Reseñas: Jardines de Kensington

 

Jardines de Kensington” es una novela cautivadora que recorre la biografía de J. M Barrie y las andanzas de un siniestro narrador que responde al nombre de Peter Hook. Sí, ni Peter Pan ni el Capitán Hook sino una mezcla de ambos, escritor de novelas infantiles de profesión y cruel sociópata por naturaleza. En “Jardines de Kensington” Rodrigo Fresán entrelaza las vidas de estos dos personajes reales y ficticios en parte para hablar de una sociedad que vive obsesionada con la eterna juventud y que sufre una profunda inmadurez colectiva.


“Hay en ella, en su escritura portentosa, arriesgada y exquisita, ese estado de gracia que nace de la inteligencia inspirada, de la inspiración más gamberra, y de la cultura”. Estas palabras servían al escritor y crítico Diego Doncel para reseñar, en el año 2003, la primera edición de “Jardines de Kensington” de Rodrigo Fresán. Si lees el artículo completo te entran ganas inmediatas de buscar la novela, comprarla o alquilarla, y dedicarle un tiempo de tu fin de semana, de tus vacaciones o de tus paseos en transporte público. Desde lejos se huele que va a ser una lectura atractiva. 

“Jardines de Kensington” llegó a mis manos mientras buscaba información sobre un posible encuentro entre Peter Pan y Alicia, la del País de las Maravillas. Sus respectivos autores se inspiraron en niños de carne y hueso para crear los personajes y, años después de ser inmortalizados en cuentos, una Alice octogenaria y un Peter superada la treintena se vieron en una librería en Oxford Street. En otra de los comentarios y reseñas de “Jardines de Kensington” el propio Rodrigo Fresán aseguraba que quería imaginar que estas dos personas adultas,  dibujadas para siempre en el imaginario colectivo como niños,  hubieran sido capaces de lamerse las heridas mutuamente. Esto es poco probable: es mucho más convincente que la cita fuera fría e intrascendente aunque los nombres de J.M Barrie y de Lewis Carroll salieran a la palestra. Todo lo demás (conversaciones, promesas, confesiones) relacionadas con esta historia son (meta)literatura. 

A Rodrigo Fresán lo conocí (no en persona sino en letras) en el año 2009 cuando publicó su “Historia argentina”, uno de esos libros que merecen una y varias relecturas. Al igual que en “Jardines de Kensington” el maestro Fresán desborda en ella su increíble capacidad para recoger elementos, fragmentos, ideas que aparentemente no tienen conexión alguna y tornearlas hasta convertirlas en las piezas de un mismo rompecabezas. Su estilo es similar al de otros escritores argentinos contemporáneos como Pola Oloixarac, quien personalmente me conquistó con sus “Teorías Salvajes”. En “Jardines de Kensington” las piezas que propone Rodrigo Fresán son el autor de Peter Pan; otro escritor que responde al nombre de Peter Hook; un tal Marcus Merlin; la infancia; el teatro; el trauma; una ciudad real (Londres); una ciuda-estado ficticia (Neverland); una mansión que tiene nombre de ciudad-estado ficticia; el pasado; el presente; la edad; Kensington Gardens; una familia (los Llewelyn-Davies); Jim Yang, Baco, David y un montón de lost boys sin bautizar; Bob Dylan y The Beatles; la memoria; las drogas lisérgicas; las máquinas de crear sueños; las mentiras; los secretos; los viajes en el tiempo; las sombras; la locura; la muerte; la culpa. Rodrigo Fresán obtiene así una trama que podría ser el backstage o el making off de Peter Pan, esa "terrible obra maestra". Así es como  un adulto  Peter Llewelyn-Davies, siendo ya Peter Davies y siendo ya editor, se refería a aquel cuento que cambió su vida y la de su familia para siempre. Peter Pan también cambió la vida de otras muchas personas, aunque en su caso asegurara que no fue para bien. 

La fuerza de la perturbación 


Hasta mediados del siglo XIX nadie quería ser un niño. La infancia, como tal, no existía. Los niños únicamente debían observar y aprender a ser adultos. Ser niño no tenía un valor especial. Suena muy triste pero era así. La noción moderna de infancia con su propia autonomía y metas emergió en la Ilustración y no fue hasta la era victoriana cuando el concepto tal y como la conocemos hoy empezó a tomar forma. Con ello apareció un nuevo género literario encabezado por el primer gran éxito de la literatura infantil: Alicia en el País de las Maravillas , a cuyo autor, Lewis Carroll, por retratar la infancia de esa manera onírica y fantasiosa, siempre le han sobrevolado las sospechas de pedofilia, rumores que han perturbado una parte de su biografía.

Lo que tiene de perturbador “Jardines de Kensington” es que hace reflexionar sobre los peligros de los adultos que se construyen sobre fragmentos de niñeces rotas y sobre la fatalidad de una sociedad vacía de madurez. Probablemente J.M Barrie encajaba dentro del perfil de hombre adulto construido en una infancia llena de cristales. 

La vida de este escritor escocés dio un giro enorme cuando, tras la muerte de su hermano mayor, su madre cayó en una depresión irreversible. El pequeño “Jim” se convirtió entonces en un niño invisible , un lost boy que vio beneficios a esa situación le daba y no quiso deshacerse nunca de ellos: quería ser un niño eternamente (¿os suena el cuento?)

