La historia ha dado notoriedad a Pu Yi por ser el último emperador de China, un personaje cuya vida quedó fielmente inmortalizada en la película “El último emperador” de Bernardo Bertolucci. Pero, ¿qué pasó con la última emperatriz del Imperio del Sol Naciente? ¿Quién fue y cuál fue su legado? Una lectura de “Cixi, emperatriz” de Jung Chang nos desvela la que es una de las biografías femeninas más interesantes y controvertidas de todos los tiempos.
Fue una de las confabuladoras más importantes de la historia. Gobernó de facto el Imperio Chino como regente o en la sombra durante más de cuarenta años en los que vio desfilar ante sus ojos a los últimos gobernantes de su dinastía, la Qing, cabeza visible y noble del gran imperio chino formado durante siglos. Por supuesto, la sucesión de ocupantes del centenario Trono del Dragón durante aquellos años y bajo su atenta mirada nunca fue casual: Cixi elegía (o sugería o imponía) a los distintos monarcas manejando los hilos tras las cortinas de palacio y siempre acorde a sus intereses y a su forma de entender el mundo.
Excesivamente conservadora, xenófoba, contraria al occidentalismo que se cernía sobre su imperio, astuta y obsesionada con mantener “la pureza” en la línea de sucesión al trono, sólo un carisma innato puede explicar cómo esta mujer de origen noble aunque bajo se convirtió en una de las mujeres más poderosas de su época y en una de las inquilinas más longevas e influyentes de la esa gran fortaleza física y social conocida como La Ciudad Prohibida.
Apuntes biográficos
Cixi nació en la región china de Cantón el 29 de noviembre de 1835. Familiarmente era conocida como Orquídea, su nombre original. Algunos años después cambió este nombre por el de Yehenara, que era el nombre de su clan. Su nombre imperial y por el que pasó a la historia es “Cixi” y le fue concedido cuando se convirtió en la amante preferida del emperador, lo que le dio un espacio propio dentro de la Ciudad Prohibida. De hecho la palabra “Cixi” puede traducirse como “la emperatriz del Este”, porque es en esa localización donde se encontraba su palacio. En todo caso, antes de convertirse en Cixi, Yehenara vivió de forma humilde.
Hija de uno de los guardianes del Palacio Imperial, su padre murió siendo ella una niña, por lo que pasó gran parte de su niñez bajo la tutela, al igual que su madre y hermanos, de un pariente que gozaba de una buena posición social. Siendo adolescente Yehenara conoció a Jung Lu, un primo suyo que era además comandante de la guarnición manchú de Pekín, con quién llegó a prometerse. Sin embargo, aquel futuro más o menos acomodado dentro de la nobleza media china cambió cuando, a la edad de quince años (en 1851), Yehenara fue convocada, junto con otras doscientas mujeres jóvenes, para ir a la Ciudad Prohibida, donde el recién proclamado emperador Xianfeng, de veinte años, quería escoger esposa y concubinas para formar su harén. El motivo de aquel “reclutamiento” forzado era que se pretendía conservar la pureza en la sucesión de la dinastía Quing y, por lo tanto, el emperador no debía casarse ni tener hijos con una china sino con una manchú, región de donde procedía su linaje y de donde también era originario el clan de Yehenara.
A pesar de ser una mujer bella, no fue el atractivo físico de Yehenara lo que llamó la atención del emperador: aunque lo tenía prohibido, fue la única de todas aquellas jóvenes que miró al gobernante a los ojos. El encontronazo (visual, entendemos) supuso un “flechazo” para el emperador, que la seleccionó para formar parte de su harén, mientras que la prima de Yehenara, Sakota, fue elegida para convertirse en su esposa oficial.
En una época y en un lugar en la que el monarca tenía esposas y concubinas oficiales y suplentes, de mayor y menor rango, era extraño que una de sus amantes “secundarias” tuviera encuentros con él, así que la joven Yehenara comenzó a emplear su tiempo en lo que consideraba más “útil”, demostrando por primera vez una astucia y una ambición sin límites: se instruyó en arte, música, historia, mitología, caligrafía y literatura, y centró gran parte de sus esfuerzos en cultivar una excelente la amistad con la madre del emperador.
El primer encuentro de Yehenara y el emperador Xianfeng supuso un cambio radical en su vida y en el Palacio, y también en el destino de su Imperio. Después del primer encuentro, que duró tres días con sus tres noches en las estancias imperiales, el emperador volvió a solicitar pronto la presencia de la joven en sus habitaciones. Ésta, decepcionada por las costumbres de higiene personal del emperador, accedió a hacerlo imponiendo una única condición: debía volver a ver a su antiguo prometido, Jung Lu. El encuentro con éste supuso un golpe de aire fresco y dio a Yehenara un amigo y cómplice de por vida, pues Jung Lu tenía mucha influencia dentro de la Guardia Imperial y también en el ejército.
