[malditos bastardos, dejad de llorar


Malditos Bastardos, dejad de lloriquear. Echadle un par de huevos o de ovarios, pero echadle algo que sirva. Despojaos de todo lo que tenéis, sobre todo de esas ideas de mundo feliz que os metieron en la cabeza y salid a la calle. Porque os mintieron. Salid a la calle reclamar lo que es vuestro. Os han ofrecido demasiadas ventajas a gente como vosotros, que no se lo merece, que no tiene ni puta idea. Mucha Universidad, mucha carrera y, ¿para qué? Para que dejéis erosionar el mundo. Para que la lucha de las generaciones que os precedieron se vaya al garete. Para que los bancos y el consumo sigan siendo los dueños de todo y vosotros una mercancía que vale menos que una mierda. Os llaman generación Ni-Ni. Generación Y. Generación Perdida. Os llaman de mil formas porque hay pocas palabras para describir este desastre que habéis montado. Y os quedáis callados. Lloráis. No hacéis nada. ¿Qué necesitáis para daros cuenta? ¿Un puto despertador metido en el tímpano? Leed, leed, bastardos. 

[escarabajos que visten linterna y bombín



Me encontré en un desencuentro de lo más inapropiado. No recuerdo su nombre y no sé cual era su apellido. Lo segundo no se me ocurrió preguntarlo. Ni siquiera me dio por pensar que la chica estrábica formaba parte de una progenie, que podía tener un padre o una madre. Solo recuerdo que su pelo estaba lleno de luciérnagas. Intenté cazarlas una a una, pero se hizo de día y les perdí la pista. Pensé que la siguiente noche podría atraparlas a todas batiendo sobre ellas una red transparente y que, adormecidas, antes de la llegada del Sol serían todas para mi. Las metería en un bote de cristal y las guardaría para contarles cuentos por las noches. ¿De qué se alimentan las luciérnagas?, pensé.

[ser como eras



Porque a veces somos como somos, o como otros quieren que seamos o como no querríamos ser. Más que ser o no ser, la cuestión es dónde, cuándo y dónde somos. Por eso a veces pensamos en cómo éramos y no nos reconocemos. Tampoco sabemos donde estamos  y apenas podemos divisar si lo que seremos en un futuro nos gustará o no. ¿Quién soy? ¿Quién es ella? Eso mismo le debe preguntar el actor David Tennant mientras mira embelesado el cráneo del compositor polaco Andre Tchaikovsky quién, amante del teatro y de la obra de Shakespeare, legó su cabeza (si, literalmente, su cráneo) para que fuera usado como calavera de Yorick en el famoso monólogo "To be or no to be" de Hamlet. Alguien pensará que dejar lo mejor de tu cabeza, osea, el hueso, como legado para el arte es algo de mal gusto. Puede ser. Lo que yo veo en la imagen es una mirada intensa, pero no veo ni asco, ni repulsión. Veo, puede ser, un homenaje curioso y totalmente aceptable. Pero está claro que para gustos, los colores. Y para que algo te gusta nada mejor que que te produzca un tic tac  que te haga moverte y pensar a ritmo frenético. Es muy difícil explicar los cambios. Y es muy difícil explicarle a alguien que ha cambiado. 
Esto es sólo un intento. 

[una carta de amor (a) cualquiera aunque la chica se llame Ofelia



Querida Ofelia: Creo que ya ha llegado el momento de solucionar nuestros asuntos pendientes. Es cierto que durante todo este tiempo no he sido capaz de despejar mis dudas, tal y como tu, siempre sabia, pronosticaste una vez. Sin embargo, también es cierto que, a pesar de eso, a lo largo de estos meses he podido reflexionar sobre la conversación que tuvimos la madrugada en la que decidiste evaporarte. Sé que no tengo lo que que tú querías, que lo que he encontrado no es ni siquiera una respuesta. Pero he decidido plasmar en este papel algunas cosas que he descubierto y que me gustaría compartir contigo.

[simbiosis en el Moulin Rouge


Mucho se ha hablado de la relación casi simbiótica que mantenían Henri de Touluse-Lautrec y el Moulin Rouge de París. El matrimonio entre local y artista era casi perfecto: cualquiera de sus mesas se convirtió en el mejor estudio de Lautrec, que hizo de él su bar preferido y un punto de inspiración clave en su obra; por otra parte, el local se benefició de la presencia este hombre de aspecto grotesco que era toda una celebridad y un innegable atractivo de la noche parisina.  Los carteles del Moulin Rouge pintados por Lautrec concedieron a ambos, artistas y local, la inmortalidad.

