[la noche de Drácula



La historia de la literatura cambió una fría noche de 1890 en el transcurso de una cena de la Hermetic Order of the Golden Dawn. Allí, dos hombres que no se había visto nunca comenzaron a debatir sobre un tema que les incomodaba a ambos. Uno de ellos, era un escritor de origen irlandés lleno de pesadillas. El otro, un misterioso profesor que acababa de llegar de Asia, donde había recopilado información sobre supuestos casos de vampirismo en una pequeña aldea rumana. Hasta aquel momento, el escritor denominaba a su criatura "Wampyr" y lo situaba en Estiria (Austria). Pero todo cambió tras aquella conversación y tras revisar aquellos documentos.

[ Saint-Exupéry de los altos vuelos



Si Antoine Saint-Exupéry hubiera vivido hoy en día, habría decidido saltar él mismo desde la estratosfera. Un gran salto con un pesado traje de 1,58 kilos por pulgada, una visera especial contra el sensor, decenas de sensores de velocidad, una manguera de oxígeno y un espejo para chequear su paracaídas. En total, una caída de 39.000 metros filmada desde su propia perspectiva y retransmitida a todo el mundo. Saint-Exupéry lo hubiera hecho. Era un amante del aire. Un pionero de la aviación. Lo hubiera hecho con su inseparable gorro de aviador atado bajo la barbilla. Aunque estudió arquitectura en la Facultad de Bellas Artes, Saint-Exupéry siempre tuvo debilidad por volar. Por eso, primero como trabajador del correo postal francés para vuelos internacionales y después como piloto comercial, el autor de El Principito nunca dejó de surcar los aires.

[Charles Darwin y su mal humor

Y no sólo porque en algunos retratos de su madurez podamos verlo con barba blanca y porte serio. Lejos de cualquier parecido razonable, parece ser que el autor de la Teoría de la Evolución solía gastarse un humor de perros considerable. Algunas cartas dirigidas a su amigo Charles Lyell recientemente publicadas por la American Philosophical Society prueban que además de ser un espíritu meticuloso y brillante, Charles Darwin también era un gruñón. La revista Mother Nature Network ha publicado algunos de los fragmentos de estas cartas escritas en 1861.


Pasolini: trágico, escandaloso, inmortal


"Gente normal, / me condenáis: / a temblar, / a odiar, / a ocultarme, / a desaparecer..." 

Los últimos momentos de la vida de Pier Paolo Pasolini bien merecerían pasar también a la historia en forma de fotogramas, una trama in crescendo con un duro final para una vida que había comenzado en Bolonia en 1922. El director fue brutalmente asesinado durante una fría noche de noviembre de 1975. Lo encontraron dentro de su lujoso Alfa Romeo Giulia 2000GT fuera de la carretera cerca de Ostia. Son muchas las hipótesis que han rodeado a su trágica muerte, aunque la versión oficial  asegura que el la persona que lo asesinó fue un joven chapero al que Pasolini había solicitado sus servicios. Teorías de la conspiración no han faltado porque hay algo que está muy claro y que nadie pone en duda: Pasolini "molestaba".

[el misterioso Tamerlán de Edgar Allan Poe




Buscando referencias sobre libros extraños en esta “gran biblioteca” que es Internet, me he enterado de que uno de libros más codiciados por los coleccionistas es "Tamerlán y otros poemas” el primer libro impreso de Edgar Allan Poe. Poe está considerado como el primer gran literato estadounidense y el maestro que convirtió lo macabro en género literario, y su biografía está salpicada de curiosidades. En el plano literario su obra será clave en la literatura simbolista francesa y en el surrealismo, y su huella se ve plasmada en decenas de escritores que lo tomaron con inspiración (Dostoyevski, Kafka, Lovecraft, Borges o Cortázar). En el plano más personal, siempre se ha destacado de Poe su oscura personalidad y su búsqueda de un modo de vida diferente que, según las malas lenguas, encontró en las drogas y el alcohol, compañías que fueron a la vez amantes y asesinas.

[heliogábalo "el pervertido"


Es curioso de que la historia apenas tenga algunos ecos a la figura de Heliogábalo y que su historia haya pasado desapercibida a pesar de ser una de las más llamativas de la antigua Roma por lo transgresor de sus prácticas. Su mandato apenas duró cuatro años y su gobierno fue breve y perverso como su propia vida: el emperador murió ahogado en una de sus letrinas a manos de sus propios hombres a los 19 años de edad. 


