Reed y Bryant, aquel "matrimonio" imperfecto


En 1919 John Reed publicó la que sería su obra más conocida, “Diez días que conmovieron al mundo”, en la que explica en clave de reportaje los acontecimientos de la Revolución Rusa elaborando un minucioso retrato de los personajes que tuvieron un papel protagonista durante aquellos días de octubre de 1917. John Reed, periodista y poeta, se negó a ser un mero narrador, un observador indiferente. Escribía con la pasión de alguien que comprende y refrenda lo que está ocurriendo. Él y su compañera, la escritora feminista Louise Bryant, fueron de ese grupo de intelectuales que se negó a separar arte de insurgencia y que decidió atacar al sistema con algo más que palabras. Ambos convirtieron la Revolución Rusa en su lucha más personal.


Parece que las biografías más curiosas e interesantes siempre están marcadas por la tragedia. Algo así ocurre con el "matrimonio" entre John Reed y Louise Bryant. Ambos eran jóvenes brillantes unidos por un sueño, por una ideología que huía totalmente de los convencionalismos sociales y culturales de la primera década del siglo XX estadounidense. Como cita Manuel Talens en su traducción del artículo de Howard Zinn “Para conocer a John Reed”, ambos confundieron y enfurecieron a los guardianes de la ortodoxia cultural y política en tiempos de la Primera Guerra Mundial”. Lo hicieron pidiendo libertad sexual, oponiéndose abiertamente al militarismo en época de patriotismo debido un conflicto internacional y  defendiendo el socialismo y la igualdad social en un momento en el que los empresarios y los gobiernos de los países civilizados se dedicaba a asesinar huelguista. Y finalmente lo hicieron aplaudiendo sin mesura la primera revolución proletaria de la historia

Él: un periodista comprometido

Reed y Bryant se conocieron en 1916. Por aquel entonces, él era ya un reputado periodista de 28 años que había viajado por Europa y que se había ganado el respeto de muchos y las “iras” de otros por su artículos enardecidos e implicados en los que denunciaba sin tapujos las desigualdades sociales. Aunque se había licenciado en Harvard, algo que le permitía haber entrado en las principales cabeceras estadounidenses, su total disconformidad con el establishment propició que pronto buscara publicaciones minoritarias pero más acordes con su pensamiento, y en 1913 comenzó a escribir para la revista Masses. Lo hizo convencido de que ese era el medio ideal en el que podría mostrar su visión su denuncia de las desigualdades del Nueva York de principios de siglo.


Son muchos los que dicen que el trabajo de Reed como poeta no era especialmente brillante pero que nadie como él entró en los conflictos para contarlos y explicarlos de primera mano. Porque Reed no se conformaba con tomar notas. Se implicaba al máximo en sus trabajos y los vivía desde “el ojo del huracán”. Una de sus primeras “misiones” como corresponsal (aventuras, las llamaba él) fue cubrir una huelga de más de 25.000 trabajadores del textil en Lawrence (Massachusetts), que exigían una jornada de trabajo digna. Se trataba de una de las huelgas más importantes y numerosas vistas hasta aquel momento pero la prensa no se había hecho eco de ella. Reed se unió al piquete y en una de las durísimas intervenciones de la policía para desalojar la fábrica fue arrestado y tuvo que ingresar en el calabozo. También cubrió la huelga de los mineros en Colorado tras la denominada Matanza de Ludlow en la que, debido a las huelgas, la Guardia Nacional había ametrallado a los mineros e incendiado sus casas junto con sus familias por orden de la familia Rockefeller.

John Reed también fue enviado especial en México, donde realizó entrevistas y reportajes sobre la Revolución Mexicana. Su fama le predecía y por eso tuvo la oportunidad de acompañar a Pancho Villa en sus ataques por el norte de México,  conviviendo día a día con los soldados.  Sus crónicas no tenían precio y algunos han llegado a decir que aquel era el mejor periodismo que se había hecho nunca. Con las experiencias recopiladas durante aquellos meses John Reed  publicó el libro México insurgente.



En 1914 Reed viajó a Europa para cubrir en primera línea la Primera Guerra Mundial. Posiblemente aquel viaje por las trincheras de Suiza, Francia o Alemania radicalizó todavía más al periodista. Una vez en Europa viajó hacia el este, llegando hasta el país que le cautivaría y que se convertiría en su pasión,  motivo de inspiración y en su última morada: Rusia. Allí visitó los pueblos calcinados y fue testigo de las matanzas en masa de judíos realizadas por parte del ejército del zar Nicolás II.

Tras aquel viaje por Europa Reed volvió a EEUU con una clara premisa: el patriotismo, fuera cual fuera, era un error. No había que armarse para buscar al enemigo que estaba fuera. El enemigo de los obreros norteamericanos era el dos por ciento de la población que acumulaba casi el 70% de la riqueza nacional.

Ella: una líder feminista

Por su parte,  Louise Bryant había desafiado las convenciones sociales desde su primera juventud. Nacida en 1887 y criada en una humilde familia de Nevada, adoptó la igualdad social como modo de vida y en  1908 se licenció en la Universidad de Oregon, algo que era muy poco común en aquella época. 

Su afán por ser escritora le había llevado a ser editora de algunas revistas universitarias y por eso, tras terminar sus estudios, comenzó a buscar trabajo. Lo consiguió de la única forma que podía hacerlo, convirtiéndose en una “Sob Sister”, un calificativo que se aplicaba a las mujeres que cubrían asuntos “frívolos” como crónicas sociales.  Sin embargo, en su interior Bryant seguía desafiando todos los convencionalismos. En primer lugar, porque era una mujer asalariada e independiente. En segundo, porque su modo de vida ,que incluía la libertad sexual, escandalizaba a aquella "mojigata" sociedad.