En su segunda cita con el emperador, Yehenara le comunicó que estaba embarazada. Las intrigas ante la llegada de un posible hijo varón comenzaron a rodear a la ya entonces amante preferida del monarca, así que ésta reclamó mayor protección y atenciones. Exigió ver al emperador más allá de sus encuentros amorosos y le convenció de que, como madre del futuro gobernante, debía tomar parte activa en la vida política del Imperio. Evidentemente, no le reclamó cargo público alguno, pero si le transmitió su necesidad aprender cuanto fuera posible sobre relaciones internacionales y sobre el ejército. Cuando nacio el príncipe Tongzhi, la ya entonces emperatriz Cixi fue elevada a la misma categoría que la consorte real. Todas las herramientas para poder dirigir el Imperio estaban ya en su mano.
Las Guerras del Opio y la primera regencia de Cixi
La época en la que vivió Cixi fueron los años más convulsos de la historia de China. Pese a que la dinastía Quing estaba consolidada en el poder (lo que aparentemente daba estabilidad interna al país) lo cierto es que la apertura al mundo occidental era una realidad a la que muchos se oponían. Durante las últimas décadas del siglo XIX las potencias internacionales intentaron forzar a China para que abriera sus espacios comerciales por el mar, y países como Inglaterra y Francia intentaron hacerse con el control del lucrativo comercio del opio introduciendo en el país oriental opio producido en la India, fortaleciento así relaciones comerciales entre ambos extremos de Oriente. Paralelamente, China, alentada por Cixi, intentaba combatir el consumo de esta sustancia por las graves consecuencias sociales que generaba su adicción. Posiblemente, el propio emperador era también adicto y ese era el motivo de su aparente estado constante de abandono y embriaguez.
En medio de una crisis interna y externa, con revoluciones nacionales y ejércitos extrajeros amenazando al Imperio, la familia real se instaló en el Palacio de Verano, en Jehol, residencia preferida del emperador y alejada de la capital. Durante este retiro el emperador murió a la edad de treinta años y apenas diez años después de haber ascendido al trono. Poco antes, Cixi le había convencido para que nombrara como heredero al hijo de ambos, Tongzhi, que asecendería al trono con una doble regencia de ella misma y de la esposa oficial del emperador, Sakota. Cuando se produjo el cambio en el poder Cixi contaba con el apoyo incondicional del ejército y de la guardia real capitaneada por su antiguo pretendiente Jung Lu, lo que le permitió sofocar con éxito cualquier tipo de revolución interna respecto a la legitimidad de su cargo y del heredero real.
Los años siguientes de Cixi estuvieron centrados en la formación de su hijo. El joven resultó ser algo disoluto, heredero de la vida licenciosa de su padre y con una mente abierta y reformadora, totalmente contraria a la de su madre. Tongzhi ascendió al trono con dieciséis años y, aunque sin él saberlo, se convirtió en un “peón” más en la estrategia de Cixi, quien tenía una consolidada red de espías (principalmente eunucos) en la Ciudad Prohibica. Visto que se trataba de un joven un tanto “vicioso”, amante de los burdeles de la ciudad y abiertamente bisexual, con su ascenso al trono su madre promovió pronto su matrimonio con una manchú de alto rango, la princesa Alute. La joven resultó ser una mente reformadora de la que el joven emperador no tardó en enamorarse y juntos comenzaron a planear una nueva China dejándose influir por el aperturismo hacia Occidente y alejándose progresivamente de Cixi quien, alertada ante aquella situación, convenció a los recién casados para realizar una gira de presentación por todo el país. En este viaje que duró varias semanas Cixi incitó a su hijo a que mantuviera encuentros con concubinas y otro tipo de amantes desatando así la furia de Alute y distanciando a la joven pareja imperial. Cuando volvieron a Pekín, Tongzhi regresó a sus antiguas “costumbres” y no tardó en contraer la sífiilis (según las fuentes oficiales, viruela) enfermedad que acabó con su vida con tan sólo 18 años.
Puesto que Alute no había dado ningún hijo Tongzhi, Cixi invitó a su nuera a que se suicidara, una petición que fue satisfecha con éxito algunos días después de la muerte del joven emperador. Por supuesto, y viendo la personalidad de la vieja consorte, exiten hipótesis que sostienen que fue la propia Cixi quién asesinó a Alute confinándola en sus estancias y cortándole el suministro de agua y alimentos.