A pesar de lo que algunos han querido insinuar es muy poco probable que J.M Barrie sintiera algún tipo de atracción romántica hacia los niños. Los veía como un iguales en algunos aspectos y como privilegiados en otros, pues eran portadores de una serie de licencias vetadas a los adultos. Barrie tenía la convicción de que los niños estaban privados de inocencia (cada niño alberga un diablo en su interior). Este aspecto también es perturbador igual que es turbia la confesión de Peter Hook, el narrador de la historia. Peter Hook nos habla desde el principio de la novela de un suicidio y de un asesinato, habla de un estado psicótico y de una historia que parece sacada de una novela de Stephen King. Lo perturbador de P. Hook es que a pesar de lo literario puede ser tan real que da miedo. Y los peores malos, también en la literatura, son aquellos nos acechan sin despertar sospechas. 

¿Quién es Peter Hooken realidad?


“Jardines de Kensington” no es una biografía pero contiene muchos datos biográficos sobre la vida de J. M Barrie. Tras leerla, la película Finding Neverland (Descubriendo Nunca Jamás) se revela como una versión de la historia que, más que dulcificar, falta poderosamente a la verdad. No porque James Mathew Barrie no fuera tan guapo como Mr. Depp (que también) sino porque ni el pequeño Peter inspiró a Peter Pan ni la carrera de Barrie estaba en un punto tan bajo. Tampoco la relación entre J.M Barrie y el matrimonio Llewelyn-Davies debió ser ideal: imaginad que, un día, un señor que os encontráis por un parque empieza a jugar con vuestros hijos y que eso se convierte en una rutina. Luego, ese mismo hombre se muda al lado de vuestra casa para estar más cerca de ellos (de vuestros hijos) y, por vacaciones, alquila una finca cerca de donde vosotros y se presenta allí sin avisar, a modo de sorpresa y sin vuestra invitación ni beneplácito. J. M Barrie llegó a ser un instruso en la vida de esta familia y así lo manifestaron los progenitores en muchas ocasiones. Silvia Llewelyn-Davies nunca se interesó afectivamente por Barrie y probablemente tampoco ocurrió al revés. Barrie tenía mucho de asexuado. Y si en algún momento existió una oferta de matrimonio (que pudo haberla) fue sin duda para salvaguardar la educación y posición de los pequeños ante una inminente horfandad. Hay más detalles pero al final lo objetivamente cierto es que el retrato de Barrie que nos ofrece Rodrigo Fresán entre páginas es mucho más cruel que el de Marc Foster en la gran pantalla y, por lo tanto, parece mucho más fiable. 





El co-protagonista de “Jardines de Kensington” se llama Peter Hook y guarda muchas similitudes con Barrie aunque no podemos decir que sea su alter ego ni su antagonista. Por supuesto Peter Hook no es un nombre real. Es un seudónimo que se adjudicó porque está obsesionado con una niñez de la que no recuerda muchas cosas y en parte es eterna y porque Peter Pan es su libro favorito aunque para él esté íntimamente relacionado con la muerte.

La biografía de Peter Hook es fascinante. Sus padres pertenecían a la aristocracia inglesa: él, músico; ella, modelo y bailarina. Ambos artistas. Ambos sumergidos en el LSD, las drogas de diseño y la revolución sexual. Ambos victorianos. Ambos decadentes. Ambos enloquecen cuando su hijo pequeño Baco muere a los dos años en extrañas circunstancias. Algo de Peter Hook también murió ese día. La madre y el padre también mueren al poco tiempo ahogados, como Michael, el hermano Lewelyn-Davies preferido de Barrie. Los recuerdos que Peter Hook tiene de su infancia nos hablan de los Swinging Sixties y de un Londres floreciente culturalmente. Es un retrato de esa época fascinante, puntualizado, objetivo, fidedigno. Con los años Peter Hook se convierte en escritor y da a luz una fascinante sagas de novelas infantiles protagonizadas por Jim Yang, un joven héroe con la capacidad de viajar en el tiempo a través de una "cronocicleta". En una de sus entregas Jim Yang viaja al pasado para conocer al creador de Peter Pan. Allí se encuentra con J.M Barrie. Jim Yang le observa desde la distancia como un ángel de la guarda y asiste a gran parte de los acontencimientos de la infancia y juventud del escritor escocés. El encuentro entre ambos también tiene algo de perturbador porque Jim Yang no cambia de aspecto por los viajes intertemporales y Barrie se lo encuentra en varias ocasiones a lo largo del tiempo, una de ellas en Kensington Gardens. ¿Puede ser Yang el auténtico inspirador de Peter Pan? La trama se complica. Para colmo, “Jardines de Kensington” comienza cuando Peter Hook secuestra a un niño asiático que dará vida a Yang en la gran pantalla. La sobredosis de perturbación a continuación está asegurada. 

Amigos de la historia de la literatura y de la “otra historia de la literatura”, del estilo claro y cuidado, de los detalles, de los años sesenta, de Peter Pan y de las infancias traumáticas: “Jardines de Kensington” es vuestro libro.

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