Por ahora, pocos son los premios que se le han resistido. Ya ha ganado el Fernando Quiñones, el Julio Cortázar de Cuba, el Miguel de Unamuno, el Premio de Relatos para Leer en el Autobús, el Premio Internacional de Relatos Cortos La Felguera y así, hasta un total de 50 premios nacionales e internacionales “acumulados” en los últimos años. Además, Juan Jacinto Muñoz Rengel (Málaga, 1974) difunde sus letras a través de las ondas dirigiendo y presentando el programa de divulgación literaria Literatura en Breve (RNE 5) y realizando la sección de relato corto en el mítico programa El Ojo Crítico (RNE 1). En su haber, dos antologías y dos libros de relato (de momento) y cientos de historias dispersadas a lo largo y ancho de medio mundo. Su última publicación, “De mecánica y Alquimia” (Salto de página, 2009) nos transporta del Toledo Taifa a un futuro próximo nada predecible. Su estilo: único. Su género: literatura fantástica en formato corto.
VULTURE- El relato corto es un género complejo para hacer un libro porque hay que atraer al lector una y otra vez, con cada historia. ¿Podría indicarnos que ventajas tiene este género sobre otros?
Muñoz Rengel: Como casi todo lo que requiere un mayor esfuerzo en la vida, el relato corto reserva mayores recompensas y satisfacciones a aquellos que son capaces de conquistar su cima. Quizá para quienes lo cultivan, en nuestro país, es un género bastante ingrato. Pero creo que todo lector que se habitúe a leer libros de relatos disfrutará de sensaciones mucho más intensas, y descubrirá juegos y sentidos que no caben en toda la extensión de la novela.
En ese sentido, hay que decir que es escritor de relatos, y si queremos hilar más fino, especialista en relatos de literatura fantástica. ¿Es el relato un género más apropiado para la ficción que otros como podría ser la novela, el teatro o la poesía?
Sin duda el relato corto siempre ha sido un excelente caldo de cultivo para los géneros más imaginativos, para, digamos, los más ficcionales, entre los que se encuentra por supuesto el género fantástico. Hemos de tener en cuenta que es mucho más fácil hacer que nuestro personaje experimente cualquier tipo de alteración extraordinaria, se comunique con los muertos, o entre en un bucle temporal, en un relato breve, que mantener eso mismo durante las doscientas páginas de una novela. En un relato corto podemos crear y destruir el mundo, si se nos antoja, en unos cuantos párrafos.
En “De Mecánica y Alquimia” presenta un conjunto de historias que nos llevan desde el Toledo Taifa hasta un futuro próximo-lejano. Es sorprendente la cantidad de detalles y la precisión en las descripciones por lo que se adivina una labor de documentación importante. ¿Podría hablarnos de cómo ha sido este trabajo de documentación?
Tras la primera parte del libro, que corresponde a los relatos históricos, en efecto, hay una gran labor de documentación. En muchas ocasiones se hace necesario frecuentar bibliotecas especializadas, y manejar un archivo de fichas y registros. Pero, lo que ocurre en estos casos es que casi todo lo que vas investigando y recavando, luego lo tienes que desechar. Es un error abrumar al lector con un aluvión de datos. En realidad, necesitamos conocer toda esa información para tener un completo dominio del universo del relato. Pero no hace falta exhibir constantemente ese conocimiento.
A pesar de tratarse relatos independientes las historias de “De mecánica y Alquimia” tienen un nexo y una “hilaridad”. ¿Cómo se le ocurrió escribir un libro de estas características?
Siempre he pensando que un libro de relatos con cierta unidad aporta un valor añadido al lector. Y no es que un libro de relatos por completo independientes no pueda ser excelente, sino que de esta otra forma, sin renunciar a nada, le estás regalando al lector algo más: otros guiños, otras acumulaciones de significado, otros niveles de lectura. Así pues, desde que hace cuatro años descubrí que tenía unos pocos relatos con temas, objetivos y escenarios comunes, me puse a trabajar en este proyecto. He construido De mecánica y alquimia concibiendo siempre el libro como un todo, como un conjunto de relatos que son autónomos y dependientes al mismo tiempo.
A modo más anecdótico, de todas las historias de “De Mecánica y Alquimia”, ¿recuerda cual fue la primera y la última que escribió?
Creo que la primera que escribí fue el cuento "Lapis Philosophorum". Y la última, pero por pura casualidad, la que cierra el volumen: "Pasajero 1/1".