[viaje al lago



Por favor, ayúdame a morir. Pero antes, cásate conmigo. Véndame los ojos y dame vueltas hasta que pierda el sentido y la desorientación sea mi guía. Entonces, suéltame y espera a que nos choquemos como hicimos aquella vez. Después, ponme un anillo en el dedo y ya puedes matarme, al fin y al cabo, tengo la sensación de que eso es lo que llevas esperando mucho tiempo. Elige un lugar, un arma y un motivo. Da igual si es surrealista, cómico o abominable. No me importa si es dulcemente lento o cruelmente suave. Eso sí, no tires mis cenizas al mar. Espárceme por un camino largo y rugoso de esos que terminan en un lago.

[Las Teorías Salvajes



Quien más quien menos ha escrito alguna vez una carta de amor. A lo largo de la historia las ha habido de todos los colores. Más cortas, más largas, de despedida, perezosas, forzadas, púberes, de perdón, de conquista, llenas de lágrimas, embotelladas, odas a un beso y extremadamente vacías. De todas ellas, ganan sin duda aquellas que se escriben como a escondidas, en bancos de parques y cerca de la almohada, aquellas en las que los destinatarios son un secreto. Por eso, las cartas a Julietas, Ofelias, Isoldas y Beatrices falsas se cuentan por decenas de miles en todo el mundo. Pero cuando encuentras un libro en el que las cartas de amor van dirigidas al mismísimo Mao Zedong que responde al seudónimo de Moo, algo puede llegar inquietarte. Como poco, a llamarte la atención. Estás ante Las Teorías Salvajes.

Reed y Bryant, aquel "matrimonio" imperfecto


En 1919 John Reed publicó la que sería su obra más conocida, “Diez días que conmovieron al mundo”, en la que explica en clave de reportaje los acontecimientos de la Revolución Rusa elaborando un minucioso retrato de los personajes que tuvieron un papel protagonista durante aquellos días de octubre de 1917. John Reed, periodista y poeta, se negó a ser un mero narrador, un observador indiferente. Escribía con la pasión de alguien que comprende y refrenda lo que está ocurriendo. Él y su compañera, la escritora feminista Louise Bryant, fueron de ese grupo de intelectuales que se negó a separar arte de insurgencia y que decidió atacar al sistema con algo más que palabras. Ambos convirtieron la Revolución Rusa en su lucha más personal.

[(re)leyendo Azul



Azul. Blue y blau. Blou, bloa, bleu. Mavi. Plava boja. Sinimen, kék y blå. Albastru. Modra. Blár. Blu. Quince idiomas para quince formas diferentes de decir azul. Pero sólo una para leerlo. Releyendo Azul #15, de Nacho López Murria.

[poetas carnales (II): las "hermanas Woolf" y el círculo de Bloomsbury



Virginia Woolf y Vanessa Bell mantuvieron una intensa relación que escapaba a todo convencionalismo social. Educadas en un ambiente artístico y pertenecientes al denominado Círculo de Bloomsbury (se suele designar a una serie de intelectuales británicos que durante el primer tercio del siglo XX destacaron en el terreno literario, artístico y social) ambas hermanas encauzaron su creatividad hacia terrenos distintos: Virginia hacia la literatura y Vanessa hacia la pintura. Virginia y Vanessa fueron amigas y compañeras, pero también fueron rivales en el arte e incluso, se rumorea, llegaron a compartir amantes.

[poetas carnales: los hermanos Rossetti



Muchas veces, la cuna hace al artista. Algo así debió pasar con los hermanos Rossetti, quienes desde pequeños tuvieron claro que querían ser poetas. De los tres conocidos (Christina, Dante Gabriel y William Michael) sólo la primera convirtió de las letras su verdadera profesión (aunque quien más fama ha tenido es el segundo, Dante Gabriel) alcanzando un notable éxito y convirtiéndose en una de las poetisas inglesas más importantes de todos los tiempos y una de las escritoras más reconocidas de la época victoriana. Mientras que William se dedicó a la crítica literaria y teatral, Dante se decantó por la pintura llegando a convertirse en un referente en su época. De hecho, fue uno de los fundadores e impulsores de la Hermandad Prerrafaelita, que quería recuperar la tradición artística del siglo XV italiano. Y no es que al mediano de los hermanos Rossetti le faltara talento para la escritura. Al contrario, sus poemas son considerados como obras brillantes. Pero según algunos, se decantó por esta disciplina porque estaba convencido de que gracias a ella llegaría a enriquecerse.