[editorial diciembre 08

LA CAJA
El hombre se quedó encerrado en una caja. No recuerda cómo, ni cuándo, ni dónde, ni porqué. Sólo sabe que una vez, hace mucho tiempo, intentó escapar. Lo hizo tanteando el vacío porque no había nada a su alrededor,  rozando el aire con las yemas de los dedos y dirigiéndose instintivmente hacia lo que parecía la salida más segura. Pero fue imposible. Ya por aquel entonces parecía demasiado tarde y su interior estaba completamente aislado. Cuando se siente solo, pega una oreja a la pared. Cuando habla, le responde un eco familiar. Cuando duerme, silencio. Hoy, el hombre está inquieto porque se oye una música cercana y se pregunta qué es lo que estará pasando fuera.  De repente, un periódico se cuela por   debajo de la caja y el hombre lee los titulares:  “Sociedad”. “Política”. “Sucesos”. "Economía". “Mundo”. Atemorizado por aquellas letras e incapaz de recordar el porqué de su  ostracismo voluntario, el hombre estudia la posibilidad de que algo esté cambiando en el exterior y durante unos minutos siente la extraña necesidad de salir para saber más, para comprobar lo imposible, para conocer, para satisfacer su curiosidad. Pero de repente, los recuerdos olvidados regresan y pinchan el estómago del hombre y le arañan en la sien, y los oídos le pitan, y las piernas se le paran. Y aquel impulso se queda sólo en eso, un intento, un casi, un amago. Asi que al final, el hombre coge su nuevo periódico y se queda a leerlo sólo, dentro de su caja, dentro de su mundo.