Este su segundo libro de relatos aunque ha participado en varias antologías y puedo imaginar que ha escrito cientos y cientos de historias. Algunos le comparan con Borges o con Chéjov. ¿Que le parece?
Sí es cierto que tengo muchos más relatos inéditos que obra visible. Pero creo que cuando eres escritor tu verdadera función es escribir, y no necesariamente publicar. Y si eres exigente, eso hace que acumules mucha obra inédita en los cajones. Me parece lo más sano. Respecto a esas halagadoras comparaciones, imagino que quien las haya formulado sólo habrá pretendido señalar algunas de mis influencias, y nada más allá.
Por cierto Borges tiene un poema sobre un gólem y los gólems son uno de los elementos o personajes que aparecen en su libro. ¿Por qué decidió hacer a estos seres vinculados a la tradición judía protagonistas en algunos de sus relatos?
Me interesaba mucho hacer partícipe al gólem de estas historias. Intentaré explicar por qué. Una de las primeras líneas temáticas del libro es la preocupación por la tecnología humana, por el desarrollo y el control que el hombre es capaz de ejercer sobre su tecnología. Y a lo largo de los distintos relatos, que siguen un orden cronológico, esta tecnología humana se va transformando hasta llegar lo más lejos que se podía esperar: cobra vida propia. Ése me parecía un punto muy interesante. Por eso la inteligencia artificial, y la interacción entre el hombre y la máquina, tienen un especial protagonismo en la parte final del libro. Y si la mecánica acaba dando lugar al autómata, la alquimia, por su parte, acaba originando al gólem.
Iré de las obsesiones más generales a las más particulares. En el propio título se plantean las directrices principales: está la mecánica, por un lado, que es el mundo físico, los aparatos, los artilugios, la materia; y por otro lado, está la alquimia, que es la vida, la magia, lo inaprensible, el alma. Una de las principales obsesiones del libro es la del dualismo, el problema filosófico de la separación entre la mente y el cuerpo. Otro de los grandes temas es la manipulación -primero física, y después química- del mundo. Y del problema tecnológico pasamos a muchos otros: las grandes cuestiones de inteligencia artificial; la contaminación y la degradación del mundo; la corrupción y la ambición sin límites del hombre, la violencia, la traición, la autodestrucción; la oposición entre el orden y el caos, entre la inteligencia y las pasiones, la fascinación por el misterio; el inevitable fracaso de las empresas humanas…
Ahí me habéis pillado. No, la música es sólo un recurso metaliterario, que utilizo como nexo de unión. En el libro hay muchos elementos que van procurando la continuidad entre las historias y haciendo de llaves entre los distintos textos: los autómatas, los gólems, Kalymnos, las arañas, Baviera, la similitud entre algunos personajes, algunos gestos, algunas conductas, el narrador en primera persona del plural, Provenza, los boticarios, los insectos mecánicos, los artilugios, los instrumentos científicos… Y quería que entre éstos hubiera algunos elementos que fueran metaficcionales, como lo son las composiciones musicales –porque alguna vez aparecen incluso en forma de partitura- y los dibujos, esas láminas que van surgiendo y evolucionando a lo largo de los relatos.
Antes hablábamos de Borges y de Chéjov. También podría ser Cortázar o Italo Calvino, o incluso otros más “actuales” como Bolaño o Rodrigo Fresán. ¿Podría decirnos cuáles son sus escritores de relatos favoritos?
Un intento de lista, incompleta y desordenada, podría rezar así: Edgar Allan Poe, Hoffman, Maupassant, Kafka, Chejov, Quiroga, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Italo Calvino, Dino Buzzati, H. G. Wells, Ray Bradbury, Hemingway, Bernard Malamud, T. Coraghessan Boyle, Leonard Michaels, J. G. Ballard, Yasutaka Tsutsui, Julio Ramon Rybeiro, Roberto Bolaño, Quim Monzó…Entre los elementos comunes en todas las historias de este libro los aparatos e instrumentos de medida y el paso del tiempo en general son muy importantes. Hablemos del tiempo ¿Cómo se ve Juan Jacinto Muñoz Rengel dentro de (no sé) 40 años? ¿Seguirá escribiendo?
Si la salud me lo permite, los setenta y cinco años me parecen una edad estupenda para seguir escribiendo. Plena madurez intelectual. Esperemos que así sea, porque no me veo haciendo otra cosa, ni jubilándome.
