Y tan precoz. Leyendo este libro parece que a Oliver Sacks el espíritu científico se le desarrollara cuando aún estaba en el útero, o incluso antes, siendo sólo un gameto. En parte no es raro que el que con el tiempo se ha convertido en uno de los neurólogos más prestigiosos de nuestro tiempo acabara siendo científico. Tanto su padre como su madre eran médicos y muchos de sus tíos paternos y maternos tenían algún tipo de relación profesional con la ciencia, especialmente con la química. “El tío Tugsteno”, la reseña de esta semana en este blog, además de ser las memorias de Oliver Sacks, es también el recorrido por su familia en un viaje que nos transporta a la Inglaterra de la II Guerra Mundial.
Cuenta Oliver Sacks que todo empezó cuando un colega suyo, sabiendo que de niño era un apasionado de la química, le regaló una colección infantil de minerales. Se lo envió a casa en una caja. Al abrirlo, a Oliver Sacks, que ya tenía sesenta años, se le cayó al suelo una barra de metal cuyo sonido al tocar con el suelo le resultó más que familiar: era tugsteno un mineral al que hoy llamaríamos wolframio y que Sacks siempre había asociado con su tío Dave, propietario de una fábrica de bombillas y su cómplice a la hora de realizar experimentos científicos. El ruido del tugsteno, según el propio Sacks, le hizo recordar pasajes de su vida que tenía prácticamente olvidados y que se ubicaban en el Londres de la década de los cuarenta del siglo pasado.
Oliver Sacks vivió la II Guerra Mundial de una forma un tanto peculiar. Su familia era judía, por lo que en aquellos años por su hogar pasaron decenas de refugiados de toda Europa. Fueron evacuados de su casa en el barrio judío de Londres y mientras sus padres, médicos de profesión, tuvieron que quedarse en la ciudad para atender a los heridos de los bombardeos, Oliver y su hermano Michael fueron enviados a una especie de internado ubicado en la campiña británica. Lo que allí vivieron fue desagradable, tanto por las estrecheces propias de la época como por el director del centro, que hizo del maltrato la rutina del colegio. Cuatro años después Oliver y Michael volvieron a la casa de sus padres, a los que apenas habían visto durante todo ese tiempo.
Las secuelas por los abusos sufridos durante este periodo se manifestaron pronto en los hermanos Sacks. Michael comenzó a sufrir ataques mesiánicos y de pánico que le condujero a la esquizofrenia. Pero la salida que la mente de Oliver dio a las malas experiencias vividas en este escenario propio de una novela de Dickens fue totalmente contraria: él se refugió en la ciencia, en el conocimiento científico convertido en una especie de paraíso intelectual perfecto para superar sus miedos y traumas en el que Lavoisier, Sheele o Mendeléiev eran los héroes indiscutibles.
En el último capítulo de su libro Oliver Sacks cuenta que, con la ayuda de sus hermanos y de algunos otros familiares, fue capaz de recomponer esos años en los que la química era su mayor aventura y también su mayor y mejor motivo para seguir vivo. Escribió, en total, más de dos millones de palabras, decenas de recuerdos aislados e ideas sueltas...después las depuró, los corrigió y los clasificó.
"El tío Tugsteno" es una obra de divulgación científica muy interesante. En ella se nos describen los principios de la química desde un punto de vista que no es sencillo pero sí es atractivo. Es muy interesante, por ejemplo, descubrir algunas relaciones entre la química y la literatura, la etimología que se esconde detrás de la tabla periódica de los elementos o algunas anécdotas como que en aquella época de conocimientos químicos tan primitivos Napoleón, convencido de que el aluminio era el mineral más “rico” del mundo, ordenó fabricar una vajilla de este material y que, cuando recibía invitados, les ponía a ellos los platos de oro y se guardaba para sí mismo “la exclusividad” del aluminio.
Lo cierto es que tras esta lectura me han entrado muchas ganas de indagar más en la obra de Oliver Sacks, famoso desde el punto de vista literario por su extraordinaria habilidad para contar los casos de sus pacientes de una forma entrañable. Posiblemente su libro más conocido sea “Despertares”, otra obra autobiográfica que inspiró una película con el mismo nombre en 1990. En ella el papel de doctor Oliver Sacks (en la peli Malcolm Sayer) es interpretado por Robin Williams.
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