Escritores: Unas últimas palabras antes de morir



Es muy difícil documentar sí realmente estas frases se pronunciaron, como asegura el escritor Hans Halter, cuando algunos de los literatos más famosos del mundo exhalaban su último aliento. Pero somos curiosos y nos gusta pensar que sucedió así. Imaginamos a nuestros escritores favoritos pensando, afilando sus plumas e imaginando a los protagonistas de sus novelas y poemas. Los imaginamos vestidos tal y como los retratos nos los han mostrado, con los trajes de la época en la que vivieron y en la que desarrollaron su arte. Es curioso que pocas veces los imaginemos precisamente antes de morir. ¿Dónde estaban y con quién? ¿A quién dirigieron sus últimas palabras? ¿Qué paredes y ventanales los vieron irse para siempre?

En algunos casos, como el de Edgar Allan Poe, sería muy complicado saber qué es lo que dijo y a quién. Murió en circunstancias muy extrañas, bañado en un delirium tremens que le había llegado, al parecer, en una taberna. Vestía ropas que no eran suyas y no sabía ni siquiera quién era. Murió en un psiquiátrico (leer artículo relacionado) y hay quién dice que lo hizo al grito de "¡Que Dios ayude a mi pobre alma!". Otros aseguran que esas son las palabras que gritaba mientras deambulaba en las calles de Baltimore en un estado delirante.

El más curioso, por el significado (o mejor dicho, no significado) de sus palabras es el escritor, poeta y pensador estadounidense Henry David Thoreau, quien, consciente de que estaba muriendo, pronunció las siguientes frases: "Ahora viene la buena navegación ", seguido de dos palabras solas, "Moose" e "Indian".

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