En un relato del libro también aparece la figura de un escritor que podríamos llamar “marginal”, innovador para su época, incomprendido, que ve que su obra no es publicada porque se “sale” del estilo editorial del momento. Salvando todas las diferencias, a veces da la sensación de que el que escribe relatos cortos tiene menos popularidad que el que escribe novelas. ¿Cree que el relato está desprestigiado a pesar de que existan cientos de concursos y convocatorias para este género?
Los certámenes de relato corto, en la mayoría de los casos, tienen que ver más con la política local que con la literatura. Sí es cierto que, a nivel de crítica, el cuento parece estar recuperando algo del prestigio que tuvo en otro tiempo, y que en otros países con mayor tradición cuentística nunca se llegó a perder. No obstante, es indudable que hoy la novela sigue siendo el producto masivamente aceptado por el mercado editorial, y el que llega la mayoría de los consumidores (y estoy utilizando estos términos económicos, lejanos al hecho literario, de forma intencionada). Esto en sí mismo no tiene por qué ser algo negativo, y quizás incluso favorezca la depuración del relato; lo único preocupante es que todavía pueda haber algunos críticos literarios que necesiten esperar a que un autor escriba novela para tasar su valía.
Si se trata de hacer una recomendación a los lectores de VULTURE, que puedan encontrar en las librerías, y de cuya compra no se arrepientan, un libro de relatos innovador, transgresor y que sorprenda con cada historia, tengo ese título: se trata de Estoy desnudo, del escritor Yasutaka Tsutsui.
Claro que se publican demasiados libros. Y eso provoca un enorme problema de visibilidad. Me explico: los sellos editoriales no están cumpliendo su labor de filtro, y en las estanterías de novedades nos encontramos cada pocos meses miles y miles de nuevos títulos publicados, sin que el lector pueda distinguir lo que merece la pena de lo que no. Los autores de más talento acaban siendo enterrados bajo el alud de libros mediocres. Y lo peor es que esta grave disfunción del sistema de filtrado hace que incluso manuscritos valiosos terminen a veces sin ver la luz. Precisamente, con el relato "El sueño del monstruo" trataba de hacer una llamada de atención sobre todo esto, eligiendo que fuese un escritor de siglo XIX quien sufriera todas estas circunstancias. Mi intención era que el lector se hoy se pregunte: si a ese autor aquello ya le parecía un despropósito entonces, ¿qué pensaría si entrara hoy en una gran librería?
Este relato es el único que transcurre en Londres, que era el escenario de todos los cuentos de 88 Mill Lane, y por lo tanto de alguna manera es el texto que nos conduce hasta este nuevo libro, cuyas historias se dispersan por distintas ciudades y rincones de Europa. Lo que yo pretendía es que este cuento hiciera de puente con el libro anterior, y al mismo tiempo de bisagra dentro del nuevo volumen, mediando entre los relatos históricos y los futuristas, gracias a ese personaje que es un escritor adelantado a su época. En su momento, Londres me proporcionaba el distanciamiento necesario de la realidad más cotidiana, con todo lo neblinoso y victoriano de su entorno (en aquellos años, además, yo vivía en la capital británica). Y las ciudades europeas que voy recorriendo en De mecánica y alquimia me interesan por cuanto que son los lugares donde se originó la ciencia occidental, la technos tal y como hoy la conocemos.
Como ya sabrá muchos de los lectores de VULTURE son gente joven que está empezando y muchos de ellos escriben relatos. ¿Podría darles algún consejo? ¿Cómo se hace para ser escritor de relatos y no “morir” en el intento?
Lo primero y esencial es leer, leer mucho, leer más de lo que se escribe, y aprender a leer de una forma activa y en profundidad. En segundo lugar probablemente esté la disciplina; por mucho talento innato del que se disponga, si eso no va acompañado de la disciplina y la constancia necesarias a la hora de formarse como lector y como escritor, toda gracia, toda chispa y toda capacidad se acaba perdiendo con los años. Y, para no morir en el intento, lo que yo aconsejaría es tener mucha fe en lo que se hace, por un lado, pero también, por otro lado, no aspirar a vivir de lo que se escribe durante, al menos, no sé, las primeras décadas.
Como decía antes, en mis cajones hay algunas novelas inéditas, y relatos con los que se podría armar varios libros, pero que permanecerán allí ocultos quizá para siempre. Lo que sí puedo adelantaros es que también tengo una novela que espero que veáis publicada en unos meses. Y, en tanto que eso sucede, estoy inmerso ya en la escritura de la siguiente, que se encuentra en avanzado estado de gestación, y tomo notas para mi tercer libro de relatos.