[Momus, el escritor


Momus, nombre artístico del escocés Nick Currie, recopila en su novela "El Libro de las bromas" los chistes gastados, guarros y trillados de la cultura popular. Dicen que lo hace de una forma especialmente elegante, usándolos como catalizadores narrativos. Crear una historia con todos ellos puede parecer de mal gusto. Pero si lo combinamos con una prosa elegante, el resultado, cuando menos, es efectivo. Y si no te asustan las historias de crónica negra, los personajes que representan lo peor del ser humano y la repulsión en forma de persona, seguro que no es para tanto. De la novela, dicen que es "inteligentísima, hilarante y muy incorrecta". Nada sorprendente si revisamos brevemente la biografía de su autor: 

[¿metrópolis?



Llegaron las máquinas y se lo comieron todo. Primero, el trabajo más duro, aquel que los hombres más odiaban y que les ocupaba más tiempo y esfuerzo. La idea al principio se consideró buena, porque siempre habría que hacer más máquinas y más máquinas, y periódicamente aparecerían nuevos trabajos. El hombre estaría ocupado inventando y construyendo continuamente en un bucle, que, decían, no acabaría nunca, pues siempre habría nuevas funciones que acatar y nuevos trabajos que aprender. En aquel momento, en el principio de esta nueva era, el hombre no veía que aquellos trabajos eran igualmente duros y humillantes que los que había desechado. Estaba estaba cegado, convencido ante un futuro ficticio y sin avales, olvidando que la historia, especialmente la mala, siempre se repite. Pero aún así, a pesar de las advertencias, el ser humano acabó por asumir su papel como un peón más en un tablero abocado a la eterna evolución.



Al contrario de lo que los astrólogos pronosticaban, las máquinas no eran malas desde el principio. En origen eran buenas, pero sin saber muy bien cómo, se adueñaron de los cerebros y los impulsos de la gente, de sus pensamientos, hasta que al final acabaron convertidas en hombres más semejantes a los hombres que los propios hombres. En algunas máquinas confluían aquellos dones que los antiguos sabios habían dado al ser humano y que éste había perdido con el paso de los siglos. Había casos en los que eran máquinas incorruptas, prácticamente puras que tomaban decisiones diligentes y que a veces desprendían pedazos de afecto y bondad. Las máquinas nunca mentían. El ser humano, por el contrario, había vaciado todos sus esfuerzos en su ego, alimentando únicamente lo individual hasta convertirse en un ser mezquino y ruín. Fueron muchos los que, durante años y previsores de lo que podía ocurrir, analizaron cuál era el papel de los hombres en la Tierra, y a pesar de sus esfuerzos y de la búsqueda de los aspectos más positivos, no encontraron respuestas para justificar qué sentido tenía un mundo gobernado por el peor de los depredadores, aquél que es capaz de destruir a sus semejantes, a todo lo que le rodea y lo que es peor, a sí mismo sin mirar atrás ni por un segundo. En aquellos días, los más pudientes, unos pocos visionarios con dinero, plantearon dedicar todos sus esfuerzos a perfeccionar las máquinas hasta que éstas se convirtieron en seres autónomos imprescindibles, inteligentes, programados para sustituir al humano y delegarle en todas sus funciones. Llegaron las especulaciones, las teorías conspiratorias. Pero nadie daba nada por sentado. Nadie quería creer. Y aquellos hombres poderosos, aquellos que controlaban el capital del mundo y que tenían un increíble poder sobre el capital humano, negaban lo que estaba ocurriendo en sus laboratorios. La serenidad aparente no hizo sino dar más margen a la desgracia. Pero el problema real llegaría tiempo después, cuando la Gran Eclosión obligó a repartir alimentos y las máquinas se convirtieron en la prioridad. En un mundo con carencia de comida, eran muchos los que preferían dar de comer a sus máquinas que a sus semejantes y así los vecinos, los compañeros, los amigos y la familia quedaron desplazados al segundo plano de las prioridades, que siempre eran individuales. Todos querían a las máquinas y todos desconfiaban de todos excepto de los autómatas que ellos mismos habían creado. En el fondo de sus corazones, algunos hombres albergaban esperanza, pero ésta era volátil, pues habían aprendido a desconfiar en ellos mismos y en todos sus semejantes. Y así fue como el hombre olvidó amar.