Durante varios años Louise Bryant compaginó sus crónicas sociales con la escritura de poesía para el semanario anarquista "Blast" de San Francisco. También vendía suscripciones del periódico "Masses" y en 1912, cuando se votó en favor del voto femenino, Louise se unió al comité literario de la Asociación para la Igualdad del Sufragio de Oregon convirtiéndose en una de las principales líderes feministas de aquel momento. 
Bryant creía fielmente en la relación entre feminismo, libertad sexual e igualdad económica, tres factores totalmente indivisibles.

Una pareja poco convencional pero bien avenida

El primer encuentro de John Reed y Louise Bryant se produjo en Portland en 1916. Fue un flechazo y ella abandonó de inmediato a su primer marido, con quien se había casado en 1909. Bryant y Reed pasaron juntos un verano tranquilo y apasionado, lejos del mundo. Pero para alguien tan comprometido es complicado estar al margen de lo que sucede.

En aquellos días EEUU era un hervidero patriótico en el que las campañas para alistarse para combatir en el frente europeo eran constantes. El alistamiento era prácticamente obligatorio. Sin embargo, un grupo de intelectuales, muchos de ellos del círculo de Reed y Bryant, se oponían a aquella Guerra y promovieron campañas contra ella. La respuesta de las autoridades no tardó en llegar y algunos, incluído el propio Reed, fueron encarcelados.

A principios de 1917 llegaron noticias de Rusia: la revolución obrera había estallado y Reed se apresuró a viajar hasta San Petersburgo para cubrir aquellos días históricos. Lo hizo en junto a Bryant. Ambos recorrieron los principales escenarios de una revolución que aunque, de contornos totalmente difusos, ofrecía un halo de esperanza para gente como Reed. Acreditado como periodista, él pudo hacer un seguimiento diario del proceso revolucionario asistiendo a las multitudinarias asambleas y a las reuniones de todas las facciones enfrentadas,  y entrevistando a los principales dirigentes del momento.


Mientras tanto, Louise viajó a Rusia como enviada especial de un sindicato anarquista para cubrir la revolución. Se entrevistó con las heroínas de aquellos días centrando su atención en el Batallón de la Muerte, una unidad de combate compuesta por mujeres. 

El estilo literario y periodístico de Bryant eran en cierto modo similares a los de Reed. Estaban llenos de anécdotas y defendían su causa feminista y política. 

En 1918 los dos volvieron a EEUU. Mientras él terminaba su gran obra “Diez días que cambiaron el mundo”, ella publicó "Seis meses rojos en Rusia", considerado uno de los mejores relatos de testigos oculares escritos por mujeres periodistas americanas y comenzó a dar charlas por todo el país. Posiblemente ésta es la época en la que estuvieron más distanciados. La actividad de Reed, que había vuelto a EEUU como un héroe se vio “mermada” por las fuertes presiones políticas, ya que la revolución había terminado pero su triunfo inquietaba a los líderes y a la opinión pública estadounidense. Todos temían que ocurriera lo mismo en su país. Por su parte, Bryant comenzó a dar polémicas conferencias por todo el país, ganando detractores por minutos. 

En 1920 John Reed  intervino en la creación del Partido Comunista de los Trabajadores y viajó a Rusia en calidad de delegado para asistir a las reuniones de la Internacional Comunista. En principio se trataba de un viaje temporal del que Reed debía volver preparado para crear el nuevo sindicato. Pero no pudo ser así. En EEUU estaba acusado de espionaje y su compañera emprendió un arriesgado viaje hasta Moscú para pedirle que no volviera. No es que Louise llegara tarde, pero cuando lo hizo John Reed ya estaba enfermo y falleció en octubre de aquel mismo año víctima del tifus. Fue enterrado en  como un héroe cerca del muro del Kremlin, en su querida y “admirada” Rusia.

Funeral de John Reed. En la imagen, Louise Bryant custodia su féretro.
Tras la muerte de John Reed, Louise Bryant volvió a EEUU. Lo hizo abatida física y mentalmente, y aunque siguió trabajando como corresponsal extranjera para los periódicos de William Randolph Hearst nunca volvió a ser la misma. Trabajó en Turquía, Rusia y fue la primera periodista americana en entrevistar a Benito Mussolini. Su segundo libro, “Espejos de Moscú”, está considerado como una obra maestra. Sin embargo, la vida de Bryant, especialmente en el terreno personal,  se desmoronó por momentos. Un nuevo fracaso matrimonial unido a la caída del fanatismo por la Revolución Rusa (que ya no causaba simpatías) y al desmoronamiento del ferviente feminismo ( que estuvo prácticamente silenciado hasta la gran revolución de los años 60) hicieron mella en la periodista. Todo ello unido a que jamás superó la muerte del que había sido su mejor compañero de vida y de ideas. 

Enferma de melancolía y de alcohol,  Louise Bryant decidió iniciar una nueva vida en París. Falleció en 1936, a los 49 años, debido a una hemorragia cerebral.

La vida de Reed y Bryant y aquellos cuatro años que pasaron juntos fue llevada al cine en la película "Reds", escrita, dirigida y protagonizada por Warren Beaty. Él mismo interpreta el papel de Reed, mientras que Diane Keaton da vida a Louise Bryant.


Fuentes:




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesantísimo resumen

Angel Cortés dijo...

Uff...una historia real que rebasa cualquier fantasía..! Amor, pasión, ideales, justicia social, anhelos, sueños...sin límites geográficos...el mundo fueron dos personas..
y ademas xcelente actuación...en el film