creaba" las grandes tesis que después formarían parte de la historia constitucional de distintos países como Portugal, Brasil o Cerdeña, Madame de Stael viajó por toda Europa para "beber" de la sabiduría de otros, Así, en 1804 conoció a Goethe y a Schiller en Alemania y emprendió un viaje por Italia. De 1812 a 1813 recorrió diversos países europeos y, tras la caída de Napoleón y la Restauración política en Francia, regresó a París, donde abrió de nuevo su salón. Murió apenas 3 años después, en 1916.

"El talento no impide tener manías, pero las hace más notables."
Madame de Stael.

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