Imagen: Hombre Con la Cabeza Sobre La Mesa, de Franz Kafka. Diario (7 de diciembre de 1916)
“Franz Kafka’s porn brought out of the closet”. “La métamorphose pornographique de Kafka”.“Kafka Pornograph?”. Así es como los medios reaccionaron hace un tiempo ante la noticia de que Franz Kafka almacenaba en una valija y bajo llave algunos ejemplares de revistas algo "picantes" y subidas de tono. “Pornografía kafkiana” han llamado algunos a esta una colección conocida desde hace tiempo y que se conservaba en Biblioteca Británica y la Biblioteca Bodleian de Oxford. Humanizar a Kafka, convertirlo en uno más, no gusta a todos. Es como si de los grandes escritores se esperaran gestas trágicas, que tuvieran que ser siempre escritores malditos, tipos depresivos con traumas infantiles, adultos con relaciones sentimentales y afectivas complejas y enfermizas, hombres y mujeres muertos prematuramente, torturados por sí mismos o por otros, marginados sociales y así un largo etcétera de adjetivos que convierten a los escritores, precisamente, en personajes kafkianos. Porque sí, nos gustan las biografías de escritores dramáticas a la par que oscuras y con secretos bizarros. Quizá esto sea sólo un recurso de los normales para explicar una genialidad que nos es tan ajena que parece ser concebida únicamente al amparo de las adicciones, los abusos y el terror. Aún así hay algo más que todos los escritore tienen en común: la soledad.
Todos los escritores,
sean hombres o mujeres, altos o bajos, obtusos o flexibles en los
estilos y géneros literarios que trabajan, se han sentido alguna vez solo durante la planificación y la concepción o después del
proceso de escritura. Adam Haslett, contador de
cuentos en The
New Yorker, Esquire,
The
Nation, The
Atlantic y finalista del National
Book Award (2002) y del
Pulitzer (2003) reflexiona en un artículo publicado en el portal LiteraryHub sobre la condición de los escritores como seres siempre abocados a la
soledad.
Como escritor de ciencia ficción Haslett pone sobre la mente cuestiones como la búsqueda de matices en los personajes como elemento clave del aislamiento de los escritores durante la escritura de su novela y relatos, un aislamiento que, por otra parte, le lleva a sumergirse continuamente (o al menos intentarlo) en la mente de los demás, en la de los posibles lectores, para crear un universo a su medida y conocer con más detalle lo que tiene a su alrededor. Es ésta de los escritores, por lo tanto, una visión de la soledad bastante paradójica porque implica alejarse de este mundo para estar más cerca de él.
Como escritor de ciencia ficción Haslett pone sobre la mente cuestiones como la búsqueda de matices en los personajes como elemento clave del aislamiento de los escritores durante la escritura de su novela y relatos, un aislamiento que, por otra parte, le lleva a sumergirse continuamente (o al menos intentarlo) en la mente de los demás, en la de los posibles lectores, para crear un universo a su medida y conocer con más detalle lo que tiene a su alrededor. Es ésta de los escritores, por lo tanto, una visión de la soledad bastante paradójica porque implica alejarse de este mundo para estar más cerca de él.
Así
empieza este artículo de Adam Haslett (!cuidado, traducción propia!)
“Una
vez, un amigo psquiatra me explicó que una de las características
de la psicosis era la creencia fija en un mundo imaginario durante
meses o años, un mundo que nadie más salvo el paciente era capaz de
percibir. Y yo me pregunto en voz alta si esto no es también una
definición digna de un novelista. Lo hago después de haber estado
durante los últimos cinco años concetrado en mi propio mundo
imaginario durante la escritura de mi libro. Esta reflexión es lo
que me ha llevado a pensar en qué es lo que lleva a la gente a
escribir, en primer lugar, y la relación entre la vida real y la
imaginaria, en segundo.
Una de
las paradojas de la escritura es que con el fin de satisfacer la
necesidad de comunicar algo a los demás terminas gastando enormes
cantidades de tiempo en tí mismo. En el caso de un libro, esta
soledad puede llegar a durar dos años de los cuales gran parte del
tiempo está amenazada por las dudas. También es cierto que muchos
escritores necesitan comunicarse porque han experimentado la soledad
temprano en su vida y la escritura, (que es algo que se hace solo)
parece irónicamente un medio para superarlo y conectar con los
demás. Una soledad impuesta en la juventud se convierte en una
soledad elegida en la edad adulta. Y lo que era una fuente de
vergüenza se convierte en una condición y de trabajo. Es decir, nos
retiramos del mundo para estar más cerca de él”.
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leyendo el artículo original "The perpetual solitude of the writer"
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