El “hijo amante”
Con la muerte de Tongzhi Cixi volvió a ocupar junto con su prima Sakota la regencia de China hasta la llegada de un nuevo mandatario. El “elegido” para aquel cargo fue un bebé de pocos meses hijo de un hermano del difunto emperador Xianfeng, es decir, sobrino de Sakota y primo del recién fallecido emperador. Cixi lo llevó a la Ciudad Prohibida y durante los años siguientes las dos emperatrices volvieron a ocupar el poder mientras “creaban” un emperador a su medida.
El Emperador Guangxu (así se llamaba) resultó ser un hombre débil y enfermizo que siempre se sintió íntimamente unido a su tía Cixi, a la que quiso durante toda su vida como una madre. El matrimonio concertado por Cixi para su “sobrino” fue un símbolo más de su influencia en la Ciudad Prohibida: la elegida fue una sobrina carnal de Cixi, hija de su hermano y afín a sus ideas políticas. Sin embargo, siendo ya un adulto y tal y como pasó con su hijo biológico, Guangxu comenzó a adoptar medidas más aperturistas influenciando por algunos intelectuales japoneses.
Como Cixi nunca vio con buenos ojos la llegada de la modernidad al país se creó un cisma entre tía y sobrino imposible de solucionar entre ambos, y la emperatriz viuda pronto ideó una nueva estrategia para controlar el poder. En este caso el emperador Guangxu no fue consciente del complot hasta el final de sus días, y ante las sospechas de traición siempre defendió en público y privado la inocencia de su tía, en quien creía tener a su máxima defensora. Confinado en un segundo plano y prácticamente preso en su palacio por orden de Cixi, quien contaba con el apoyo de las clases adineradas y de más rancio “abolengo” del país, el emperador Guangxu tuvo un papel meramente decorativo durante los siguientes años de su reinado.
Con Cixi ejerciendo el poder desde la sombra se produjeron los hechos que marcaron el inicio del fin de la dinastía Quing y del régimen Imperial Chino. En los albores del cambio de siglo la situación interna en China era convulsa. Los bóxers, que luchaban contra la influencia comercial, política, religiosa y tecnológica foránea en China, comenzaron una rebelión , quien sabe si alentados por ciertos sectores del poder entre los que se incluiría Cixi, quemando iglesias y dando “caza” al extranjero.
Rebelión y crisis
Tras los primeros indicentes en 1899, en junio de 1900 Cixi declaró la guerra a todas las potencias occidentales que interfieren en la vida política de China (Japón, Rusia, Alemania, Gran Bretaña, EEUU, el Imperio Austriohúngaro e Italia). Las tropas internacionales llegaron a Pekín y “sofocaron” sin problemas aquella rebelión que tenía el sello del retrógrado poder imperial. Tras pasar varios meses escondida (según algunas fuentes la regente y su corte se disfrazaron de campesinos para abandonar la capital) Cixi volvió a Pekín. Lo hizo derrotada, debiendo realizar concesiones a la comunidad internacional, sometiendo a su país a una deuda externa que tardará años en pagar y prometiendo ejecutar a los líderes bóxers.
En aquella época el emperador Guangxu estaba ya enfermo. Según los estudios realizados por un proyecto científico del Instituto de Energía Atómica de China y publicados por el diario “China Daily” en 2008, el análisis forense realizado a dos cabellos del emperador Guangxu demuestra que la cantidad de arsénico en su organismo era 2.000 veces superior a la de cualquier persona sana, lo que afianza la hipótesis de que fuera asesinado por orden de su tía. Murió el 14 de noviembre de 1908. Un día antes, el 13 de noviembre, Cixi había elegido una vez más y siguiendo su estrategia habitual al nuevo sucesor del trono. Esta vez el llamado a ocupar el Trono del Dragón era de nuevo un bebé de apenas tres años , hijo del príncipe Tuan, un hermanastro del emperador Guangxu que había encabezado la revolución de los bóxers y que compartía con Cixi su odio por “lo extranjero”. Sin embargo, parece que los planes de Cixi en esta ocasión se torcieron: la última emperatriz de China murió víctima de un derrame cerebral al día siguiente, el 15 de noviembre de 1908.
Con la muerte de Cixi, la última emperatriz, se hace evidente el fin de la dinastía Quing y el derrocamiento del sistema imperial en China. Su “sobrino-nieto”, Pu-Yi, apenas gobernó de forma intermitente durante la siguiente década y será recordado por siempre como “el último emperador”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario